16 Anécdotas insólitas que solo podrían pasar en un café

Cada vez que dices kétchup, chofer o caricatura, sin darte cuenta, estás usando palabras que emprendieron una curiosa travesía lingüística a lo largo de la historia hasta llegar a la lengua española. Piensa en el español como una maleta cargada de extranjerismos, esas palabras que adoptamos de otras lenguas y que con el tiempo se convierten en parte de nuestro día a día.
Si constantemente te preguntas el origen de las palabras, en este artículo conocerás 17 términos que seguramente jamás imaginaste que no tienen sus raíces en el español que se habla en la actualidad. Prepara papel y bolígrafo para que no se te escape ningún dato, ¡comencemos!
A diferencia de los extranjerismos —palabras tomadas de otras lenguas, como fútbol del inglés o ballet del francés—, los americanismos léxicos son términos propios del español que surgieron en América o que provienen de lenguas nativas del continente, como el náhuatl, el quechua o el taíno. Se trata de palabras y acepciones que, aunque originalmente eran usadas por comunidades originarias, se incorporaron a distintas variedades del español.
Aunque se desconoce en qué momento de la historia de la humanidad comenzó a usarse y consumirse el chicle, que también se conoce como goma de mascar, lo que sí se sabe es su origen y las culturas que le dieron nombre.
Esta palabra se incorporó al español a través del náhuatl, una lengua originaria de México que continúa siendo hablada en el país por más de un millón y medio de personas. Esta golosina era utilizada por los mayas, quienes a partir del chicozapote, un árbol endémico de la zona, obtenían una resina masticable para limpiar los dientes y reparar objetos.
A pesar de que en maya se le conocía como sicté, esta palabra fue más tarde adoptada por los aztecas, quienes la renombraron como tzictli —una cosa pegajosa—. ¿Sabías que su origen fuera tan antiguo?
La palabra ‘canoa’, un bote estrecho de madera, tiene sus orígenes en la lengua taína, cuyos hablantes se encontraban establecidos en una zona del Caribe conocida como las Antillas Mayores, comprendida por países como: Puerto Rico, República Dominicana, Haití, Cuba y Jamaica.
Esta fue una de las primeras palabras provenientes de una lengua nativa de América que se introdujo al español a la llegada de los españoles al continente. Su primera aparición se puede constatar en el libro Vocabulario español-latino, un diccionario publicado en 1495 y escrito por Antonio de Nebrija, a quien se le conoce como el padre de la gramática española.
La palabra cancha, ampliamente utilizada en Latinoamérica para referirse a un campo deportivo, tiene su origen en el quechua, una lengua nativa de las zonas andinas de Sudamérica, aún hablada por habitantes de Perú, Bolivia y Ecuador.
Este término proviene de kancha, que significa “recinto” o “cercado”, lo cual encaja perfectamente con la idea de un espacio destinado a la práctica de deportes como el fútbol. Curiosamente, esta acepción surge de otro vocablo quechua, kamcha, que se refiere a las palomitas de maíz, conocidas en Perú como canchita.
El origen del nombre de estos divertidos y astutos animalitos tiene su origen en el vocablo náhuatl mapach, que significa “animal que toma las cosas con la mano”, aludiendo a la gran habilidad que poseen los mapaches en sus manos, lo que les permite sostener objetos, abrir puertas e inclusive frotarlas entre sí antes de saborear su comida.
A pesar de que existe un debate entre si la palabra huracán es originalmente un vocablo de origen taíno o maya, lo cierto es que la palabra hurakán, del taíno, es la que más se acerca a la acepción que actualmente conocemos y usamos. Esta significa centro del viento, describiendo con precisión la naturaleza de este fenómeno meteorológico.
La lengua española también conserva una profunda huella de la lengua árabe, fruto de más de ocho siglos de presencia musulmana en la Península Ibérica. Durante este periodo, el constante contacto entre comunidades árabes e hispánicas propició un cambio lingüístico que dejó cerca de cuatro mil palabras de origen árabe incorporadas al español, que hoy conocemos como arabismos.
A pesar de que en otras lenguas romances como el francés o el italiano las aceitunas son nombradas a partir de su origen latino, olivo, en español la historia es diferente gracias a la extensa presencia árabe en la región. Este producto que degustamos en diversas comidas y bebidas, proviene del término árabe az-zayt, que significa aceite, pasando a zaytūnah, en referencia al aceite obtenido de este fruto que, curiosamente llamamos aceite de oliva y no de aceituna.
Con o sin azúcar, el nombre de esta popular bebida tiene un recorrido fascinante que nos lleva desde los campos de Etiopía hasta las cafeterías de hoy. Su origen se remonta al término árabe qahwa, que significa “bebida estimulante”, y que a su vez está relacionado con la palabra Kaffa, una región etiope considerada como la cuna del café.
Se cree que esta palabra luego se tradujo al turco kahve, que eventualmente mutó al italiano como caffe y finalmente llegó al español como la conocemos hoy.
Seguramente no se te había cruzado por la mente al saborear unas deliciosas albóndigas, pero el origen del nombre de este popular platillo se remonta a la época del Al-Ándalus en España, cuando la influencia árabe transformó la gastronomía de la península.
Es así que el nacimiento de esta palabra se remonta a la palabra albúnduqa, del árabe andalusí, que a su vez deriva de al-bunduqah, en árabe clásico, cuyo significado hace referencia a las avellanas por su forma redonda. Sin duda es una historia que no podrás dejar pasar la próxima vez que cocines albóndigas para la cena.
Entre los muchos legados que dejó la presencia árabe en la península ibérica, uno de los más importantes sin duda es el algodón. Fueron los árabes quienes en el siglo XII introdujeron esta valiosa materia prima a la región, por lo que no es una casualidad que el algodón tenga su origen en el término al-qutun.
Además de las influencias por parte de las lenguas antes mencionadas, el español también recibió una importante herencia léxica por parte del italiano, como resultado de los vínculos culturales, comerciales y artísticos entre España e Italia. Gracias a ellos, el español cuenta con una amplia variedad de italianismos, especialmente relacionados con ámbitos como el arte, la música y la gastronomía.
Aunque se cree que la acuarela es originaria de China, la palabra acuarela llegó al español a través del vocablo italiano acquarella, que es un diminutivo de la palabra acqua —agua—, haciendo alusión a la ligereza y transparencia propias de esta popular técnica de pintura. ¿Imaginabas que este era su significado?
Es posible que escuches la palabra brújula y te imagines que de alguna forma está relacionada con las brujas, sin embargo, esta idea no podría estar más equivocada, pues en realidad, el origen de esta palabra entraña las travesías de los navegantes italianos, particularmente de genoveses. Por lo que no es de extrañarse que este término se asimilara en la lengua española.
El nombre de este artefacto proviene de la palabra italiana bussola, derivada del latín buxis, que significa “caja de madera de boj”, refiriéndose a la cajita de madera que contenía el imán de la aguja en las brújulas.
La palabra caricatura llegó a la lengua española desde el italiano, así como muchos otros términos relacionados con el arte. Su origen se remonta a caricare, un vocablo que Aníbal Carracci, un pintor del Barroco italiano, usaba para describir a los dibujos que exageraban los rasgos físicos de una persona con fines humorísticos o críticos.
A medida que esta expresión de arte se extendió por el continente europeo, la palabra fue adoptada por otras lenguas, como el español.
Lo ves en la joyería, electrónica, óptica y relojería, pero ¿sabes el origen de su nombre? El cuarzo, palabra que hoy usamos para nombrar uno de los minerales más comunes y apreciados del planeta, llegó al español desde el alemán Quarz, un término que, a su vez, proviene del eslavo, donde se asociaba con la idea de “duro”, una característica que describe perfectamente la resistencia de este mineral.
La palabra karaoke, hoy tan común en reuniones familiares, nació en Japón en los años 70, cuando un joven músico llamado Daisuke Inoue inventó una máquina que permitía cantar al público sobre una pista musical sin voz. Esta idea le resultó tan brillante a muchos que significó la llegada de una nueva forma de entretenimiento, y por supuesto, de un nuevo concepto.
Esta término está compuesto por kara “vacío” y okesutora “orquesta”, por lo que su significado apunta a ser “orquesta vacía”. A medida que este invento se extendió a otros lugares de Asia y eventualmente a occidente, múltiples lenguas adoptaron su uso, entre ellas, el español.
Aunque solemos asociar a los tulipanes con los campos holandeses, su nombre y su historia tienen raíces mucho más orientales. La palabra tulipán llegó al español a través de una curiosa travesía lingüística que comenzó en Persia y pasó por Turquía antes de aterrizar en Europa.
En persa, dulband significaba “turbante”, un término que luego adoptaron los turcos otomanos como tülbend para referirse a esta flor. ¿La razón? Cuando la flor del tulipán está cerrada, esta recuerda a la forma de un turbante enrollado.
Antes de que las calles conocieran el automóvil moderno, ya existía una palabra que, sin saberlo, se convertiría en sinónimo de conductor: chauffeur. En francés, esta palabra significa “calentador”, debido a que los primeros vehículos funcionaban con vapor y la persona que se encargaba de alimentar las calderas con carbón era llamada chauffeur.
A la llegada de los autos con motor de explosión a Francia, se optó por reutilizar este término y resignificarlo, pasando de ser la persona designada para calentar el motor a vapor a quien conduce un automóvil. Debido a la influencia cultural francesa en España y América Latina, chauffeur fue adoptado rápidamente por el español, castellanizándose como chofer o chófer.
¿Te imaginas una papas fritas sin kétchup? La historia de esta salsa comienza muy lejos del condimento con tomate proveniente de Estados Unidos. El término kétchup, también conocido como catsup, tiene su origen en el vocablo chino kôe-chiap, que significa “salsa de pescado en salmuera”.
Sin una sola pizca de tomate, esta antigua salsa fue traída al viejo continente por comerciantes británicos, y con el paso del tiempo la receta cambió radicalmente cuando el empresario estadounidense Henry J. Heinz tuvo la idea de agregarle tomate, azúcar y vinagre, dándole vida al kétchup moderno.
Gracias a su gran popularidad y comercialización, así como la cercanía de Estados Unidos con América Latina, el nombre de esta salsa rápidamente fue adoptada por el español.
Como ves, cada palabra proveniente de otros idiomas que se cuela en nuestro vocabulario no solo enriquece el idioma, sino que también nos cuenta una historia de encuentros, viajes, inventos y sabores. Si te gustó este artículo, ¡no te lo quedes solo para ti! Mejor compártelo con tus amigos y familiares curiosos de los datos lingüísticos.