19 Usuarios cuyas historias con la comida tienen un final inesperado

Historias
hace 2 años

A veces tenemos anécdotas tan divertidas para compartir, que no vemos la hora de salir corriendo para contárselo a alguien, y ser la causa de una reacción chistosa e inesperada en la cara de esa persona. Sin embargo, la mayoría de las veces, el detrás de cámara de ese “chiste” no fue tan divertido para el que lo vivió. Después de todo, ¿quién no ha comido algo pensando que era otra cosa?

En Genial.guru revisamos con lujo de detalle las anécdotas que nuestros lectores tienen sobre la comida, que hoy pueden ser historias graciosas, pero seguro los dejaron con el ojo cuadrado.

  • Hace muchos años, cuando las croquetas para mascotas no eran tan usuales, mis padres compraban una carne molida que vendían en el supermercado especialmente para los perros, mi mamá la ponía a cocer y la dejaba enfriar antes de dársela. En una ocasión, uno de mis hermanos llegó con mucha hambre y pensó que la olla tenía frijoles refritos, se dispuso a tomar una gran cucharada y yo le advertí: “¡no, es la comida del perro!”. Enseguida la cara de decepción de mi otro hermano mientras me decía: “no le hubieras dicho”. © Rosalia Noe / Facebook
  • Yo solía hacer helados caseros en bolsitas y los dejaba en el congelador, y cada vez que me apetecía uno iba y lo tomaba. Un día llegué con mucho calor, abrí la nevera y saqué uno (había hecho de chocolate esa vez); saqué la bolsita, corté la esquina de la bolsa y al chupar me dio sabor salado, lo escupí y vi que eran frijoles negros congelados que igual los congelo en bolsitas, mi hijo no paraba de reír. © Elsa Vazquez / Facebook
  • Una amiga y yo preparamos un pastel y sobraron 2 huevos crudos que mi amiga guardó en la nevera; llegó su hermano, vio los huevos en un recipiente y creyó que eran duraznos en almíbar, y con rapidez se los llevó a la boca. Cuál sería su sorpresa, no habíamos abierto la lata de duraznos para decorar el pastel. © Came García / Facebook
  • Un diciembre hace mucho tiempo, fui a casa de mamá de visita, abrí la nevera y observé lo que parecía ser natilla, y como me gusta mucho, no pregunté, no pedí, simplemente le metí la cuchara al recipiente, y cuando la metí a la boca, me di cuenta de que era manteca. Salí corriendo a botar aquello de mi boca, todavía recuerdo ese desagradable sabor mantecoso en mi boca. © Martha Castelblanco / Facebook
  • En mi pueblo muchas veces faltaba el agua, un día venía de una excursión y un vecino traía una cubeta, yo creí que era agua y de confianzuda metí las 2 manos, resulta que era petróleo, tuve que ir al médico. © Sandra Juan Carlos / Facebook
  • Una vez estuve de vacaciones en Perú, yo soy de Chile, y estaba en una fila para entrar a un parque con muchas aguas danzantes. En eso vi personas vendiendo palomitas de maíz (aquí le decimos “cabritas” y en Perú “canchitas”) y yo muy entusiasmada compré porque me encantan. Pero mi decepción es que allá en Perú las comen saladas, acá en la mayoría de las ocasiones son en almíbar y muy dulces, entonces lo primero que dije fue un rotundo: “Guácala, son saladas” y el vendedor me miró con cara de pregunta: “¿Claro, cómo deberían ser?”. © Josesita Gonzalez / Facebook
  • Hace algún tiempo llegué del trabajo con mucha hambre y vi una sartén con huevo revuelto, busqué una tortilla y la rellené de huevo. Eran sesos de vaca. © María Elena Castillo Aburto / Facebook.
  • Hace poco tiempo, mi hija había dejado una mezcla con miel en el refrigerador, pensé que había hecho cajeta o algún postre y lo comí. Más tarde, mi hija me preguntó: “mamá, ¿te comiste mi mascarilla de avena?”. © María Elena Castillo Aburto / Facebook
  • Una vecina amiga llegó a la reunión de los martes con un lindo bizcocho, espolvoreado con azúcar impalpable; como vivía al lado, empezamos a escuchar que la llamaban. Era para decirle: “te equivocaste, le pusiste bicarbonato, no azúcar impalpable”. © Carmen Vargas / Facebook
  • En una ocasión, una prima vino a mi casa y de repente se nos antojó hacer un arroz con leche, a ella le quedaba muy rico así que se puso a cocinarlo. Todo iba quedando y oliendo delicioso, hasta que al momento de echarle el azúcar, le vació el medio tarro de sal que había en la cocina, fue tan triste, tratamos de arreglarlo con azúcar, pero quedó salobre como un suero. Al final, con tristeza y todo tuvimos que tirarlo a la basura. Quedamos frustradas, sobre todo ella. © Lidiany Quiñonez / Facebook
  • Hace muchos años, yo iba a la preparatoria y salía tarde, ese día llegué tipo 10 pm a casa con mucha hambre, ya todos estaban acostados y fui directo a la cocina, había un sartén con migas, con huevo y salsa roja o algo así, y me serví dos platos. Cuando terminé llega mi mamá y me pregunta que dónde está la comida del perro y yo, pues cuál comida, y vio el sartén vacío y ahí me di cuenta de que me había comido las sobras que eran para el perro, lo bueno es que estaban limpias, porque estaban en un sartén que usaba para hacer nuestra comida. © Gabriela Villalobos / Facebook
  • Con el coche recién comprado, mi madre fue a verlo y le pasé las llaves para que pudiese abrirlo y probarlo. En ese momento abrió la puerta del piloto y veo, desde lejos y sin poder reaccionar, que se lleva algo a la boca. Me quedé bloqueada. Siempre llevo gomitas para perro en la puerta del coche. Si, se había comido dos y al morderlas ya las escupió, pero el ataque de risa todavía nos dura. © Iria Pérez Conde / Facebook
  • Yo tenía un compañero de trabajo que era muy comelón, yo tenía unas galletas y él pasó y las agarró para comerlas. Le hacía señas que no se las comiera y él más apresuradamente se las metió a la boca. Hasta que llegué y le dije que las galletas tenían hormigas. © Guadalupe Domínguez / Facebook
  • Una vez hice unos pancitos dulces y en lugar de ponerles azúcar impalpable, como indicaba la receta, le coloqué bicarbonato, quedaron horribles. © Amelia Pinto Arancibia / Facebook
  • Mi madre trabajaba en una casa. Un día le dijo a una de las hijas de la dueña de la casa que más tarde pusiera a cocer las acelgas; cuando llegó y destapó la olla, vio unos caracoles que salían de entre las hojas, no le había sacado los tallos y mucho menos los lavó. Otro día, a la salsa le echó hojas de eucalipto en vez de laurel porque había visto a mi madre echarle unas hojitas, recuerdos imborrables. © Rt León / Facebook
  • Mis hijas estaban muy contentas cuando su abuela las invitó con una taza de atole (bebida caliente a base de maíz), pero se llevaron una tremenda decepción, ya que era atole de maíz con sal, ellas ya no sabían qué hacer con él. © Saga De Geminis / Facebook

¿Cuál ha sido tu experiencia peculiar con la comida que merezca ser compartida? ¿Qué otra historia con final inesperado tienes para contar?

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