16 Divorcios tan épicos que hicieron que la boda pareciera solo un ensayo

Historias
hace 3 horas

No hay nada de malo en que las personas se junten y se separen. Lo curioso es otra cosa: que a veces el divorcio ocurre por razones que parecen insignificantes, como un plato de comida o ciertos hábitos alimenticios. Y, en ocasiones, eso queda más grabado en la memoria que el matrimonio entero. Estas son algunas de esas historias compartidas por la gente en este artículo.

  • Mi hermano se está divorciando. La iniciativa fue de su esposa. Toda la familia lleva meses tratando de hacerla cambiar de opinión: él no la maltrata, trabaja, es buen esposo. ¿Entonces cuál es el problema? Su estupidez. Por alguna razón, pensó que sería gracioso burlarse de ella y hablar por teléfono con su mamá diciendo cosas como: “Ella limpia mejor que mi esposa, cocina mejor, incluso plancha mejor mis camisas”. A él le parecía divertido, pero a su esposa no. Hubo discusiones, peleas... Hasta que todo explotó con un “chiste” sobre cómo colocaba los platos, comparándola con su madre. La discusión terminó con los platos rotos. No sé en qué momento mis padres fallaron con él ni cuándo desarrolló esta idiotez, pero de lo que estoy segura es de que perdió a la mejor mujer de su vida. Mi ex cuñada encontrará a alguien mejor que mi hermano.
  • Me estoy divorciando por culpa de un plato de sopa. Mi esposo no come col en ninguna presentación, pero nuestro hijo la probó en el kínder y le encantó. A mí también me gusta, así que preparé un guiso y sobró algo de col. Decidí hacer sopa, y quedó deliciosa. A mi esposo le preparé otro plato: sopa con fideos, puré y pollo con champiñones en crema. Comimos con los niños y esperamos a que él llegara del trabajo. Cuando llegó, le serví su comida, pero en cuanto la olió, tiró todo al inodoro. Primero el plato, luego la olla entera. ¿El motivo? “Apesta a col, y no pienso comer eso”. Me advirtió que no volviera a cocinar “esa porquería” en su casa. Bueno, pues ahora se cocina él solo, porque su sopa terminó en el inodoro, yo acosté a los niños y ya no pienso seguir viviendo con él.
  • Trabajo como asistente legal. Atendimos a una pareja que se divorció por culpa de su gata. La esposa quería llamarla “Copito de Nieve” por su pelaje blanco y alimentarla solo con comida húmeda y pechuga de pollo. El esposo insistía en que debía llamarse “Lili” y comer únicamente croquetas. Pasaron un año entero peleando por quién se quedaría con la gata. Ni siquiera se preocuparon tanto por la custodia de sus tres hijos. © sxcamaro / Reddit
  • Un conocido leyó demasiados libros de psicología y se convenció de que su esposa le era infiel. En el libro decía: “Si tu mujer llega a casa feliz, te abraza y te besa, seguro tiene a otro”. Así que, cuando ella llegó de buen humor, él le arruinó el día: la hizo llorar y armó un escándalo. Más tarde descubrió que era su aniversario de bodas. Ella solo quería felicitarlo. Incluso le había comprado un regalo. Ahora él vive solo en una habitación rentada y sigue convencido de que el aniversario y el regalo eran una farsa para encubrir la infidelidad.
  • Un amigo tenía una esposa que decidió estudiar psicología. Y, ¿dónde aplicar sus conocimientos? Pues en él. Un día le entregó una lista de 50 requisitos que debía cumplir. Durante seis meses intentó adaptarse, pero al final dijo: “Hasta aquí”. Ella pidió el divorcio. Todos pensaban que era una broma, porque llevaban 28 años juntos, tenían dos hijas y dos nietos, pero se divorciaron. Años después, él sigue sin entender qué pasó. Sus amigos y su familia siguen en contacto con él, sus hijas y nietos lo visitan todo el tiempo. En cambio, su exesposa cortó todo contacto y desapareció.
  • Recibí mi acta de divorcio, me subí a un auto deportivo (de alquiler, pero el detalle cuenta), conduje por la carretera cantando a todo pulmón y tiré mi anillo de bodas desde un puente. A lo mejor alguien lo encuentra, lo vende en una casa de empeño y se alegra. ¿El motivo del divorcio? Mi esposo me dejó porque soy infértil. Lo sabía antes de casarnos y decía que no le importaba. Y no es que de repente quisiera tener hijos y se marchara en silencio, no. Me culpó de no haber congelado mis óvulos cuando tenía 17 años, cuando me diagnosticaron la enfermedad. Durante un mes me atormentó con reproches hasta que, al final, se largó. Pues que le vaya bien. Yo aún me casaré de nuevo, adoptaremos niños de un orfanato, compraremos una casa enorme y seremos felices.
  • Me divorcio de mi esposo por culpa de un perro. Estábamos hablando de tener un hijo y me dijo: “Bueno, ya jugaste suficiente, regala al perro y tengamos un bebé”. ¿Que ya jugué suficiente? Ese cachorro me costó más de 3 mil dólares. No fue una compra impulsiva: ahorré para él, esperé dos años y medio en la lista de espera del criadero, investigué todo sobre la raza, hablé con dueños, fui a exposiciones. Mi perro llegó a mi vida mucho antes que mi esposo. No supo responder qué tenía de malo que un niño creciera con un perro. Su único argumento era: “¿Y si le da alergia?”. Ok, ¿y si no? Evidentemente, si el niño tuviera alergia, buscaríamos una solución. Mis padres, que viven a solo dos casas de distancia y aman al perro, podrían cuidarlo. Pero regalarlo solo por un “¿y si...?” no es opción. En mi cumpleaños, mi esposo apagó las velas del pastel y delante de toda la familia “bromeó” pidiendo que el perro se perdiera en un paseo para que él pudiera ser padre al fin. Al día siguiente, pedí el divorcio.
  • Hace unos años, mi primo fue abandonado por su esposa. Sin razones, sin infidelidades, sin peleas. Solo le dijo: “No puedo más” y se fue, dejando todo atrás. Todos pensaban que estaba loco. Pero tuve que vivir con ella un mes y entendí todo. Llora por todo. No en silencio, sino involucrándote en su drama. Puede llorar siete veces al día por tonterías. Y cuando termina, se siente mejor, porque ha soltado su carga emocional. Pero los demás terminamos agotados. Ya no me sorprende que su esposo la dejara, sino que haya soportado diez años con ella.
  • Estaba de visita en casa de una amiga casada. Su esposo, en tono de broma, me dice: “Bueno, cuéntame, ¿cuántos amantes tienes?” Le respondí: “¿Con qué intención preguntas? ¿Quieres competir con mi esposo a ver quién tiene más cuernos?” A la mañana siguiente, mi amiga me llamó llorando. Resulta que, después de que me fui, su esposo tomó su teléfono por primera vez (nunca antes lo había revisado) y descubrió su chat con un amante. Yo ni siquiera sabía que ella le era infiel. Ahora él ha pedido el divorcio y le dio una semana para que se fuera de su casa. Lo más absurdo de todo es que me culpa a mí por lo sucedido.
  • Una vez mi mamá me pidió que cuidara de mi abuelo de 83 años y que me quedara a vivir con él durante un mes. En ese momento, mi esposo y yo vivíamos en una casa de madera sin comodidades, con un calor insoportable, así que me alegré de poder estar en un departamento bien acondicionado por un tiempo. Pero mi esposo se puso terco: decía que estábamos bien donde estábamos y que mi mamá debía cuidar a su propio padre. Mi abuelo prácticamente me crió: me cargaba en la espalda, me recogía del kínder, me llevaba al parque de atracciones y a ver los fuegos artificiales. Así que, cuando tuve que elegir, lo elegí a él. Al final, igual me divorcié de mi esposo, porque resultó ser un completo desgraciado y durante años me guardó rencor por dejarlo. Menos de un año después, mi abuelo falleció. Pero sé con absoluta certeza que nunca me arrepentiré de la decisión que tomé.
  • Mi padre era abogado de divorcios. Una vez tuvo una clienta que quería separarse de su esposo por dos razones: tenía muy poco vello en el pecho y no conducía lo suficientemente rápido. Ah, sí, esto fue en los años 70, cuando aparentemente el vello en el pecho era un factor determinante en una relación. © Bodhi_ZA / Reddit
  • Yo tuve un cliente que pidió el divorcio porque su esposa, todas las mañanas, le preguntaba qué tipo de café quería. Durante siete años. © BlankSmitty / Reddit
  • La esposa de un amigo pidió el divorcio y ahora está peleando en los tribunales para quedarse con la mitad de todo lo que él tiene. Y él me culpa a mí. Resulta que él le era infiel y usaba la excusa de que estaba en mi casa para encubrirse. Un día, le dijo a su esposa que se quedaría conmigo, pero ella, en lugar de llamarme a mí, llamó a mi esposa. Obviamente, mi esposa le dijo la verdad: que hacía mucho que él no venía a casa. Al día siguiente, me llamó furioso, reclamándome que, por mi culpa, su matrimonio se había arruinado y su esposa ahora le estaba exigiendo la mitad de su negocio.
  • Mis vecinos, una pareja llamada Susana y Sergio, siempre fueron el ejemplo del amor perfecto. Juntos desde la escuela, con más de 40 años, tres hijos. Él adoraba a los niños, la llamaba “mi lucecita”, y ella lo miraba con total devoción. Y de repente, Sergio empaca sus cosas y dice que se va con otra mujer. Que llevan dos meses juntos y que se aman. Lo peor es que la casa, que aún están pagando, debe dividirse, porque su nueva novia vive en un departamento rentado. Nadie sospechaba nada: ni su esposa, ni los niños, ni la familia. Susana pasó dos semanas en shock, llorando sin parar. Pero luego se levantó, se recompuso y siguió con su vida. Unos meses después, él regresó arrepentido. “No funcionó la relación, perdóname, mi amor, fue un error”. Susana lo escuchó atentamente y le respondió: “Ya pedí el divorcio”. Sí, le dolía haber desperdiciado tantos años, pero la traición no la iba a perdonar.
  • Me divorcié de mi primer esposo porque siempre se comía lo mejor de la comida que preparaba. Por ejemplo, cuando hacía arroz con carne, él se comía toda la carne y me dejaba con arroz solo. Si preparaba sopa con albóndigas, después de que él comía, quedaba solo caldo sin albóndigas. Pero la gota que derramó el vaso fue cuando un día, mientras yo salía a pasear con nuestro hijo, él se llevó todas las papas para un día de pesca. Era la última comida que teníamos en casa y faltaban varios días para que nos pagaran.
  • Una conocida se inscribió en un curso de “autodesarrollo” donde, según ella, le “abrieron los ojos”. De repente, se dio cuenta de que su esposo no le daba dinero, no ayudaba en casa y nunca la llevaba de vacaciones. Así que pidió el divorcio. La realidad era otra: su esposo cubría todos los gastos del hogar, pagaba las facturas, compraba la comida, los llevaba de vacaciones una vez al año. Vivían en un departamento que él había comprado antes del matrimonio. Cada mañana, él se encargaba de vestir y llevar a los niños al colegio, para que ella pudiera descansar antes de ir a trabajar (tres veces por semana como cosmetóloga en casa). Cuando los niños supieron del divorcio, dijeron que no querían vivir con su madre. Ahora ella está en juicio peleando por la casa.

Y los protagonistas de otro artículo decidieron darle un toque de ternura a la historia y mostraron cómo han cambiado a lo largo de los años junto a sus seres queridos.

Comentarios

Recibir notificaciones
Aún no hay comentarios. ¡Puedes ser el primero!

Lecturas relacionadas