20+ Recetas que salieron tan mal que ni los más hambrientos quisieron probarlas

Historias
hace 1 año

Para algunas personas, la cocina parece un laboratorio de investigación: si se produce una mezcla equivocada, el resultado será una experiencia desastrosa. Es todo un reto juntar los ingredientes correctos en una preparación novedosa que resulte tan comestible como alimenticia. Con el paso del tiempo, los errores van desapareciendo y la tarea de cocinar tal vez se convierta en un placer. Pero los desastres culinarios de antaño quedarán en el recuerdo para siempre.

  • Mi suegra es de las que colocan maicena en cualquier receta. Un día, hizo un pudín y le puso la tal maicena. Cuando estuvo listo, no se podía cortar de tanta maicena que le había añadido. Mi marido lo tiró directo al desagüe del piso que iba a la alcantarilla. Pues bien, dos semanas después, el agua del fregadero no descendía y fuimos a mirar lo que pasaba. ¿Adivinen qué? El pudín era tan duro que todavía estaba ahí, tapando el desagüe. © Mairi Stumpf / Facebook
  • Mis padres y yo fuimos invitados a comer feijoada, una comida brasileña con frijoles. La invitación era para las 19 h. Al llegar al lugar, la anfitriona ni siquiera había puesto los frijoles a cocinar. Cuando fue a hacerlo, constató que había comprado cacahuates 😂. A esa altura, los invitados morían de hambre, así que decidieron tostar los cacahuates en el microondas, pero se prendieron fuego. Mientras esto sucedía, el esposo fue al mercado a comprar frijoles. Era casi medianoche cuando finalmente nos sentamos a comer la tal feijoada que, encima, estaba salada, pues la anfitriona no sabía que tenía que desalar la carne. © Vitória Del Monego / Facebook
  • Cuando era pequeña, hice mi primer flan, que salió muy mal. Para no dejar vestigios, pues no quería que mi papá se enterara, resolví tirarlo. Vertí el caramelo por el fregadero y abrí el grifo. Pude escuchar el “crac crac” del caramelo endureciéndose en la cañería. Resultado: tuve que llamar a mi padre, que se enojó mucho. Lo peor fue que al querer ayudarlo para que no se pusiera tan nervioso, coloqué el barreño que usaba más cerca de él, y sin darse cuenta lo pisó y toda la cocina se llenó de agua. © Isa Giolo / Facebook
  • Cuanto tenía unos 14 o 15 años, me quedaba sola en casa con mi hermano (él tenía ocho o nueve años). Una vez, hice un macarrón con queso que no me salió bien. Para que mi hermano lo comiera sin reclamar, le dije que era una receta francesa llamada “macarrón le grudé”. Resultado: le encantó y me pedía que le hiciera macarrón le grudé cada vez que le iba a cocinar. © Gabriela Belém / Facebook
  • Recién casada, mi esposo resolvió comer salchichas con pan, cuando sentí un olor a quemado. En lugar de una sartén antiadherente, había elegido una de acero inoxidable y puso las salchichas sin ningún tipo de materia grasa. Me llevó tres días limpiarla. © Lucivania Barbosa / Facebook
  • Hice muchas recetas mal, pero creo que una de las peores fue un pastel de limón. La receta decía “jugo de dos limones” y yo hice el jugo con agua y azúcar 😅. Claro que el pastel nunca se cocinó. Sin embargo, no desistí y aprendí. Hoy amo hacer ese postre, ¡pero esa vez me dieron ganas de llorar! © Karen Santaren / Facebook
  • Cuando una de mis amigas tenía unos ocho años, su madre la mandó a cocinar frijoles para el almuerzo. Ella hizo todo correcto, lavó los frijoles, los puso en suficiente agua, pero cuando los cocinó, pensó que todavía estaban sucios, que no los había lavado bien, porque el agua se había vuelto marrón. Entonces, sacó los frijoles de la olla y los lavó hasta eliminar toda la “suciedad”. © Moni Carmo / Facebook
  • Una vez, cuando era muy pequeña, quise hacer un postre, no me acuerdo exactamente cuál. Le pregunté a mi madre cómo hacerlo y uno de los ingredientes era galletas de agua con sal. Yo, inocentemente, pensé que se trataba de galletas, agua y sal. Me salió una mescolanza líquida de chocolate, agua, galletas y sal. © Cristina Martins / Facebook
  • Cuando era niña, de unos diez años, mi prima y yo quisimos hacer unos merengues. Compramos los huevos y seguimos la receta de un libro que tenía mi mamá. Colocamos los 12 huevos, 1 kg de azúcar y batimos todo. Se transformó en una enorme omelet dulce. Lo horneamos y nunca se convertía en merengues (mira qué idea loca), aquello nunca se iba a convertir en merengues. Lo quitamos del horno y quedamos muy decepcionadas por no haber logrado la receta. © Paula Adriana Gagliardi / Facebook
  • Una vez, mi madre hizo un pastel de tapioca y cuando sacó el hermoso pastel del horno, vio la tapioca encima del fregadero. Se había olvidado de agregarla y encima me echó la culpa a mí, porque estuve hablándole y la desconcentré. © Sandra Vitória / Facebook
  • Cuando fui a conocer a la familia de mi marido, ellos organizaron un paseo y el viaje de vuelta fue un poco largo. Como era tarde y todo el mundo estaba cansado, decidí hacer una pasta. En la casa había algunas especias. Resolví colocar un poco en la salsa, pero tomé el pote equivocado, que tenía canela en polvo y era igualito al otro, hasta del mismo color. Supongo que por el cansancio ni sentí el aroma de la canela. Los niños no comieron la pasta, pobrecitos, prefirieron irse a dormir con hambre. Mi esposo comió y después me dijo que pensó que era una receta diferente, elegante. Yo probé unas cucharadas... ¡Estaba horrible! © Moni Carmo / Facebook
  • Cuando tenía 12 años, me encargaron que hiciera el almuerzo para mi padre y mis hermanos, entonces hice empanadas. Estaba tan nerviosa en la cocina que me olvidé de quitarles el plástico que separa la masa. Las freí así y no dije nada de lo ocurrido. Como nada sucedió, unos años después recién tuve el coraje de contarlo. © Janaína Scricco / Facebook
  • Un día, decidí hacer un pastel de café, pero no sabía que para ese tipo de pasteles se usa café soluble. Entonces, fui a la cocina y molí un café bien fuerte, porque creí que quedaría más sabroso. Mezclé todo lo que necesitaba para hacer el pastel, pero a la hora de añadir la leche, la sustituí por el café y lo llevé al horno. El pastel creció y tenía un aroma increíble. Lo desmoldé, estaba saliendo todo bien, hasta que quise cortar un trozo. El cuchillo simplemente no entraba. Quisimos cortar el pastel con un cuchillo y un martillo de carne, pero no logramos abrirlo 😂. Yo, con miedo de que mi abuela me regañara, tiré el pastel a la calle. El perro se acercó, lo olisqueó y salió corriendo 😂. Salió un pastel demasiado denso. © Lorena Pizzotti / Facebook
  • Una vez hice un pastel de maíz y, sinceramente, no me di cuenta de que había dejado caer algunas cáscaras de huevo adentro. Después vi algo diferente en el aspecto, pero creí que era el maíz. Por suerte el pastel estaba bien, solo un poco crocante. © Calina Ligia / Facebook
  • Una vez, cuando era niña, intenté hacer arroz y frijoles mezclados con huevos revueltos. Entonces coloqué el arroz y los frijoles en una olla y rompí cuatro huevos en el medio. El resultado fue un bloque de comida duro. No sabía que lo correcto era hacer los huevos revueltos antes y luego agregarles el arroz y los frijoles. © Nilton Ribeiro / Facebook
  • Una vez, fui a la casa de mi crush y decidí mostrar mis dotes culinarias. Hice pasta, pero confundí la sal con azúcar sin darme cuenta. Él se comió todo y dijo que estaba sabroso. Días después, cuando volví, quise hacer café y pregunté: “¿Dónde está el azúcar?”. Él me señaló el pote y fue entonces cuando me di cuenta de que era el mismo que supuestamente tenía la sal el día anterior. © Yonne Pereira / Facebook

Realmente hay gente a la que no se le da bien la cocina, ¿verdad? Y tú, ¿tuviste que tirar alguna preparación de lo mal que te quedó?

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