15 Historias universitarias tan absurdas como dolorosas de recordar

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hace 55 minutos
15 Historias universitarias tan absurdas como dolorosas de recordar

La vida universitaria no solo se trata de clases, exámenes y desvelos por las materias. También está llena de locuras que hoy nos dan pena ajena, pero que en su momento nos parecían la mejor idea del mundo. Esos días en los que copiarse en un examen era una “misión imposible” y faltar a una clase se convertía en toda una aventura. Reunimos para ti 15 anécdotas universitarias que te harán reír a carcajadas, pero que definitivamente no le contarías a tu mamá.

  • Estaba terminando una tarea en la biblioteca justo antes de la fecha límite. Faltaban 30 minutos. Cinco minutos antes del cierre, la imprimí rápido, le puse mi nombre arriba y salí corriendo a entregarla. A los pocos días, el profesor me escribió por correo: “Su trabajo es idéntico al de otro estudiante. Calificación: cero”. Me quedé en shock. ¡Ni siquiera hablaba con nadie del grupo, y mucho menos había copiado! Le respondí: “De acuerdo, lo hablamos en la próxima clase”. Después de la clase, nos quedamos con esa chica para aclararlo. El profesor sacó nuestras tareas, ¡y eran idénticas, palabra por palabra! Resulta que ella había impreso su trabajo en la biblioteca antes que yo y, al parecer, dejó una copia extra. Yo, sin darme cuenta, tomé la primera hoja que vi, noté que tenía texto arriba y asumí que era la mía. © Unknown author / Reddit
  • Aprobé los exámenes finales con una facilidad sorprendente. Todos los profesores, incluso los más exigentes, me calificaron favorablemente, prácticamente “por linda”. Sin embargo, la satisfacción no me duró mucho. Algunos compañeros me comentaron que en toda la universidad se había difundido el rumor de que yo estaba embarazada, de varios meses. La verdad era mucho más simple, había aumentado de peso unos meses después de casarme. © Overheard / Ideer
  • En una ocasión, un compañero de clase le preguntó al profesor: “¿Las piedras tienen ADN?” El docente respondió: “Por supuesto que no, no están vivas”. Mi compañero insistió: “Entonces, ¿cómo se reproducen? ¿Por qué existen muchas piedras y no solo una?” Cabe mencionar que estábamos en un curso de genética, de tercer año. © MHOpptimusPrime / Reddit
  • En la universidad tuve un profesor de filosofía que, desde el principio, tuvo una actitud negativa hacia mí, afirmando que yo era poco inteligente. La materia realmente se me dificultaba. A pesar de estudiar sin descanso, me enviaron a examen de recuperación. Reprobé el primer y el segundo intento, y en el tercero fue mi abuelo en mi lugar, al ver cuánto me estaba afectando la situación. En un principio, solo intentó hablar con el profesor, pero no logró resolver nada. Por mucho que quisiera contar un final feliz, también él fue enviado a recuperación. © Karamel / VK
  • Último año, último período de exámenes. El profesor nos dijo que, si habíamos asistido a todas las clases y cumplido con los requisitos, el examen consistiría en una sola pregunta. Yo había cumplido con todo. Justo coincidía con el cumpleaños de mi novio y quise ser la primera en felicitarlo. Le envié un mensaje a la una de la madrugada: “Feliz cumpleaños, amor”. Por la mañana, el profesor se me acercó y me dijo: “Querida, mejor felicita a tu novio en persona, porque ese mensaje me llegó a mí”. Aprobé con la máxima calificación de forma automática, aunque, según él, su esposa casi lo golpea con una sartén. © Overheard / Ideer
  • En una ocasión, presenté una evaluación en la universidad. No dominaba bien la materia y las preguntas del control modular me dejaron completamente desorientada. Desesperada, dibujé tres rosas en mi hoja (dibujo bastante bien) y escribí: “Luis José, sé que reprobé su asignatura y que mi trabajo no tiene ningún valor. Pero al menos que estas rosas le alegren el día”. Me aprobó. Tiempo después supe que se había reído muchísimo al corregir mi “trabajo”, porque en realidad su nombre era José Luis. © Overheard / Ideer
  • Estaba por presentar un examen. Sabía que podría copiar, así que no estudié; además, el profesor era bastante amable. Entré al aula muy tranquila, me senté en la última fila para que fuera más fácil usar las notas que había preparado, las saqué y me quedé esperando. El profesor me miraba fijamente, como si esperara algo. Me puse nerviosa y le pregunté: “¿Hay algún problema? ¿Quiere que me siente más cerca?” Y él me respondió: “¿No va a sacar su número de pregunta?” Me relajé y, al final, obtuve la máxima nota. © Overheard / Ideer
  • Verano. Primera temporada de exámenes. Ciudad desconocida. Cerca de las once de la noche. Estaba increíblemente cansada, a punto de caer rendida. Esperaba en la parada. No había nadie más, solo un hombre dormido en una banca. Ni rastro de transporte. Me quedé ahí, bostezando una y otra vez. De pronto, el hombre levantó la cabeza y dijo: “Debes de estar agotada, pobrecita, no has parado de bostezar. Si quieres, acuéstate un rato”. Y volvió a quedarse dormido. Me quedé de pie un momento, lo pensé y decidí que, por qué no. Me recosté en la banca de al lado, y de reojo vigilaba por si pasaba la combi. Unos quince minutos después, finalmente me fui. © Overheard / Ideer
  • Estaba presentando un examen de historia. Tomé la pregunta, respondí todo correctamente, pero el profesor empezó a sospechar que era la primera vez que me veía, aunque en el curso éramos 120 estudiantes. Para colmo, olvidé llevar mi libreta de calificaciones. De pronto, salió del aula y regresó con tres compañeros del curso. Les preguntó cómo me llamaba. Mis compañeros se quedaron en blanco, mirándose entre ellos sin entender nada y no dijeron una palabra.
  • El profesor nos propuso hacer algo “impactante”. Entonces, un amigo mío, que era uno de los mejores pilotos de motocross de la zona, entró al aula montado en su motocicleta de carreras Honda 125, dio una vuelta completa dentro del salón y salió por la puerta, ¡en una sola rueda! © Gary Murphy / Quora
  • Al profesor se le cayó la conexión a internet. Durante un par de minutos reinó el caos en Zoom, hasta que un compañero cambió su fondo por el pronóstico del clima de una ciudad cualquiera y comenzó a dar un reporte como si fuera un meteorólogo profesional, con rostro serio y todo tipo de detalles. Cuando el profesor volvió a la videollamada, el chico cerró su “transmisión” diciendo: “Le devolvemos la conexión al estudio, profesor”. Casi me caigo de la silla de la risa. © ThaDFunkee / Reddit
  • Siempre estoy haciendo bromas. Incluso durante una evaluación no pude contenerme y le dije al profesor que se parecía a un tierno pony. Él me respondió que el “tío pony” no me aprobaría hasta que le llevara un kilo de zanahorias. En resumen, no aprobé la evaluación. Iré al examen de recuperación con un kilo de zanahorias. Espero que funcione. © Overheard / Ideer
  • Cuando presenté el examen de filosofía, no estaba preparado en lo más mínimo. Pensé que ya no podía ir peor, así que empecé a improvisar cualquier cosa. El profesor me puso un ocho. Y como, lamentablemente, mi sentido de la justicia supera al de la autopreservación, le pregunté por qué me había calificado así. Me respondió: “Expresaste tus propias ideas, y eso es justo lo que intenté enseñarles durante todo el curso”. Le dije: “Está bien, pero entonces, ¿por qué un ocho y no un diez?” Y él me contestó: “Porque dijiste cosas tan absurdas que por poco me sangran los oídos”. © SHAME / VK

  • Frecuentemente, solía llegar tarde a la clase de álgebra. La puerta del aula emitía un chirrido espantoso, lo que interrumpía al profesor, y a todos los que llegaban tarde los sacaba del salón. Un día, visiblemente molesto, dijo: “Si al menos engrasaras la puerta, ni cuenta me daría de que llegaste tarde”. La engrasé. La siguiente vez, la puerta se abrió en completo silencio y, efectivamente, no escuché el habitual regaño del profesor. Todo habría estado bien, de no ser por mi ego, que exigía reconocimiento por la “hazaña”. Llené los pulmones de aire y exclamé con entusiasmo frente a todo el grupo: “¡Profesor, llegué tarde y ni se dio cuenta porque engrasé las bisagras!” © BlanF / Pikabu
  • En la universidad había una profesora que siempre combinaba el color de sus uñas con su vestimenta. Y cambiaba de atuendo con frecuencia. Antes de la evaluación final, me expulsó de clase y me dijo que ni siquiera me presentara. Aun así, fui. La única calificación máxima del grupo fue para mí. Todo porque llevaba las uñas del mismo color que su vestido. © Overheard / Ideer
Imagen de portada Overheard / Ideer

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