15 Salidas al museo o teatro que terminaron siendo una comedia pura

Historias
hace 3 horas

Así es como sucede: vas a un museo o al teatro buscando inspiración, pero te vas con la sensación de haber visto un monólogo cómico o una escena absurda de una película. Esta colección presenta historias que supusieron un auténtico choque cultural.

  • Soy profesora. Llevé a los niños de excursión a un museo. Les di instrucciones de no tocar, morder ni asustar a nadie por la calle. Llegaron al museo alegres y satisfechos. Y entonces una mujer formidable sale al porche del museo y empieza a gritar: “No les dejo entrar, ¡otra vez han venido sin profesor!”. Y yo, bajita, de entre la multitud de niños, salgo protestando: “Estoy aquí”. Tendrían que haber visto la cara de la mujer. © Cámara 6 / VK
  • Mi abuela trabaja en un museo. Tenía que irse 2-3 horas al hospital, y en el trabajo no se encontró sustituta, así que yo ocupé su lugar. Estaba trabajando y se me acercó un niño con una pregunta, de la que entré en estado de shock. Me dijo: “¿Tú también estás enferma como el hombre de El curioso caso de Benjamin Button o simplemente te has conservado bien?”. Al principio no entendí qué quería de mí, pero el niño me explicó que en los museos solo trabajan ancianas y yo era joven. Ay, estos niños. © Cámara 6 / VK
  • Decidí plantearme un reto. Me di cuenta de que en mi armario todo son pantalones y suéteres, nada de lo femenino ni elegante. De alguna manera me he acostumbrado, solo voy al trabajo y al gimnasio, no hay donde ponerme atuendos bonitos. Así que decidí ir directamente a la tienda después del sueldo. Compré un vestido de noche ajustado, largo. Luego, en casa, me arrepentí pensando que no me quedaba bien. No era mi estilo en absoluto, quería volver a una sudadera y jeans. Pero para retarme, planeé una salida al teatro. Me puse el vestido nuevo y, mientras esperaba un taxi, me preocupaba por mi aspecto. Pasó junto una pareja de enamorados, el chico casi se rompe el cuello, no podía apartar los ojos de mí. La chica lo empujó y le dijo: “Deja de mirarla”. Fue el mejor cumplido. © No todo el mundo lo entenderá / VK
  • Nunca he sido especialmente exigente con mi ropa. Voy a la tienda, compro lo que me queda bien y me lo pongo hasta que se rompe. Hace poco, un amigo que estudia teatro vino y me pidió prestado mi look. Un abrigo, una bufanda, guantes, gorrobotas. Dijo que lo necesitaba para un papel y que teníamos la misma talla. Me reí y le pregunté: “¿Es el papel de un filósofo ambulante?”. Resultó que casi tenía razón. © Cámara 6 / VK
  • Conocí a una chica, muy interesante y educada. Fuimos al teatro, y por el camino el coche se caló. Me bajé, y en 15 minutos no había averiguado qué pasaba. Empecé a mirar debajo del capó. Pero entonces mi chica salió, se subió el vestido y empezó a hurgar en el coche. Tuve una disonancia cognitiva al ver a una chica frágil vestida como para un baile (se levantó el vestido para no ensuciarse), hurgando en el coche. En fin, lo arregló en 8 minutos, y creo que me voy a casar. © Caramel / VK
  • Fui al teatro con mi novio. Dos personas estaban sentadas delante de nosotros, besándose, nada tímidas. Mi novio no pudo soportarlo, se inclinó hacia ellos y les dijo con mala cara: “¿Han venido aquí a ver la obra o a hacer tonterías?”. Entonces la pareja se dio la vuelta y nos quedamos de piedra: allí estaba nuestro profesor de la universidad. Tenía unos sesenta años. No nos reconoció, o fingió no hacerlo, y se volvió mirando al escenario. Y su compañera se fue al baño. Yo, por supuesto, la seguí por curiosidad. Y ahí se aclaró todo: era nuestra compañera de clase. La misma que ni una sola vez había aparecido en sus clases, pero que mágicamente obtenía un “excelente” cada trimestre. © Caramel / VK
  • Fui con mi hija al teatro de títeres. Todo era solemne, lleno de padres con sus hijos. La típica trama de la lucha entre el bien y el mal. Al final, el héroe bueno pide a los niños ayudar a ahuyentar al villano. Todos gritan al unísono: “¡Mal, vete!”. Y de repente, un niño suelta con voz chillona: “¡Lárgate de aquí!”. Por cierto, después del final nadie lo vio con sus papás, parece que se fueron antes de que terminara la función. © Mamdarinka / VK
  • Fui con mi hija de 5 años a ver Giselle. Le expliqué de antemano que era un ballet sobre un amor trágico. Nos sentamos, ella súper atenta. De pronto, Giselle se desmaya, la música se detiene y el público guarda silencio. Y justo en ese momento se oye la voz clara de mi hija por todo el teatro: “¡Pues ya ves, no se puede confiar en los hombres! ¿Verdad, mamá?”. En el intermedio yo salí roja como tomate.
  • Estoy saliendo con un chico, pero no dejo de ver a mis amigos. Quedé con ellos para ir al teatro y le avisé a mi novio que ya tenía la noche ocupada. Me contestó: “¡Que te lo pases bien!”. Qué bien, pensé, nada de celos. Pero al final del primer acto lo vi en el balcón: en vez de ver la obra, estaba clavado mirándome con un monóculo. © Chambers ** / VK
  • Mis padres son novios desde el instituto, y mi padre siempre le ha hecho regalos originales a mi madre y ha intentado impresionarla. Así, un día sacó el asiento trasero del coche de su padre y lo cambió por dos entradas para el teatro, donde la invitó a su primera cita. De camino a casa charlaron dulcemente, él oyó el nombre de algún poeta y decidió conseguir su libro. Por más que buscó, no encontró nada a la venta, así que fue a la biblioteca y escribió a mano más de cien páginas con sus poemas... © Caramel / VK
  • Hace poco estaba en el teatro. La obra seguía su curso, todo como de costumbre, hasta que al escenario subió una señora en tacones con un iPhone en la mano. Justo durante el diálogo de los actores, contestó al teléfono y gritó que se callaran, porque “su amor” la estaba llamando, y en este teatro la conexión es mala en todas partes menos en el escenario. Se hizo el silencio en el auditorio, nadie entendía lo que estaba pasando. Los actores también se quedaron inmóviles, sin saber qué hacer. Y entonces alguien del público lanzó una manzana en su dirección, la señora se quedó confusa. El telón bajó, los actores salieron a saludar y el público estalló en aplausos. © Caramel / VK
  • Mi novia llevaba mucho tiempo tirando de mí para que fuéramos a la ópera, yo no soy muy aficionado a ese tipo de “entretenimientos”, así que llevaba mucho tiempo aplazando esta salida. La semana pasada tuve que acceder, porque ella misma ya había comprado las entradas. Desde la mañana me preparé para el espectáculo más aburrido, al principio fue así, pero literalmente en 20 minutos empecé a entender la música, me gustaba todo lo que pasaba. Después de la ópera no pude contener mis emociones, me encantó, fue como si saliera una persona diferente, quise compartir rápidamente mis impresiones con mi amada, pero ella me dijo a la salida: “La ópera es una porquería. No volveremos a ir”. © Cámara ** / VK
  • Una vez fuimos con la escuela a un pueblo de artistas. En una casa-museo, el guía muestra la habitación donde este “gran maestro” creó por última vez. A un lado, su caballete, sus pinceles y una silla alta giratoria. Al otro, sillas para los visitantes. Todos mis compañeros ya se habían sentado, pero no hubo silla suficientes. No quería estar de pie, así que, sin pensarlo, me dejé caer en la silla alta. Resultó que solo el propio artista se sentaba en esa silla. Se levantó por última vez, la giró hasta cierto punto -como un símbolo de algo- y se fue, dejando su última obra. Y yo, naturalmente, giré el asiento y lo estropeé. El guía dijo secamente: “Normalmente la silla apunta hacia allí... pero hoy ya saben por qué no es así”. Quise que me tragara la tierra. © DogoCap / Reddit
  • Fue hace un par de años, y todavía tiemblo cuando lo recuerdo. Mi esposa y yo fuimos al teatro. Bajan las luces, ella se acurruca contra mí, yo la rodeo con el brazo y empiezo a acariciarle la pierna. Durante unos dos minutos todo estuvo en silencio, hasta que de repente la mujer que estaba sentada a su lado se inclinó y me dijo: “Perdona, me estás acariciando la pierna a mí”. Inmediatamente me disculpé, pero me dieron ganas de que me tragara la tierra. Y lo peor de todo es que esto fue al principio del espectáculo, y luego estuvimos sentados uno al lado del otro durante otras dos horas. Esta mujer se lo contó todo a sus amigas y se rieron, y yo me avergoncé al máximo. Mi esposa, por suerte, también se rio, pero sigo sin entender por qué esa mujer toleró tanto como un par de minutos. © Irishchief81 / Reddit
  • Hace unos 5 años, mi novia y yo decidimos ir a la ciudad el fin de semana y fuimos a un museo. Todo era divertido e interesante. Lo miramos todo y estábamos a punto de irnos cuando, de repente, alguien que estaba cerca nos llamó: “¡Eh, dense prisa si quieren llegar, que empezamos pronto!” y nos abrió la puerta. Sin dudarlo, entramos detrás del grupo y empezamos a escuchar al guía turístico, que nos enseñó las partes secretas con animales y fósiles que no estarían expuestos, así como otras exposiciones especiales de sus bóvedas. Al cabo de unos 15 minutos, nos dimos cuenta de que nos miraban de forma extraña. Empezamos a adentrarnos cada vez más en las bóvedas cuando, de repente, un hombre mayor pregunta: “Oye, sé que tenemos una gran familia, pero por alguna razón no recuerdo a estos dos... ¿quiénes son ustedes?”. La sala se quedó en silencio, y toda la veintena de personas se nos quedó mirando... Fue tan vergonzoso que no pudimos reírnos de ello hasta pasados 10 minutos. Nos disculpamos y abandonamos la sala inmediatamente. © GoldfischausSilber / Reddit

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