16 Historias “oídas por ahí” sobre las graciosas travesuras que solo pueden cometer nuestras mascotas

Historias
hace 6 años

Las mascotas son unas criaturas extremadamente traviesas e ingeniosas. Y gracias a estas cualidades, muchas veces divierten a sus dueños hasta las lágrimas, sorprendiéndolos con sus decisiones, su originalidad y su lógica absolutamente irrepetible.

Genial.guru ha recopilado las historias más populares y recientes del grupo “Oído por ahí” de las personas que se enfrentan periódicamente a los divertidos hábitos de sus amadas mascotas.

  • Es de noche, estoy preparando la cena. Mi gata se frota contra mis pies, me pide que le dé algo. Corto un poco de carne, se la doy y le digo que no habrá más, que ahora espere su comida (la alimentamos siempre a la misma hora). Ella lame demostrativamente los bordes de su cuenco con los restos del alimento de la mañana y se acuesta junto a él, expresando con todo su ser el dolor de la hambruna. Hasta le hubiera creído, si no viera la grasita que se le junta en los pliegues de los costados.
  • Adopté un perro, un callejero común y corriente. ¡Pero cómo insinúa dramáticamente que es hora de ir a pasear! Se sube al alféizar de la ventana como un gato y mira a lo lejos. Puede pasar así tres horas seguidas. Los ojos llenos de lágrimas, los suspiros profundos... ¡Hasta envidio tanta habilidad actoral! Por las dudas aclaro que no soy una tirana y la paseo regularmente.
  • Invité a una chica a mi casa por primera vez y, de paso, le presenté a mi gato. Fue muy divertido verla a ella, que toda su vida tuvo perros, acariciando torpemente a un gato como si fuera un can. Pero mi peludo no me falló: hasta le dio la pata.
  • Temprano por la mañana. Todavía no ha amanecido. Estamos con mi gato abrazados en la cocina. Yo bebo café y fumo. El gato, que me abraza con las cuatro patas, cuelga de mí, ronronea, entrecierra los ojos, y hasta babea de placer, metiendo de vez en cuando la nariz en la taza para oler mi café. Estos abrazos nos duran una media hora. Y me levanto tan temprano específicamente para abrazar al gato. Porque después, durante todo el día, ese brutal pelirrojo de 7 kilos hace de cuenta que ni me conoce.
  • Tengo un perro. Todos los veranos, mi esposo y yo vamos a nuestra casa de campo y, una vez, en el jardín, se estableció una familia de erizos. Estábamos haciendo barbacoa cuando, de pronto, el perro vino corriendo y comenzó a suplicarme por un pedacito con esa mirada imposible de resistir. Bueno, le di un trozo, se fue a alguna parte, pero después de 5 minutos regresó y me pidió más. Le di otro trozo, y así unas 7 veces. Entonces me di cuenta de que algo estaba pasando y fui a ver hacia dónde corría. Llegué y vi la siguiente escena: un erizo sentado, y junto a él, mi perro con un montoncito de carne asada.
  • Llegué a casa y mi gato se arrojó a mis pies, maullando, casi convulsionando del hambre, por lo que corrí a alimentarlo. Se terminó un paquete de comida entero y se puso a maullar de nuevo. Desde la sala, la voz de mi esposo dijo: “no alimentes al gato, ya le di de comer yo cuando llegué”. Pero qué payaso astuto, pensé. Le conté el episodio a mi madre, quien, a su vez, me contó que ella también le había dado de comer una hora antes, mientras cuidaba a mi pequeña hija. Y cuando ese travieso se dio cuenta de que su plan había sido descubierto y que no obtendría nada más, dejó de maullar, se sentó en un rincón y comenzó a lamerse metódicamente.
  • Tengo un perro perezoso. No se levanta por la mañana para dar un paseo; hay que despertarlo y obligarlo a ir. Si esto no se hace, él se despierta a las 2 de la tarde y te hará un favor perezosamente, como diciendo, bueno, está bien, vamos. Y si algo le impide dormir, se enoja. Por ejemplo, una vez mi hermana y yo nos atrevimos a poner demasiado fuerte un video en la tableta en la cocina. Entonces entró corriendo, nos gruñó, nos ladró y se fue a seguir durmiendo. Y dicen que los Spitz son unos perros activos.
  • Mi enorme y peludo gato naranja es el animal más encantador que existe, ¡pero qué tonto que es! Cuando le afeitaron el estómago para hacerle una ecografía, mordió sus pezones durante varias semanas, pensando que se le había pegado algo. Afortunadamente, su pelo creció antes de que terminara arrancándoselos.
  • Invierno, una jauría de perros callejeros. Trataba de alimentarlos las veces que pudiera. Un día, me quedé dormida y llegaba tarde al trabajo, así que decidí cortar el camino. Iba corriendo entre unos garajes, me resbalé y me caí. Y vi que ese montón de perros venía corriendo hacia mí... Honestamente, ni siquiera tuve tiempo de pensar en nada, y ellos llegaron y comenzaron a lamerme. Eso sí que es bondad. Mía no, la de los perros.
  • Mi gato favorito era un francotirador. Nunca corría detrás de las moscas para atraparlas. Cuando aparecía una en la casa, se ponía en su posición: se tumbaba en la postura de la Esfinge y esperaba el momento en que la mosca volara a una pata extendida de distancia. Podría esperar 2 horas así, siguiendo al insecto con los ojos. Y siempre llegaba ese momento perfecto para el zarpazo fatal.
  • Fui a visitar a mi madre. Entré y la vi riendo a carcajadas, hasta las lágrimas. Entonces me contó lo que había pasado: ella estaba haciendo chuletas fritas, poniendo las que estaban listas en un plato. Al lado estaba sentado nuestro gato, que fingía que las chuletas no le interesaban para nada, hasta miraba para otro lado. Mi madre estaba por poner en el plato otra porción cuando se dio cuenta de que faltaba una. El gato seguía sentado en el mismo lugar, mirando a mi madre. Estuvieron un tiempo así, mirándose, y entonces el gato lanzó un grito y salió corriendo, dejando una chuleta humeante en el lugar donde estaba sentado. Se la había robado y no se le había ocurrido nada mejor que sentarse sobre ella.
  • Estaba en la cocina, comiendo sushi. Mi perro estaba a mi lado, pidiéndome un poco. Se acercaba de un lado, luego del otro, llorando y poniendo ojos de súplica. Pero yo no le daba nada, porque no quería que se acostumbrara a pedir comida. De repente, él saltó, ladró y corrió hacia el pasillo de entrada. Generalmente, hace eso cuando viene alguien. Fui a ver quién podía ser, pero no había nadie. Volví a la cocina, y el perro... estaba comiéndose mi sushi.
  • Sucedió en nuestra casa de campo. Mi padre escuchó un grito desde la calle: “¡quiten al gato!” Miró por la ventana y vio a un chico de unos 15 años luchando contra nuestro gato: agitaba su camisa en el aire y detrás de él, su pastor alemán se apretaba contra sus pies y lloraba lastimeramente. Después de arrastrar a la bestia, papá averiguó lo que había pasado. Nuestro gatito dormitaba pacíficamente en unos arbustos cerca del camino. El adolescente pasaba por ahí con su perro, vio al gato dormido y decidió incitar al perro a que lo atacara, solo por diversión, cosa que terminó pagando caro. Nuestra mascota era una autoridad local, hasta los perros vecinos le tenían miedo.
  • En nuestra casa apareció una “amante”. O, mejor dicho, es lo que cree nuestro perro. Tiene un juguete que se parece a una escoba. Y cada vez que escucha la palabra “amante”, hasta por televisión, trae ese juguete.
  • Soy una verdadera fanática de los perros. Hay 5 en mi casa, y cada uno tiene su propia historia sobre cómo llegó a mí, una más interesante que la otra. Y también tengo una gata, que un día simplemente apareció en mi casa, no tengo idea de dónde. Y ahora mis perros la idolatran. Los maneja como quiere. Hasta se niegan a salir de casa sin ella. Tengo que pasear a cinco perros y además llevar en brazos a esa esponjosa, mirando cómo cada dos minutos los canes se dan vuelta para ver si ella sigue allí.
  • Rescaté a una cabra bebé moribunda de cinco días de edad, la alimenté con un biberón y creció con nuestros cuatro perros. Ahora es una cabra adulta, pero cree sinceramente que es un perro. Tiene todos los hábitos caninos. Y así vivimos: los perros que, ante cualquier peligro se esconden detrás de la cabra, y la cabra que está convencida de que es un can.

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