20 Maestros tan épicos que deberían tener su propia estatua en la escuela

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hace 1 hora
20 Maestros tan épicos que deberían tener su propia estatua en la escuela

Los maestros no son solo personas que califican y corrigen tareas. También son sabios, y a veces increíblemente ingeniosos, capaces de enseñarte más con una sola frase que con diez clases completas. Reunimos 20 historias que te harán reír, llorar y querer abrazar con todas tus fuerzas a cada uno de tus profesores.

  • Examen escrito en el salón de Química-Biología. En la hoja aparece la pregunta: “Menciona las principales características de los gusanos planos”. Y ahí, en una hoja doble, impecablemente limpia y bien presentada, resplandece con orgullo una sola respuesta: “Son asquerosos”. Fin de la función. © NaginiSnake / Pikabu
  • Hasta los alumnos más aplicados a veces llegan sin tarea, así que imagínate los que casi nunca cumplen. Y, por alguna razón, sienten que no basta con decir “se me olvidó” o “no me dio tiempo”; creen que tienen que contarle al profe, con todo detalle, qué les impidió hacerla. Una vez, una niña volvió a llegar sin la tarea y, como excusa, me dijo: “Ayer mis papás me regalaron un gatito, y pasé toda la tarde viéndolo dormir. No podía dejar de mirarlo”. © NaginiSnake / Pikabu
  • Tuve un alumno que era bastante flojo. Mi materia no era de las principales, así que no quise reprobarlo a propósito, pero tampoco me parece justo regalar calificaciones. Le propuse que hiciera un trabajo escrito. Pasó una semana, recibí su entrega, comencé a leer y, sinceramente, era evidente que lo había copiado. Todo indicaba que merecía un cero. Pero había un detalle: ¡las ocho páginas, completas, estaban escritas a mano! Por su esfuerzo y paciencia, lo aprobé. © Grigory Gavrilov / ADME
  • Después de graduarme de la universidad pedagógica, conseguí trabajo en una escuela como profesora de inglés. Estaba tan nerviosa por la entrevista que, casi, no dormí en toda la noche. Pero me contrataron de inmediato: me dijeron que, al día siguiente, podía presentarme, que tendría dos clases de prueba. Me alegré, me relajé, llegué a casa y caí rendida. Y me desperté, ¡a las 12:30! Me perdí la primera clase, y también la mitad de la segunda. Cuando, por fin, llegué corriendo a la escuela, los alumnos de secundaria ya se habían ido. © SHKogwarts / VK
  • Estábamos conversando con mi mamá en la cocina. Ella trabaja en una escuela y me contó que, de todo su trabajo, su momento favorito es cuando todo el grupo intenta ayudar al alumno más rezagado. Primero le explican con indirectas y metáforas, luego con señas y, al final, con palabras claras y directas. Pero él no logra entender, porque evidentemente no estudió. En ese punto, el salón se convierte en una reunión de cavernícolas: todos mueven las manos, hacen sonidos raros e intentan transmitirle la idea, pero nadie entiende nada. © SHKogwarts / VK
  • Un día dejé como tarea escribir un pequeño ensayo en inglés sobre el tema “Mi sueño”. Empecé a revisar los cuadernos: la mayoría escribió cosas típicas, como “quiero ser médico” o “sueño con viajar mucho”. Pero uno de ellos comenzó directamente con esta frase: “Mi sueño es que en la escuela cancelen los ensayos”. Bueno, al menos fue sincero.
  • Una vez le quité un globo a un alumno, porque hacía demasiado ruido con él durante la clase. Pasaron dos minutos, volteé a verlo y ya tenía otro, azul. También se lo confisqué. Al instante, sacó uno rojo. Se lo quité. Así seguimos un par de minutos más, y otros tres globos terminaron en mi escritorio.
    Al final, no pude más y le pregunté:
    — ¿Y esto cuánto va a durar?
    Él se encogió de hombros:
    — No sé, todavía me quedan un par.
    Le pedí que abriera la mochila y me quedé sin palabras. No había libros ni cuadernos, sino una montaña de globos. Cientos. Cada bolsillo también estaba hasta el tope. En mi escritorio ya tenía una pequeña colección, y él todavía contaba con una reserva completa por usar. El chico estaba tan comprometido con su idea que, al final, me rendí: le dije que le devolvería los globos si prometía hacer el mismo truco con otro profesor. © plessis204 / Reddit
  • En primer grado estábamos aprendiendo la palabra “poderoso”. Los niños daban ejemplos por turno: un elefante, Superman... Todo iba como se esperaba, hasta que un niño dijo:
    — Los seres más poderosos son los bebés, porque, con solo llorar, consiguen todo lo que quieren. © Hiciao / Reddit
  • Una vez estaba dando clase a un grupo de quinto grado. La disciplina, como era de esperarse, dejaba mucho que desear. Hacían ruido, se portaban como niños, y yo, sin paciencia, les dije con sarcasmo:
    — ¿Qué quieren, que me quede aquí parada mirando cómo “trabajan”?
    Pero uno de los chicos fue más ingenioso y me respondió de inmediato:
    — No hace falta que se quede parada, profe. Puede tomar una silla y sentarse. © shaaannon08 / Reddit
  • Formulé una pregunta bastante sencilla, solo como introducción. No hubo ninguna reacción; el silencio fue absoluto. Desconcertada, comenté en voz alta:
    — ¿Qué ocurre? ¡Esperaba ver un bosque de manos levantadas!
    Desde el fondo del aula, el alumno más bromista del grupo respondió:
    — Parece que ha llegado justo a la parte del bosque donde no hay árboles. © RottenHeads / Reddit
  • Estaba trabajando con un grupo de estudiantes de inglés y les dejé una tarea: debían explicar cómo llegar a distintos lugares usando un mapa. Todo transcurrió con normalidad, hasta que llegué al último ejercicio, el más complicado de todos. Revisé las respuestas y leí lo que escribió un estudiante: “Demasiado difícil. Mejor tomen un taxi”. © Unknown user / Reddit
  • Doy clases de arte a chicos de 16 años en adelante. Son buenos alumnos: talentosos, dedicados, a veces son un poco traviesos, claro, pero nunca son groseros. Un día estaba sentada con un grupo, comentando sus trabajos, y de pronto sentí olor a café. No me sorprendió, porque a veces lo usamos para teñir papel. Pero entonces escuché un alboroto, me volteé y vi cómo una de las alumnas sacaba café de un termo, lo servía en vasitos pequeños y lo repartía junto con galletas entre sus compañeros. Armó, literalmente, un picnic en medio de la clase. En los salones de arte está estrictamente prohibido comer, pero aquello fue tan inesperado y gracioso que solo les hice un gesto con la mano y dije: “Lo importante es que escondan bien las pruebas para que nadie se entere. Y no lo vuelvan a hacer”. Y sí, también tomé una galletita. © moosickles / Reddit
  • Cuando aún era practicante, a un niño muy inquieto lo castigaron sin recreo y me pidieron que lo vigilara. El problema era que no paraba de hablar, así que decidí tener una charla sincera con él. Le pregunté: “Oye, ¿qué crees que podría ayudarte a concentrarte mejor?”
    Y entonces, milagrosamente, se quedó en silencio y se puso a pensar. Estuvo dándole vueltas al asunto durante un minuto completo y, al final, dijo:
    — ¡Helado! © maroonmallard / Reddit
  • Comencé a dar clases en el mismo lugar donde mi padre todavía enseñaba, y un día fui a ver una de sus lecciones: curso introductorio, trescientos estudiantes, un auditorio enorme. En una de las últimas filas, un chico se había quedado profundamente dormido, con la cara apoyada sobre el escritorio. Entonces, mi papá, sin interrumpir la clase, sacó tranquilamente una almohada de detrás del podio, caminó por los pasillos, se la colocó con cuidado bajo la cabeza al estudiante y volvió, imperturbable, a continuar con la explicación. Al final de la clase, todos salieron en silencio, como ratoncitos, esperando el momento en que, dentro de una hora, ese chico se despertara totalmente confundido, sin tener idea de qué había pasado ni a dónde se había ido todo el mundo. © pdraper0914 / Reddit
  • Cuando trabajaba con niños de primer grado, les pedí un día que dibujaran a su familia. Un pequeño dibujó a su mamá, a su papá y a un enorme gato que era el doble de grande que los padres. ¿La razón de esas proporciones tan extrañas? “Pues porque el gato es el jefe de la familia”.
  • Estaba por graduarme con honores, sin una sola mala calificación. Un día, el profesor pidió un ejemplo de ironía. Sin pensarlo mucho, respondí: “Harry Potter, en la última película. Estaba buscando el último horrocrux, y resulta que él mismo lo era”. Los ojos del profesor se abrieron al doble de su tamaño y exclamó: “Gracias por los spoilers, Alexandra. Siéntese. ¡Reprobada!” © Karamel / VK
  • Durante mi práctica docente, tuve la oportunidad de observar una clase de artes visuales. El profesor era un carismático hombre mayor, un auténtico artista independiente que, de algún modo, acabó ejerciendo como docente en una escuela. Hablaba con pasión sobre el poder del arte, sobre cómo puede conmover el espíritu, y finalmente les propuso este ejercicio a los chicos de quinto grado: “¡Por favor! Representen un mar embravecido, muestren una tormenta capaz de hundir hasta los barcos más poderosos”. Entonces, desde el fondo del aula, se alzó una mano: “¿Puedo dibujar un perrito?”. El maestro suspiró con dramatismo y, dejando el tono solemne, respondió: “Claro, también se puede dibujar un perrito”. © Karamel / VK
  • Después de la universidad, conseguí trabajo en una escuela y permanecí un poco menos de seis meses. Siempre supe que no era lo mío, pero, aun así, decidí intentarlo. Fue difícil y nada interesante. Todo el tiempo esperaba alguna señal del destino que me ayudara a tomar la decisión de renunciar. Y la señal llegó justo en el pasillo del colegio, cuando un alumno de tercer grado chocó conmigo, casi me tira al suelo, me miró con expresión seria y dijo: “¡Usted debería irse lejos de aquí!”. Al día siguiente, eso fue lo que hice. © Karamel / VK
  • Mi hijo tiene una nueva profesora de lengua. Los chicos, queriendo ponerla a prueba, decidieron hacerle una broma: le escondieron unas fotos subidas de tono en el cuaderno de asistencia. Ella entró, asintió con la cabeza. La clase tomó asiento y guardó silencio. Abrió el cuaderno. Se puso las gafas. Tomó las fotos. Las observó. Se quitó las gafas y, con una sonrisa discreta, dijo: “Chicos, tengo 58 años. ¿Con esto pensaban sorprenderme?”. Desde ese día, se ganó el respeto del grupo. No necesitaba ni hablar: con un solo movimiento de ceja bastaba. © Yuriy8 / Pikabu

¡Admítelo! Profesores así se quedan en la memoria para siempre. ¿Cuál de estas historias fue la que más te impactó? ¿Tienes alguna anécdota sobre tu maestro más sabio o el más divertido? ¡Compártela con nosotros en los comentarios!

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Imagen de portada Yuriy8 / Pikabu

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