15 Historias de misterio de los autores de Genial que les pusieron la piel de gallina

Historias
hace 1 año

Todos hemos tenido o hemos escuchado vivencias que son extrañas y que no poseen una explicación lógica. Aunque seamos escépticos, hay ciertos sucesos que van más allá de nuestra comprensión. Siguiendo el ejemplo de Mulder y Scully, de Los expedientes secretos X, solo podemos decir: “La verdad está allá afuera”.

En Genial.guru les hemos pedido a nuestros autores que compartieran con nosotros las experiencias más raras que hayan tenido y que los hayan dejado con la piel de gallina.

Jimena
  • Mi hermana decía que en su casa todas las noches se escuchaban risitas de un niño en las escaleras. Pero nadie le creía. El tiempo pasó y yo fui a visitarla con mi perrito labrador. Era de lo más bueno y tierno, pero al llegar al umbral de la puerta, se resistía a entrar. Yo lo cargué y se puso frenético, no dejaba de ladrar y se le erizaba el pelito. Lo saqué de la casa porque nunca lo había visto así. Finalmente, la casa se vendió y los inquilinos nuevos decían que había algo en las escaleras, que escuchaban risas y sentían miedo. © Nancy
  • Una amiga llamada Paula me contó con ternura que tenía una abuela a la que quería mucho y que, cuando era pequeña, le acariciaba tiernamente la cara antes de dormir. Además, llamaba todos los días a las 8 de la noche para saludar a su hija y a sus nietos. La abuela murió, y a la semana de su muerte, a las 8 en punto el teléfono sonó, y al atender no había nadie. Los nietos se reían y decían “abuela, no te preocupes más y descansa en paz”. Luego mi amiga me comentó que ese mismo año, se despertaba por la noche porque sentía que alguien le acariciaba la cara. © Laura
  • Yo estaba recién mudada, cuando una noche me desperté porque sentí unos pasos en las escaleras. Me quedé helada, porque pensé que alguien se había metido a robar. Me congelé y me quedé mirando la puerta, esperando a que “el ladrón” entrara al cuarto donde dormía con mi novio, pero eso nunca pasó. El episodio se repitió varias noches, hasta que me acostumbré y ya pude dormir tranquila. Empecé a aceptar el hecho de que compartía mi casa con un fantasma. Un día, dos de mis primas se quedaron a dormir, y a la mitad de la noche, una de ellas empezó a buscar su celular porque había olvidado apagar la alarma, entonces sintió que alguien le acarició el brazo, le agarró la mano y le entregó el teléfono. Ella pensó que había sido su hermana, le dijo “gracias” y se volvió a dormir. Su hermana se despertó y le preguntó: “¿Gracias por qué?”. © Jessica
Sergio
  • Cuando mi hermana estaba en el colegio, le dio por jugar a la “Ouija”, pero una de esas hechas en una hoja de papel y guiadas por una moneda vieja y oxidada. Un día me invitó a jugar con una de sus amigas y yo acepté. La moneda debajo de mis dedos se movía en serio, mi hermana también tenía sus dedos sobre la moneda, pero definitivamente no era ella. Luego dijo que escuchaba una voz interna que provenía del dedo. Más tarde dejó de hablar como ella para hablar como el dichoso personaje que se había metido en su dedo. Yo, que seguía un tanto escéptico, abandoné toda duda el ver que las luces del apartamento se prendían y se apagaban. Dimos media vuelta y entonces ella me dijo: “Ahí vienen”. Yo no veía a nadie, pero ella aseguraba verlos. Yo me dije a mí mismo: “Pies para qué los tengo” y salimos corriendo. La entidad masculina acompañó a mi hermana por un par de días más y yo terminé convertido en una especie de Constantine haciendo exorcismos. © Miguel
  • En la casa de mi abuela, ponen ofrendas por el Día de Muertos. Hace algunos años, quizá 10 o más, estaba con ella en su cuarto, ayudándola a recoger un poco. Caminé con las manos llenas de cosas y me quedé un momento viendo las fotos de la ofrenda por mera curiosidad. De pronto sentí que alguien me tocaba el hombro, pensé que era mi abuela que ya había terminado de recoger, y le dije: “Qué rápida, ya tenemos que bajar”. Como no recibí respuesta, volteé para ver por qué no venía detrás de mí. Entonces noté que no era mi abuela, y lo único que pude ver fue a una mujer vestida de blanco, con cara amable, alejándose hacia el patio. Yo corrí hacia mi abuela, que me dijo que no me asustara, que lo más seguro es que era un familiar que quería saludarnos. © Iliana
  • La casa de mis papás queda en una zona donde, a finales del siglo XIX, hubo una batalla importante de la Guerra del Pacífico. Por las noches empecé a sentir pasos en la escalera. Al principio me daba mucho miedo, pero luego me acostumbré, ya que era cosa de todas las noches. Mis papás creían que lo podía estar soñando, pero mi hermana también los escuchaba. Una noche, escuché los pasos y después a mi abuelo saliendo de su habitación, llamando a mi hermano. Él también había escuchado los pasos y pensó que podía ser alguien más, pero no había nadie. © María
Jimena
  • Cuando éramos niñas, mis hermanas y yo nos quedamos a dormir en casa de unas primas. Nos pusimos muy felices de poder jugar, escuchar música a todo volumen y desvelarnos viendo películas, ya que no había ningún adulto. Todo iba bien hasta que nos despertó el sonido de unos pasos en el techo, donde se suponía que no había nadie. Temprano por la mañana, subimos a explorar esa azotea con todo el valor... ¡y nos encontramos con una pequeña cruz de cemento hecha en el suelo! ¡Gritamos y nos fuimos corriendo! Posiblemente la colocaron como homenaje a alguien que falleció ahí, pero nunca supimos qué pasó. © Erika
  • Cuando recién falleció la abuela de una amiga, ella me contó que comenzaron a aparecer cosas fuera de su lugar. Tiempo después, hicimos una pijamada y nos quedamos viendo películas en la sala. Ella se quedó dormida a mi lado y yo seguí viendo la televisión. De repente, el perro de mi amiga se alteró y empezó a ladrarle al comedor. Yo me asusté y cerré los ojos e hice una oración. Cuando los volví a abrir, una de las sillas del comedor estaba bloqueando la puerta de entrada, atorada justo debajo de la perilla. No escuché que alguien arrastrara la silla, y mi amiga estaba completamente dormida. Me asusté mucho, luego me acordé de que probablemente era la abuela y me dormí para ya no ver nada más. © Karen
  • En el velorio de mi abuelo, se juntó toda la familia; mi hermana y yo estábamos conversando tranquilas con mis primas afuera del lugar. Alguien hizo algún comentario gracioso y yo me reí fuerte y sentí un golpe en la nuca que me hizo inclinarme y quejarme. Pensé que era mi mamá, pero no había nadie detrás de mí y todas se quedaron sorprendidas mirándome con cara de “¿qué te pasa?”. Mi hermana me dijo: “Es mi ’oyi’ (abuelo en japonés), solo para que te calles”. © Karen
Jimena
  • En Tijuana está la Casa de la Cultura, un edificio viejo, donde dicen que se aparecen fantasmas. Un día estaba tarde en el montaje de una obra. Al terminar, ya no había nadie más que los guardias que esperaban afuera para cerrar. A mí me dieron ganas de ir al baño, así que les dije a mis compañeros que se adelantaran. Todo estaba a oscuras, prendí las luces del baño y entré corriendo a uno de los retretes, cuando escuché que una puerta de los cubículos se abría y se cerraba. Se me hizo raro, porque yo era la única mujer entre mis compañeros. “¿Hola?”, pregunté. Me asomé por la rendija de abajo para ver si veía los pies de alguien, pero nada. Se me quitaron las ganas y salí corriendo. Al llegar a la entrada estaba pálida, mis compañeros me preguntaron qué había pasado. Cuando les conté, el guardia escuchó y me dijo que era la niña que se aparecía por la noche. © Renata
  • Con mi familia y amigos, siempre bromeamos y decimos que mi casa está embrujada, porque suelen pasar cosas raras. Una vez, estábamos festejando y habíamos invitado a todos nuestros familiares. De repente, en medio de la cena, el hijo de mi prima desapareció. Mi hermana fue a buscarlo y lo encontró parado en la puerta de una de las habitaciones. Cuando mi hermana se acercó y le preguntó qué estaba haciendo, el niño respondió: “La nena quiere que juegue con ella, déjanos solos”. Obviamente, no había ninguna nena allí, ni en toda la casa. Mi hermana lo tomó de la mano y lo sacó de allí, pero él se puso muy mal: empezó a llorar y a gritar, y se quedó callado por el resto de la noche. Ahora, cuando viene, siempre pregunta por esa nena. © Tamara

Cuéntanos algún suceso extraño o misterioso que te haya ocurrido, y para el que no tengas una explicación lógica.

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