15 Recuerdos de infancia que te abrazan el corazón como un día soleado

Historias
hace 4 horas

La infancia no recibe el nombre de “época dorada” por simple casualidad. Los recuerdos de aquellos años valen más que cualquier joya. Los guardamos con cariño en la memoria, como si fueran un verdadero tesoro. Y cada vez que pensamos en nuestra niñez, el corazón se llena de calidez. Junto a los protagonistas de esta recopilación, redescubrimos las historias más tiernas de aquellos días en los que corríamos descalzos.

  • De niña no me gustaban las sopas. Pero mi mamá me las preparaba todo el tiempo, según ella, porque eran saludables. Dejaba la olla en la nevera, me decía que la calentara después del colegio y se iba a trabajar. Al principio, intentaba atragantarme con la sopa. Pero luego se me ocurrió tirarla al inodoro. Un día se me olvidó jalar la cadena, y así fue como mi mamá descubrió el malévolo plan que llevaba años ejecutando.
  • No nos dejaban ver televisión después de la escuela. Pero como mis dos padres trabajaban, esa regla era imposible de cumplir. Así que, cada vez que se oía el sonido de la puerta abriéndose y sabíamos que mamá había llegado, tocaba apagar la tele y fingir que estábamos ocupados. Obviamente, ella no se dejaba engañar. En cierto momento, todo se volvió un juego. Mis hermanos adolescentes se escondían de mamá, y ella se reía a carcajadas. Se metían en los armarios, debajo de las camas, bajo la mesa y demás. Una vez, mi hermano “se escondió” en el sofá frente a la pared que separaba la cocina de la sala. Seguro que mamá lo escuchó, porque se acercó sigilosamente y se asomó por la esquina. Luego se apoyó contra la pared, y se dejó caer justo encima de mi hermano, que ni siquiera sabía que ella estaba ahí. © astrocanyounaut / Reddit
  • Cuando era niño, mi abuelo me dijo que, si lanzaba una pelota muy alto, podía llegar hasta la Luna. Lo intenté varias veces y, justo cuando ya estaba a punto de rendirme, él me lanzó la pelota y gritó: “¡Está cayendo rápido! ¡Extiende los brazos y atrápala! ¡Rápido!”. Yo me quedé ahí, con los brazos abiertos, llorando del susto. Mi abuelo solo me había lanzado la pelota, pero yo de verdad creí que había atrapado la Luna. Le pedí que la devolviera al cielo para que todos pudieran verla. Entonces lanzó la pelota hacia arriba y la hizo quedar atrapada entre las hojas de un árbol a propósito. Yo pensé que la había mandado de vuelta al espacio. © ***Ripz4Satan / Reddit
  • Cuando tenía unos siete años, fui de compras con mi madrina y su hija. Vieron a una mujer vestida completamente de gris, y su hija comentó: “Se ve interesante”. Yo respondí: “Los pájaros se le van a subir encima”. Los adultos estallaron de risa. Mi lógica infantil era simple: si te vistes todo de gris, pareces una estatua, y a las palomas les encanta posarse sobre las estatuas. © ***thepolicegently4 / Reddit
  • Mi hermana y yo íbamos a un jardín de niños que funcionaba como internado de lunes a viernes. Los lunes, papá nos llevaba al autobús, y los viernes nos recogía. Los lunes eran tristes, porque todo el autobús iba lleno de niños llorando, y papá se despedía de nosotras con la mano durante mucho, mucho tiempo, hasta que el autobús doblaba la esquina. Pero los viernes él nos esperaba y nos llevaba a una cafetería. Tomaba café muy cargado, y nosotras balanceábamos las piernas y comíamos pastel. A veces también nos dejaba dar pequeños sorbos de su café con una cucharita. Es uno de los recuerdos más cálidos de toda mi infancia. © Overheard / Ideer
  • Cuando me cambié a una nueva escuela, todo era muy estricto. El uniforme era obligatorio y todos vestíamos igual, excepto los sábados. El sábado era el “día de ropa libre”. Así que me puse un disfraz de dinosaurio que era de mi hermana de 11 años. Los estudiantes lo amaron, se reían sin parar; los profesores, en cambio, casi sufren un infarto. Luego me llamaron a la oficina del director. © Overheard / Ideer
  • Cuando tenía unos 10 años, decidí intentar hacer pan por mi cuenta. Mamá no estaba en casa en ese momento, así que leí la receta y seguí todo al pie de la letra: seis tazas de harina, dos cucharaditas de sal, un sobre de levadura. Pero resulta que habíamos comprado la levadura en paquetes de medio kilo. Así que agarré el paquete entero y lo vacié en el bowl, feliz de estar mezclando todo... justo cuando mamá volvió a casa. © hansn / Reddit
  • A los cinco años tuve mi primera Barbie. Y un día se me metió en la cabeza maquillarla. Agarré unos marcadores y le hice unos labios violeta intenso y unas cejas que le cubrían toda la frente. Pensé: “Ahora sí está hermosa”. Mi mamá no paraba de reír cuando vio la nueva versión de la muñeca. Y, por cierto, todavía la tienen guardada en el ático de mis padres.
  • Cuando se me aflojaba un diente, no paraba de jugar con él, y eso desesperaba a mi mamá y a mi abuela. Una vez, mientras visitaba a mi abuela, me llamó para que me sentara con ella en la mecedora. Me dijo que “solo quería ver el diente”. Me senté en sus piernas y abrí la boca. Lo miró unos cinco segundos y luego lo sacó rápidamente. Empecé a gritar y a agitar los brazos. No encontramos el diente. Creo que me lo tragué. Más tarde me puse a llorar, pensando: “Si no hay diente, no hay dinero de la Hada de los Dientes”. Papá me sentó y escribimos una carta para el Hada, explicándole que había perdido el diente y que lo íbamos a buscar por todos lados. Pusimos la carta debajo de mi almohada y, por supuesto, al día siguiente ahí estaban las monedas. La noche siguiente, mis papás me acostaron y se fueron directo a dormir. Mi papá se despertó como a las 11 de la noche para ir al baño, y escuchó ruidos en la habitación de al lado. Vio que había luz. Entró y me encontró debajo de las cobijas con una linterna. Resulta que estaba escribiéndole otra carta al Hada de los Dientes: “Perdí otro diente y no puedo encontrarlo. Por favor, dame más dinero”. © UnbornValkyrie / Reddit
  • Cuando tenía 11 años, me regalaron un bumerán. Vivíamos en una zona semi rural, así que había mucho espacio para lanzarlo. Al principio no era muy bueno, así que practicaba una y otra vez. Un día lo logré. Hice un lanzamiento fuerte y perfecto. Lo vi elevarse y girar, girar en el aire. Estaba tan hipnotizado que el bumerán me dio directo en la nariz y me tiró al suelo. Nunca más volví a lanzarlo. © Happenedherebychance / Reddit
  • Los niños de segundo grado salen más temprano de clases. Y yo, todos los días, salgo del trabajo unos 15 minutos para volver a casa y darle de comer a mi esposo, porque está enfermo. En ese pequeño trayecto, siempre veo la misma escena: chicos y chicas con las mejillas rojas, riendo, explorando montañas de nieve, revolcándose, jugando con bolas de nieve. Las mochilas tiradas a un lado, sin apuro por volver a casa. Y yo, inevitablemente, recuerdo mi infancia: los fuertes de nieve que construíamos, los juegos que inventábamos. A mí casi siempre me tocaba ser la enfermera. Mi misión era conseguir medicina (dulces) y curar a los heridos. Mi mamá nos compraba montones de caramelos. Cuando por fin regresábamos a casa, los pantalones estaban tan congelados que podías dejarlos parados en el suelo, como si fueran de cartón. Me quedé observando la escena tanto rato que hasta ganas me dieron de unirme a ellos. Pero me detuvieron dos cosas: el frío y mis 50 años. © Tandem.dvoe / Pikabu
  • Cuando tenía unos seis años, fui a la casa de campo con mi mejor amiga. Solíamos jugar en el ático, y esta vez no fue la excepción. De repente, nuestra conversación giró en torno a los besos. Ni ella ni yo sabíamos besar. No había nadie en el ático excepto nosotras y los muebles viejos. Y terminamos pegadas a un viejo tocador barnizado. Por cierto, ese beso con el mueble fue mejor que algunos besos que me han dado chicos. © Overheard / Ideer
  • Cuando empecé a alcanzar el borde de la ventana del balcón sin necesidad de un banquito, y no me dejaban salir a la calle, me encantaba quedarme mirando la vida en el patio, observando todo lo que pasaba afuera. Era fascinante. Pero esa no es la cuestión. El borde de la ventana del balcón era de madera, y yo, como buen niño, me lo llevaba todo a la boca... así que también probé ese sabor: el sabor de la madera del balcón. Y la verdad, ahora que lo pienso, todas las mesas viejas de aglomerado en casa están un poco mordisqueadas. Me da pena mostrárselas a las visitas. Pero bueno, tal vez valió la pena. © Overheard / Ideer
  • Cuando era niña, mi hermana y yo ayudamos a limpiar la casa de la abuela y tiramos todos sus cuadernos y diarios escolares viejos. Cuando regresó, nos dijo que solía esconder dinero entre las páginas y nos obligó a ir al basurero a recuperarlo todo. Nos pusimos guantes y nos preparamos para la misión. Pero no logramos acercarnos al contenedor. La culpa nos estaba matando. Volvimos, y la abuela se estaba riendo. Resulta que todo había sido una broma. © Overheard / Ideer

Los niños suelen decir cosas muy ingeniosas. Nos encanta anotarlas y recopilar historias divertidas sobre sus ocurrencias y frases más graciosas.

Imagen de portada zzaets / Pikabu

Comentarios

Recibir notificaciones
Aún no hay comentarios. ¡Puedes ser el primero!

Lecturas relacionadas