Nunca compartiría apartamento con la dueña y su familia
15 Historias sobre departamentos alquilados de los que los inquilinos huyeron espantados
Desafortunadamente, no todo el mundo tiene la suerte de poseer su propio departamento y, en un momento u otro de su vida, mucha gente debe alquilar una vivienda. Seguramente, cada inquilino tiene alguna historia que contar sobre sus aventuras a la hora de buscar un hogar. Al igual que los héroes de nuestro artículo de hoy: todos decidieron una vez alquilar un apartamento y se encontraron con un montón de problemas. A veces son divertidos, y otras veces te ponen la piel de gallina.
En Genial.guru trabaja gente que ha alquilado departamentos muchas veces. Entonces entendemos muy bien todo el dolor y la alegría de este proceso. Y sobre todo, la sorpresa del chico del bono, que tenía algo inesperado en el techo de su piso alquilado.
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La dueña dejaba en remojo la ropa blanca en la bañera y se iba a vivir con su amigo. La ropa se pudría, y yo me bañaba en una palangana. La dueña aparecía a la semana y decía que se había olvidado de la ropa de cama en el delirio de amor. Sin embargo, cuando se iba, volvía a remojar la ropa en el baño. Empecé simplemente a pasar la ropa blanca a un recipiente, luego usaba la bañera y, después de 5-6 días, arrojaba todo de vuelta en la bañera. Cuando se enteró, ¡oh, qué disgustada se puso! Tuve que buscar otro apartamento. © Ludmila Volkova / Facebook
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Recuerdo con horror el alojamiento que alquilaba durante mis estudios. Estaba prohibido bañarse. Por la mañana debía salir en silencio para no despertar a la señora. A menudo la encontraba durmiendo con el perro en mi cama. Y la última gota fue cuando la dueña me pidió que le hiciera pedicura. © Natashenka Zhembrovskaya / Facebook
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Alquilábamos un departamento cuando yo estaba estudiando, y ahí vivimos la siguiente situación: los propietarios del apartamento cambiaron tres veces en un año. Un año y medio después de mudarnos (ya vivíamos en otro lugar), recibí un mensaje: “¿Ustedes robaron nuestra alfombra de la habitación pequeña?”. Le respondí que no, y que no había alfombras en el piso. Inmediatamente pasé el número a la lista negra. Nos cansaron en aquel entonces, e incluso después de un año y medio, nos siguen torturando. © ldemigodl / Pikabu
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Solía vivir en un apartamento con la dueña y su familia. El lugar estaba bien mantenido y ella proporcionaba la limpieza, ¡pero todo lo demás fue un infierno absoluto! Me prohibieron llevar amigos y cocinar. Lavar ropa se me permitía solo en un ciclo corto de 30 minutos, y la dueña también llevaba un registro de cuánto tiempo tardaba en cepillarme los dientes. En la primera semana de mi estadía allí, ella me regañó por desperdiciar mucha agua. Tampoco tenía cerradura en mi habitación, así que ella entraba cuando quería. © Mia Peel / Quora
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El récord de “duración” de residencia en mis 10 años de vivir alquilando departamentos pertenece a una habitación en un departamento compartido. La primera noche después de un día de trabajo, llegué, fui a la cocina para preparar unos fideos, puse mi olla en la estufa y luego vino una vecina gritando: “¡Esta no es una estufa para todos, nosotros la compramos, saca tu olla de aquí!”. Pensé: “De acuerdo, creo que primero iré a darme una ducha, ya que no pude cenar”. Fui a buscar una toalla y otros accesorios de baño, tomé el picaporte de la puerta del baño... Entonces vino la vecina: “¡Cambiamos la bañera y la grifería! Puedes lavarte las manos en el lavamanos, pero báñate en otro lado, no aquí”. Me asusté por completo y llamé a la dueña. Ella: “Bueno, sí, yo no les di el dinero para reemplazar la estufa y el baño. Así que, ¡hagan un acuerdo ustedes mismos, son adultos! Te comportas como una niña, no tengo que arreglar tus relaciones con los vecinos”. Entonces me mudé con urgencia. © Anastomus / AdMe
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He tenido la dueña de casa más loca de mi vida: revisaba el departamento todos los meses y se aseguraba de que todo estuviera limpio y brillante. Yo podría recibir un aviso de desalojo debido a una estufa sucia, por ejemplo. Vivía en la casa de al lado y metía la nariz en todos nuestros asuntos. Por supuesto, yo estaba obligada a limpiar los desechos de mis mascotas, pero mi dueña tenía 35 gatos que deambulaban por el patio, gritando y peleando toda la noche. Ella dejaba tazones de comida en casi todos los rincones del edificio, había moscas y un olor terrible por todos lados. Cuando me mudé, no hice la limpieza final a propósito. Si ella no va a limpiar la basura de sus gatos, entonces yo tampoco voy a limpiar la mía. © Heidi Gray / Quora
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Alquilé una habitación en un departamento donde vivía la dueña. Las puertas de la habitación tenían inserciones de vidrio, en aquel entonces estaban de moda. Bueno, está claro que la luz del televisor se veía a través de ellos por la noche. Yo tenía un hábito como este: llegaba a casa, comía y me dormía viendo algún dibujo animado. Ponía el temporizador en media hora para quedarme dormido con el sonido del televisor. Una vez, en medio de la noche, la dueña golpeó mi puerta y gritó: “Apaga-ah-ah, apaga-ah-ah, ¡no quiero que la TV esté prendida tanto tiempo!”. Por la mañana quiso echarme. Yo respondí: “Devuélvame el dinero de la mitad del mes y me voy ahora mismo”. Se tranquilizó. Me quedé hasta el final del mes y me fui. © vados****s / Pikabu
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Nos mudamos a dos habitaciones (tres chicas compañeras, todas de 15 años), en la tercera habitación más alejada vivía una abuela de 92 años. No pagábamos el agua ni la electricidad, estaba todo incluido en el alquiler. Descubrimos casi de inmediato cuál era realmente el paquete de servicios por la tarifa acordada. Cualquier utensilio de cocina debía estar dado vuelta. De lo contrario, la energía negativa se acumulaba en ellos. Si no los dábamos vuelta nosotras, lo hacía la señora y nos regañaba. Era prácticamente imposible cocinar: somos pequeñas, estúpidas, lo arruinaríamos todo, quemaríamos toda la casa. Cocinábamos, por supuesto. Pero todo el tiempo, cada segundo, ella estaba allí. No importaba si preparábamos albóndigas, poníamos la tetera o lo que sea. Además, en su ausencia, teníamos estrictamente prohibido hacer cualquier cosa: incluso si teníamos ganas de ir al baño, debíamos sacar lo que estaba en la estufa, apagar todo y esperar su regreso. © gerda_matis / LiveJournal
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Alquilé un apartamento en Capital a una tal Valeria. Todos los muebles, excepto el sofá y el armario, estaban hechos de pupitres escolares. ¡De los pupitres de la escuela, Karl! Ella trabajaba en la escuela, bueno, y amueblaba el apartamento a su gusto. Mi esposo y yo recogimos los escritorios y los llevamos a la baulera. Después de eso, tuvimos un escándalo seguido por el desalojo, porque en la baulera “mis muebles podrían deteriorarse”. Telón. © famous_hamster / LiveJournal
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Alquilé un departamento donde las canillas todavía tenían mangos de cerámica, se usaron durante 40 años, desde el momento en que se construyó la casa. Un día se rompieron y yo no pude encontrar las partes. Fui a la tienda de antigüedades. Los vendedores hicieron el gesto de que estaba loca. Llamé al propietario y le conté lo que había pasado. Hubo un gran escándalo de la categoría de que era su “grifería favorita, funcionó durante 40 años, y luego vine yo y la rompí”. Se negó a cambiar el grifo ni por su cuenta ni por la mía. Me callé y coloqué por mi cuenta una grifería de precio medio. Hubo histeria número dos, que la vieja era mejor, tan bonita, etc. Y que, si la hubiera usado menos, no se habría roto. Nunca me perdonó esa grifería. © IMarisaMalfoy / Pikabu
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Alquilamos un departamento miserable. Teníamos poco dinero, así que compramos restos de papel tapiz y azulejos por monedas. Se nos ocurrió un diseño, lo hicimos todo nosotros mismos. Resultó no solo limpio, sino incluso elegante. Un mes después, vino la dueña, miró a su alrededor y dijo que un apartamento en ese estado costaría más. Aumentó la tarifa en un 25% directamente desde ese mes. Hubo un escándalo y nos mudamos después de 2 días. Pero antes de irnos, arrancamos todo lo que habíamos hecho. © dogJake / Pikabu
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Alquilaba una habitación a una abuela de 80 años. Mi madre me encontró el departamento, yo comenzaba mi primer año lectivo, había venido a estudiar. Entré y vi a una abuela como de los cuentos de hadas infantiles más terribles: con una joroba, una nariz de gancho, todo como debe ser. Convivimos un mes y ella empezó a decirme que yo era una bruja. Entraba a mi habitación, me señalaba con el dedo y gritaba: “¡Bruja!”. Supuestamente, desde que yo había entrado al departamento, comenzaron sus dolores de cabeza y empezó a escuchar voces. Decía que escuchaba música y veía la televisión con volumen alto, pero de tecnología yo solo tenía un teléfono. Ni siquiera tenía una computadora. Escuchaba la radio ocasionalmente y solo con mis audífonos. La apoteosis fue que supuestamente le robé 15 pesos del aparador y me dijo que se lo iba a contar a su hijo policía. Al día siguiente, yo ya no estaba ahí. Me escapé. © Katerina Rozova / Vk
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Alquilé apresuradamente una habitación en un departamento donde vivía la dueña, de 80 años. No estaba lejos del trabajo, me convenía. Regresaba a casa casi a las 10 de la noche y descansaba los domingos. La abuela solo me permitía hervir agua en la estufa, para no apestar el departamento con olor a comida. Ella misma, por supuesto, cocinaba. Controlaba cuánto tiempo tardaba en bañarme y me prohibía que encendiera las luces de la habitación por la noche, a pesar de que yo llegaba tarde. Aunque le pagaba por todo y decentemente. Luego me di cuenta de que estaba alimentando a su gato con mis productos. Cuando decidí irme, la dueña dijo que le había robado los tenedores y las cucharas. Aunque yo no usaba nada de su cocina, y comía por la tarde en un café. © Olesia V. / Facebook
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Cuando era estudiante, la dueña me echó de la casa. Mejor dicho, no me dejó entrar a la habitación, porque supuestamente le robé pinzas para la ropa, que ni siquiera toqué. Ella pensaba que yo sería como una hija para ella, pero yo estudiaba y trabajaba. Me quedé en el rellano de la escalera, y los vecinos se limitaron a mirarme moviendo con la cabeza. © Kuchmiy Nataly / Facebook
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La dueña del departamento, en cuanto cerré la ducha, gritó a través de la puerta del baño: “¿Cuánta agua estás gastando? Esta no es la primera vez que tardas 15 minutos en ducharte”. Y al ver cómo yo cocinaba la pasta con un hervor continuo, me regañó: “El fuego está demasiado fuerte. Estás desperdiciando gas y el vapor despegará la pintura de las paredes”. © Mark Grinstein-Camacho / Quora
Bono
¿Te has encontrado con propietarios de pisos de alquiler de los cuales quisiste huir como del fuego?
Comentarios
Qué horror la historia de las adolescentes que vivían con la abuela de 92 años