18 Alumnos que se fueron a casa con un aprobado y con la boca abierta de incredulidad

Historias
hace 11 meses

Los exámenes suelen poner nervioso a cualquiera, y los alumnos estudiosos no son la excepción. Pero hay veces, en la escuela o la universidad, en que estas situaciones no terminan tan mal. Dependiendo de a quién se le pregunte, una prueba puede convertirse en una historia de la cual reírse en un futuro.

  • Me pasó en un examen oral de anatomía; antes de ir a rendir, tuve un problema muy serio en casa, tanto así que me bloqueé por completo y no podía articular palabra alguna a pesar de saber las respuestas. Se extrañaron mucho, pero igual me aprobaron. Quedé muy sorprendida. © Gladys Hernani Ferro / Facebook
  • Mi profesor de matemáticas de la secundaria, el loco Ulloa, de un momento a otro decía: “Saquen una hoja y un lápiz. ¡Examen!”. Por supuesto, todos protestábamos diciendo: “Profe, pero no avisó”. Él respondía: “Alumnos, es fácil. Solo apliquen esta fórmula”. Escribía la fórmula, hacía la pregunta y decía: “Ya vengo. Abran sus libros y cuadernos”. Cuando se iba, obvio todos con libro y cuaderno en mano, porque nos dejaba solos en un aula de 52 alumnos. A los pocos minutos regresaba y se reía diciendo: “No la van a encontrar ni en el libro ni en el cuaderno. Esa fórmula la inventé yo”. © Roberto Villegas / Facebook
  • Una vez había un examen de filosofía y no había estudiado nada. Cuando empecé a leerlo, al final había una nota que decía: “Si leíste hasta aquí sin llenar nada, entrega el examen y estás aprobado”. Riéndome, me levanté y le entregué el examen al profesor. Pasé con A+ solo por leer. Todos se preguntaron qué había pasado y cuando se dieron cuenta, ya era tarde. © Gerson Santiago Inoa Martinez / Facebook
  • Mi maestra de matemáticas llegaba y decía: “Hoy vamos a repasar lo que vimos ayer. Danubio, sal del aula”. Yo le contestaba: “Pero ¿por qué? Yo no he hecho nada malo”. Ella respondía: “Yo sé que te lo sabes. Si te quedas, te aburres y molestas”. © Danubio Salas / Facebook
  • Mi profesor de anatomía nos hacía estudiar muchísimo y a diario, y aun llevando calificación de exentos, para el examen final nos hacía acudir, nada más para nombrar a los exentos y decir que los que había nombrado ya se podían ir. © Ma Laura Lopez Garcia / Facebook
  • El profesor de matemáticas realizó un examen en el que muy pocos sacamos la máxima nota. Fuimos elegidos para representar al colegio en un concurso regional interescolar de matemáticas. En los tres concursos que hubo, pude obtener los primeros puestos, así que pasé el resto del año exonerado de las clases. Nunca se lo conté a mi madre y ese tiempo me lo pasé jugando al fútbol© Ander GR / Facebook
  • A mí me pasó con un profesor de geografía. Siempre tuve muy buenas notas, pero ese día no había estudiado nada. No bien me dio el examen, le dije: “Profe, le pido disculpas, pero no pude estudiar y me parece correcto decírselo antes de que pierda el tiempo. Me voy a esperar afuera a que el resto termine”. Cuando todos terminaron, entregó las notas y me había puesto un 10 por honestidad. En el próximo examen mis compañeros intentaron hacer lo mismo y les puso un 1 a todos. © Emmanuel Celiz / Facebook
  • Tenía un examen oral de derecho tributario y tenía que responder frente a los demás alumnos. El profesor me hizo la pregunta y yo, para no ponerme nerviosa, miré a un chico de la clase que tenía las piernas muy velludas y comencé a reírme. Me dio mucha risa y no podía decir una sola palabra. Me reí tanto que el profesor me dijo: “Señorita, váyase y mañana le hago de nuevo el examen”. Al día siguiente repetí el examen y esta vez sí que lo pasé con 100, porque me concentré para no ver a mis compañeros. © Luzy Ramos / Facebook
  • Tenía un profesor de termodinámica que planteó un ejercicio de hidráulica para un examen. Estaba mal planteado y el resultado era ilógico. Se lo dije en mi tiempo de respuesta y no lo aceptó, le entregué la prueba y me retiré. En la siguiente clase me entregó mi examen, venía con la nota máxima y con una nota aparte que decía que me eximía de todos los exámenes desde ese momento. © Fabián Gallardo Sepúlveda / Facebook
  • En la clase de física, el profesor había dejado un ejercicio de un burro en una catapulta para desarrollar el fin de semana. La siguiente semana preguntó quién lo había hecho y nadie dijo nada, entonces le dije que yo lo había resuelto. Lo revisó y me dijo: “Está bien”. Me eximió del examen final. © Dario Zarama / Facebook
  • En la cátedra de derecho, me pasó algo muy particular. La profesora acordó hacer solo tres preguntas; viendo que había respondido las tres correctamente, me hizo tres más. Cuando íbamos por la sexta, yo le pregunté si no eran solo tres y me dijo que le encantaba constatar que el estudiante sí había estudiado. Me dijo: “Sobresaliente”. Solo se me ocurrió reírme. Gracias, profesora. © Venencia Madrid / Facebook
  • En la secundaria, el profe de mate se dio cuenta de que resolvía los ejercicios de manera rápida y correcta, así que en algunas clases mi único ejercicio era el de llevarle su café caliente, mientras los demás resolvían problemas y él los vigilaba. En el último examen me dijo que solo pusiera mi nombre e hiciera como que lo resolvía, porque ya me había eximido. © Enrique Alcaraz / Facebook
  • Yo me llevé literatura en 4.° año de la secundaria. Era la primera vez que rendía, no sabía ni cómo estudiar para un examen. En el escrito saqué 6 y pasé al oral. Yo no tenía ni idea de que había que preparar un tema. Dije, por temor, que había preparado La Celestina, porque algo recordaba de la clase. Respondí un par de preguntas y me dijeron: “Vuelve en marzo”. Saqué un 2. En las fiestas navideñas, recibí una tarjeta de saludos de la profesora diciendo que había aprobado el examen porque se promediaban ambas notas, y se aprobaba con 4. © Inés Ceballos / Facebook

Es habitual que antes y durante un examen nos ataquen los nervios y no podamos acordarnos ni de nuestro propio nombre. Pero lo cierto es, que teniendo profesores como las de las historias previas, podríamos comenzar a tomarnos los exámenes a modo de excursión.

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