15 Personas que confirmaron en carne propia que en una cita puede pasar de todo

Pareja
hace 7 horas

Salir a una cita siempre es una aventura, llena de expectativas e ilusiones. Uno nunca sabe: quizá encuentres al amor de tu vida en la primera cita. Pero el destino, como bien sabemos, tiene un sentido del humor muy peculiar. Y a veces organiza sorpresas tan extrañas que no sabes si reír o llorar.

  • Conocí a un chico. En la sexta cita me invitó a su casa. Me arreglé, llegué toda guapa. Me dijo que iban a venir unos amigos. De pronto aparecen dos hombres de unos 50 años y una mujer. Los cuatro empezaron a tratar de convencerme de unirme a su negocio de cosméticos. Nunca había salido tan rápido de una cita. © Not Everyone Will Understand / VK
  • Salí a una cita. Estábamos caminando por el parque. Él dijo que se ausentaría un momento para comprar algo. Al final se tardó 40 minutos; yo ya estaba a punto de irme.
    Entonces aparece y, como si nada, dice: “Perdón, es que mi tía vive cerca y me invitó a almorzar. No quise perder la oportunidad.” © Chamber 6 / VK
  • Esa fue mi mejor cita. El chico no podía pagar el café y me dijo: “Salta por la ventana, yo distraigo al mesero, ¡no te van a seguir!”
    Al final terminé pagando la cuenta yo. Aun así, me siguió escribiendo durante un par de meses, sin entender por qué me fui sin despedirme. © Overheard / Ideer
  • El chico insistió en que nos viéramos después del trabajo, aunque le dije que tendría hambre. “No te preocupes, te voy a invitar de comer”, respondió.
    Cuando nos vimos, sacó de su bolsillo una barra de chocolate. Le dije que soy diabética y no como ese tipo de cosas. Aun así, insistía en que me la comiera. Después me llevó a una panadería (gracias, pero tampoco como pan, y menos por la noche), me compró un té, y pasamos una hora sentados en unos bancos sin respaldo, porque no había sillas normales.
    Durante esa hora solo escuché sus historias de aventuras. Me fui con la excusa de que tenía un gato hambriento en casa. Al día siguiente me escribió: “La pasamos muy bien, ¿cuándo repetimos?” ¡Jamás! © Anna Artobolevskaia (Aloria) / ADME
  • Conocí a un chico encantador por internet, hablamos por mucho tiempo y finalmente decidimos conocernos en persona. No trajo flores, pero sí una mochila enorme. Me pareció raro, pero pensé que cada quien tiene sus excentricidades.
    Caminamos por la ciudad más de tres horas, hablamos de todo. Cuando me acompañó a casa, me dijo: “Tengo un regalo para ti, espero que te guste.” Sacó de su mochila una bolsa llena de libros de la serie El Mago de Oz.
    Resulta que en uno de mis mensajes le había dicho que siempre quise tener toda la colección. Él lo recordó y cargó con 14 libros durante horas. ¡Fue amor a primera vista! © Ward 6 / VK
  • Conocí a una chica en línea. Era muy guapa y simpática. Decidimos vernos en una cafetería. Ella llegó con una amiga, cosa que no me gusto. ¡Es una cita, no una reunión de amigas!
    Salí a hacer una llamada y escuché que decía: “Está bien el chico, pero no es mi tipo. Comamos rico, como siempre, y luego nos despedimos.”
    No soy tacaño, pero no tenía ganas de pagar por dos personas. Me acerqué al mesero y le pedí que nos hiciera cuentas separadas.
    Ellas pidieron ensalada, sopa, plato fuerte, bebidas y postre. Yo pedí solo café y pastel. Cuando llegaron las cuentas separadas, las chicas comenzaron a gritar que era un pobre diablo, un consentido de mamá, etc. Pagué lo mío, dejé propina al mesero y me fui. © geektatoo / Pikabu
  • En la segunda cita, el chico compró unos calcetines en el supermercado porque no venía preparado para la caminata en el parque que habíamos planeado. Lo curioso es que los eligió con tanto cuidado, como si de verdad quisiera caminar, pero al final regresamos al auto y ahí terminó la cita. © Overheard / Ideer
  • Un chico me invitó a salir. Fuimos a un restaurante bastante caro y pidió varios platillos sofisticados. Yo pensé: “¡Qué romántico!”
    Llegó la cuenta y me sorprendió: me pidió mi celular, no para llamar, sino para dejarlo en una casa de empeño y así pagar la cena.
    Me dio lástima y se lo presté. A los pocos días recuperó el teléfono porque juntó el dinero. Pero no lo volví a ver. © Overheard / Ideer
  • Estaba en una cita. Al terminar la cena, el chico pidió cuentas separadas. Me sorprendió, porque él había pagado mi taxi y me había llevado flores.
    Saqué mi cartera y él dijo: “Espera, aún no decidimos quién va a pagar.” Apoyó el codo sobre la mesa: ¡quería hacer un duelo de fuerza de brazos! Perdí, así que me tocó pagar la cena de los dos. © Ward No. 6 / VK
  • Llevaba dos años chateando con un chico y al fin viajé a su ciudad. Me invitó a cenar en un restaurante elegante. ¡Estaba feliz!
    Me puse unos aretes bonitos y me maquillé, cosa que nunca hago. Él me pasó a buscar y fuimos al restaurante. Entonces me di cuenta: ¡olvidé cambiarme los zapatos!
    Llevaba unas sandalias. Y no cualquiera: ¡unas moradas brillantes con flores! Durante toda la cena traté de esconder los pies bajo la mesa, pero me sentí ridícula.
    En nuestra siguiente cita, antes de subir al auto, él miró mis pies y me puse roja. Hasta el día de hoy me lo recuerda y se burla de eso. © Harshita Muralidhar / Quora
  • En nuestra primera cita, fuimos a cenar y luego a pasear. Él pidió un taxi de lujo con su tarjeta bancaria.
    Llegó un Mercedes impresionante. ¡Casi grité de emoción! Nos despedimos, me subí al auto y, durante el trayecto, escuché al conductor decir: “El pago con tarjeta ha sido cancelado, ahora será en efectivo.” © Caramel / VK
  • Quedamos de vernos en una estación del metro. Pero el chico ni siquiera se molestó en ir. En su lugar, llegaron su mamá, su papá y su tía.
    Ellos solo querían “verme”. Yo estaba ahí parada, preguntándome por qué unos extraños me estaban mirando así. © VividIcyMAri / Pikabu
  • En mi primera cita con el hombre con el que terminé casándome, fuimos a cenar. Pedí una ensalada que tenía tomates pera —esos tomates amarillos con forma de pera—.
    Le di una mordida a uno y el jugo salió volando por los aires, cayéndole directo en el ojo.
    Pensé: “Ya valió.” Pero él se rio. Tres meses después, estábamos comprometidos. Y desde entonces hemos sido felices. © Leslie Hammer / Quora
  • En nuestra primera cita, él me invitó a un bar de sushi. Detesto el pescado crudo, así que llevé un poco de pollo en la bolsa para no quedarme con hambre.
    Al final, ninguno de los dos comió sushi y pasábamos mucho tiempo yendo al baño.
    Cuando regresé del baño, él me quitó un pedazo de pollo que se me había caído en la blusa y dijo: “Mmm, pollo. Yo traigo un pastelito.” Ahí supe que éramos el uno para el otro. © SITUATION / VK
  • Un chico guapo me invitó a salir. Caminamos, fuimos a un local de comida rápida. Nos sentamos en una mesa y él dijo que hacían un helado delicioso, que lo esperara.
    Regresó con un solo cono, que empezó a comerse él solo. Me dijo: “Gracias por apartarme el lugar.” © Chamber 6 / VK

Y estas historias, como verás, hablaron de todo menos de romance.

Comentarios

Recibir notificaciones
Aún no hay comentarios. ¡Puedes ser el primero!

Lecturas relacionadas