15 Historias de lectores de Genial que prueban que incluso una visita a la tienda puede convertirse en una verdadera aventura

Historias
hace 3 años

Cuando vamos a la tienda a comprar algo, no esperamos nada especial, porque es una acción que forma parte de la rutina. Pero a veces se convierte en una aventura imposible de olvidar. Como en el caso de un pastel olvidado en un casillero o los dulces Choco Pie.

A los lectores de Genial.guru les encanta compartir historias de sus vidas. En esta ocasión, nos contaron sobre las situaciones inolvidables que les sucedieron en una tienda.

  • Tuve un caso en una tienda de comestibles. Un guardia de seguridad se me acercó y me puso una especie de papel en la cara, que tenía a una mujer con lentes y una bolsa en las manos. Me dijo: “¿Eres tú?”. Yo no había visto bien, estaba perpleja. Me tomó debajo del brazo y me llevó a la trastienda. “Te llevaste un aceite la última vez y no lo pagaste”. En ese momento, una chica estaba mirando las imágenes de las cámaras de video en la computadora. Le gritó: “¡No es ella!”. Se disculparon, pero me quedó una sensación fea. © Viktoria Bielikova / Facebook
  • El 31 de diciembre, después del trabajo, a las 6:00 p. m., fui a hacer las últimas compras antes del Año Nuevo, entre ellas, pescado rojo y caviar. Delante de mí en la caja había una pareja, de unos 50 años. Después de pagar, juntaron sus compras muuuuy lentamente y el cajero comenzó a pasar mis cosas. Como resultado, volví a casa, pero no había pescado ni caviar, aunque estaban marcados en el recibo.
    Si habrá sido intencional o un accidente, no lo sé, pero esa gente se llevó mis productos caros a su mesa. Ahora siempre le pido al cajero que espere hasta que el cliente anterior se lleve sus compras. © Elena Tikhomirova / Facebook
  • En 9 de cada 10 visitas a la tienda, verifico el recibo y mis compras sin salir de la tienda. Esto ahorra molestias, dinero y tiempo. Pero, un día, juntando las compras en un paquete, agarré unas medias infantiles de otra persona, porque eran exactamente iguales a las que había comprado yo también. Apenas al llegar a casa vi que me había llevado 2 pares en lugar de uno. Tuve que correr a la tienda nuevamente para devolverlas y decir que había sido sin querer. © Sahib-qizi Nargiz / Facebook
  • El otro día, en un supermercado, pagué las compras y me dio la impresión de haber pagado como un tercio más. Miré el recibo sin alejarme de la caja, y había mariscos y coles de Bruselas que no había comprado. Se lo señalé a la cajera. Ella: “Bueno, ya te los cobré, ve a buscarlos”. Llamamos a su supervisora. Ella estaba muy descontenta con mi renuencia a llevarme estos productos. Por algún motivo, le costaba hacer la devolución, y entonces dijo: “No podemos devolverte el dinero, porque potencialmente podrías haberlos comprado”. No solo yo estaba en shock, sino también el resto de la fila. © Nataliya Kuzmina / Facebook
  • Un día de mucho calor, mi esposo compró una lata de refresco. Justo frente a él, la cajera no dudó en apoyarla contra su frente y en las sienes para enfriarse. No entendió el motivo de la indignación de mi marido. © KoloBasya / Genial.guru
  • Una vez fui a la tienda más cercana a comprar salsa tártara. En casa me puse los lentes, miré la fecha de caducidad y vi que había caducado hacía un mes. No soy tacaña, pero era una cuestión de principios: tenían que cuidar más la comida. Volví. La respuesta de la vendedora me dejó atónita: “¡Es a base de mayonesa! ¿Qué le va a pasar?”. Con las palabras “solo tengo una vida”, insistí en un reemplazo. © Tatiana Pavlova / Facebook
  • Una chica estaba frente a mí en una imprenta y, señalando el estante, le pidió al vendedor que le diera una revista llamada “Liza. Amo cocinar”. Un chico de la fila reaccionó rápidamente y dijo: “Carlos. Amo comer”. © Nikolay Zapopadko / Facebook
  • Fui a la tienda a mirar unas chamarras. Estaban colgadas en una fila y eran diferentes entre sí: con piel, sintéticas, de tela, etc. Y al final había un abrigo de piel caro. Me sorprendió porque no había otros artículos caros en el mostrador. Pregunté: “¿Es natural o artificial?”. En la tienda estaban una vendedora y la dueña del negocio.
    Y la arrogante dueña me respondió con mal tono: “Este abrigo de piel es mío, pero si tienes 700 USD, puedes comprarlo”. Le respondí que si pensara comprar algo por 700 USD, claramente pasaría por alto su tienda. Además, ¿por qué colgó su abrigo de piel en el perchero con los artículos que están a la venta? © Tania Rus / Facebook
  • En el medio del ajetreo y el bullicio previo al Año Nuevo, había un montón de gente en el supermercado. Ya iba caminando hacia la caja con un carrito lleno y entonces recordé que me había olvidado los dulces. Para no empujar el carrito de regreso, lo dejé y corrí a la pastelería. Cuando volví, el carrito no estaba. Caminé por toda la tienda, todos tenían los carritos llenos de más o menos lo mismo.
    Suspiré y fui a juntar todo de nuevo. Terminé, fui a la caja y ahí estaba mi primer carrito, una copia exacta del segundo. Y yo entre los dos carritos absolutamente idénticos. ¡Me sentí muy mal por los trabajadores de la tienda, que se vieron obligados a poner todo eso en su lugar! © Lara Dnepropetrovsk / Facebook
  • Una amiga mía se acercó al vendedor, pero olvidó el nombre de los dulces Choco Pie. Explicó: “¿Tienes esto, cómo era? Una galleta con crema en el medio, cubierta en chocolate, envuelta individualmente?”. El vendedor: “Tengo palmeras, ¿quieres?”. Ella: “Bueno”. Se fue sin el Choco Pie. © Ekaterina Shcherbakova / Facebook
  • Hace poco, en una pequeña tienda, no tenían cambio para darme. “¿Qué hacemos?”, dijo la cajera y se quedó mirándome. Dije: “Ese es problema del cajero, no mío, dime tú”. Se enojó mucho, me tiró el dinero del cambio que consiguió con desprecio y se fue sin darme el recibo. Yo misma corté el recibo de la caja y me fui. ¡Vaya nervios de acero que hay que tener para defender tu derecho! © Vita Alova / Facebook
  • Una vez, una cajera de un supermercado me dijo: “Este helado cuesta 5 USD. ¿Estás segura de que quieres llevarlo?”. La próxima vez iré a comprar helado con un vestido de noche o con un traje de negocios, para no confundir a la gente. © Divadlo / Genial.guru
  • En el supermercado, pagué mis comestibles, luego tomé el carrito de otra persona con bolsas llenas de productos, cargué todo en mi auto y regresé tranquilamente a casa. Durante 5 minutos me pregunté por qué había comprado tantas bayas congeladas y helado. Pero estaba delicioso. Espero que mi “compañero de comida” haya quedado igualmente feliz con los productos de mi carrito. © Yana Dubrovskaya / Facebook
  • A mi hija le salió una ampolla en el pie, el apósito se movía debajo de la correa de la sandalia. Fuimos al supermercado a hacer las compras. Adentro tomamos unos calcetines y ella se los puso inmediatamente. Guardé la etiqueta en el bolsillo trasero y no me acordé de ella en la caja. Recién en casa, quitándome los shorts, me di cuenta de que nos habíamos robado los calcetines. Mi hija le dijo a mi esposo muy feliz: “¡Papá, mamá y yo robamos la tienda!”. Y su papá se echó a reír de manera poco pedagógica, metiendo confusión en el proceso educativo. Al día siguiente, fuimos a la tienda y “marcamos” la etiqueta de los calcetines en el mostrador de autopago. © Vera / Genial.guru
  • Una vez, fui a la tienda con un pastel. Lo dejé en el casillero, puse la llave en mi bolsillo y me olvidé por completo de él. Pagué las compras y me fui a casa. Me acordé del pastel recién por la noche. Corrí a la tienda, me dirigí a mi casillero y allí ya había toda una multitud: seguridad e incluso la policía. Iban a llamar a una brigada de zapadores: sospechaban que había una bomba. Me disculpé, tomé mi pastel y me fui a casa. © Olena Molokovich / Facebook

¿Te ha pasado alguna historia similar? Cuéntanos sobre una visita memorable a la tienda.

Imagen de portada Tatiana Pavlova / Facebook

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Aluciné con la historia de la persona a la que la cobraron el marisco y las coles sin comprarlas

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