17 Situaciones de hospitalidad tan inusuales que es difícil creer que sean consideradas normales

Historias
hace 8 meses

Es comprensible que no siempre se visite a familiares y amigos para comer. Sin embargo, es decepcionante cuando te invitan, por ejemplo, a un cumpleaños o una boda, prometen delicias y al final solo te ofrecen media albóndiga. Los usuarios de Internet compartieron historias sobre este tipo de «hospitalidad» que no se olvida fácilmente.

  • No como mayonesa. En general, esto no es un problema, ya que suele haber alternativas en la mesa. Pero una vez estuve en una casa donde todos los platillos llevaban mayonesa, incluso el arenque. Solo tomé dos rebanadas de embutidos y la anfitriona, sin preguntar, puso una cucharada de mayonesa encima.
  • Estuve en una situación similar. No como cebolla cruda, pero siempre hay algo sin cebolla en la mesa. Sin embargo, una vez fui a una casa donde había cebolla en todo. El pan y el pastel fueron mis platillos favoritos esa noche.
  • Cuando era niña, una amiga me invitó a su cumpleaños. Antes de servir la comida principal, puso un vaso de limonada con galletas trituradas dentro. La mezcla se hinchaba cada segundo, y su aspecto y sabor eran repulsivos. Insistía en que comiera, diciendo que estaba delicioso. No pude tomar ni un sorbo y no comí nada más, alegando que no tenía hambre. Pero el recuerdo lo tengo todo la vida.
  • Una pariente mía solía decir a los invitados, al servirles, que ciertos alimentos, como los champiñones encurtidos, eran de la última porción disponible. Esas palabras hacían que los champiñones se nos atascaran en la garganta, haciéndonos sentir como si estuviéramos abusando de la hospitalidad de los anfitriones.
  • Un colega me invitó junto con mi hija al cumpleaños de su hijo. Al llegar, acompañó a mi hija donde estaban los demás niños y me ubicó en la cocina con otras dos madres. Durante dos horas, él y su esposa se dedicaron a los niños, mientras nosotras permanecíamos sentadas sin hacer nada. No nos ofrecieron ni siquiera agua. Decidí llevarme a mi hija y marcharnos antes de que sacaran el pastel. La única «actividad» para los niños consistía en sentarse a ver una película en la televisión.
  • Me invitaron a una boda en una cafetería, pero olvidaron advertirme que cada invitado debía pagar por su cuenta. Así que solo llevaba poco dinero. Terminé pidiendo solo frutas, fingiendo estar a dieta. Luego, alguien difundió rumores de que había pedido bistecs y bebidas, pero no pagué y me fui de la boda. Por supuesto, no volví a hablar ni con la novia ni con ese grupo de personas.
  • Una pariente nuestra solía limpiar la mesa deslizando los restos de comida de los platos compartidos directamente a los platos de los invitados, como si estuviera descartando sobras en la basura. Me dejó impactada.
  • Hace muchos años, unos compatriotas nos sorprendieron al invitarnos a su casa. Éramos entre 7 y 8 personas, pero solo sirvieron 6 albóndigas, 2 trozos de pescado frito, un plato pequeño de puré y una ensalada en un cuenco diminuto. La anfitriona nos repartió media albóndiga y una cucharada de puré a cada uno. A pesar del tiempo transcurrido, aún lo recuerdo vívidamente.
  • Mi hija, que por entonces tenía unos 8 años, fue invitada al cumpleaños de una amiga. Al regresar a casa, noté su tristeza. Me explicó que mientras los niños jugaban en una habitación, los adultos se encontraban en otra. La cumpleañera iba de un lado a otro para comer. Al preguntarle si al menos le habían ofrecido pastel, me dijo que solo vio a su amiga acercarse con un trozo de pastel que ya estaba comiendo. Eso me enfadó, así que mi hija y yo salimos a comprar un pastel.
  • Mi exmarido tenía ciertos amigos que nos invitaron a una carne asada. Al llegar, descubrimos que había muy poca carne, apenas suficiente para una persona. Me resulta difícil entender la razón de invitar a personas ante tal situación.
  • Los padrinos de mi esposo nos invitaron a un cumpleaños, junto con toda la familia de su esposo e hijos. Éramos unas 15 personas, pero la mesa estaba cubierta principalmente de aperitivos y embutidos. Tras un breve refrigerio, los hombres salieron a tomar aire. Al volver, encontramos la mesa despejada y los aperitivos restantes guardados en la cocina y el refrigerador. Así terminó todo. Nos fuimos a casa...
  • Conocía a unas personas que me invitaban a menudo, a pesar de mi apretada agenda laboral. En ocasiones aceptaba y entonces comenzaban las peticiones: «Trae guisantes, crema, pepinos, pan...» Así seguía todo el día, con llamadas recordando que «faltaban hierbas, faltaban papas...» Al final, yo terminaba llevando todos los ingredientes para la ensalada rusa y el pastel. Por supuesto, nunca tenía tiempo de esperar a que cocinaran, así que me marchaba. Después de un par de años, dejé de comunicarme con ellos.
  • Una vez, fuimos a la casa de unos amigos de mi esposo. Yo estaba embarazada. El día anterior a nuestra visita, llamaron para confirmar mi dieta y preguntar si nos importaría que pidieran pizza. Como es habitual, no comimos antes de ir, sabiendo que nos esperaba comida. Sin embargo, llevamos pasteles para no llegar con las manos vacías. Después de 3.5-4 horas allí, no apareció ninguna pizza. La anfitriona se disculpó por no haberla pedido, alegando que no sabían cuál nos gustaba. Afortunadamente, teníamos los pasteles.
  • Una amiga me invitó a su cumpleaños. Al llegar con mi esposo, solo encontramos ensalada de betabel en la mesa. Había pechugas de pollo, pero mi amiga esperaba a su esposo del trabajo. En cuanto llegó, ella le cocinó el pollo, sin ofrecernos nada a nosotros. Desde entonces, he dejado de comer ensalada de betabel.
  • La única visita que realmente me sorprendió fue una en la que no nos dieron de comer. Nos dijeron que había carne y papas, pero que la carne debía ser asada y las papas peladas y cocidas. Nadie se ocupó de ello. Nos pusieron un plato de pistachos en la mesa, que fue lo que comimos para saciar el hambre. Sin embargo, al salir, disfrutamos de una buena comida en una cafetería. Nunca entendimos qué sucedió.
  • La madre de mi esposo nos invitó a su cumpleaños para un almuerzo al mediodía. Al llegar, descubrimos que no estaba, se había ido a su casa de campo el día anterior. Mi suegro estaba perplejo, no sabía nada al respecto. La nevera estaba vacía. En ese entonces no había teléfonos móviles. Todos estaban preocupados... Cerca de las tres, la «estrella» del día apareció y desde la puerta exclamó: «¿Por qué no está todo listo?»

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