Jajajajajajajaja me ha encantado.
20+ Usuarios que se han enfrentado a una desvergüenza tan descarada que todavía no pueden superarlo
Se diga lo que se diga, el mundo está lleno de vecinos insolentes que exigen tirar tu comida de tu propio frigorífico para guardar ahí la suya, empleadores que no pagan salario porque le puedes pedir dinero a tus padres, así como abuelas tiernas que quieren recibir absolutamente todo gratis... incluso una casa de campo.
En Genial.guru estamos convencidos de que si no puedes esconderte de esos personajes, definitivamente debes defenderte. Y antes de leer el artículo, te aconsejamos que te relajes, porque algunas historias pueden provocar un tic nervioso incontrolable.
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Cuando di a luz, conocí a una vecina, su niña era seis meses mayor que la mía. Pensé que nos haríamos amigas y nuestros niños se harían amigos también. Pero la amistad no prosperó. Constantemente me llamaba para que cuide a su hija mientras ella lavaba los pisos, preparaba la cena, etc. Cuando pedía lo mismo me respondía que tenía mucho que hacer. El límite llegó cuando estaban por venir a verme unos familiares, mi niña estaba durmiendo y había 3 ollas en el horno. Y entonces me pidió que me encuentre con su mensajero en la puerta, porque no quería que la llamada al intercomunicador despierte a su hija. © Diana Geyzina / AdMe
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Compraba verduras, cebollas, perejil, pepinos, a una abuela en la calle. Y pagaba más de lo que pedía. Todo esto iba acompañado de las palabras “¡Tómalo, niña, tómalo! Todo de mi jardín, sin fertilizantes nocivos”. Todo el verano disfruté de los productos naturales hasta que un día encontré a esta abuelita en un mercado mayorista con 2 bolsas enormes de pepinos y verduras. © Lilia Gayvoronskaya / facebook
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Una vez nos hicieron unas reparaciones en nuestro departamento (era para un programa de la televisión), ni siquiera vimos al equipo de trabajadores. Regresamos al hogar, filmamos el final del programa, comenzamos a desarmar cosas, y... en la cocina había 2 tazas rotas, el horno estaba cubierto de grasa, había un caldero sucio que no era nuestro, faltaban varias de nuestras sartenes y ollas. Llamamos, preguntamos por la vajilla y nos respondieron: “Los trabajadores dicen que no tomaron nada y no usaron nada. Pero piden que les devuelvan el caldero”. © Ksen / AdMe
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Hace un par de años volvía del zoológico, hacía calor y me compré un helado. Costaba 1 USD (esto es importante). Me crucé con una pareja con un bebé en un cochecito, ambos de unos 30 años (más o menos). Se detuvieron frente a mí y me preguntaron con una cara radiante: “Disculpe, ¿podría darnos 3 USD para comprar un helado para nuestro bebé?”. Honestamente, me atraganté con tal “ingenuidad”. © Jelena / AdMe
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Tengo una amiga a la que a veces le daba ropa cuando quería actualizar mi guardarropa. Bueno, un día casi enloqueció en una tienda, porque yo quería comprar una chaqueta color menta, y ella insistía en una negra, porque igual se la iba a dar pronto y ella soñaba con una negra. Desde entonces llevo cosas a la tienda de segunda mano. © Marina Sedykh / facebook
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Había una mujer con un perro grande esperando a alguien. De repente, un niño se acercó al perro con un claro deseo de acariciarlo. La dueña detuvo al niño y le pidió al padre que lo recoja. El padre objetó diciendo que el niño tenía muchas ganas de acariciar al perro y estaba bien, él lo había permitido. La dueña dijo: “Pero yo no permití que acariciara a mi perro”. Y el padre contestó: “No puede prohibirle algo al hijo de otra persona”. © Freken Bock / AdMe
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Tenemos muchos árboles a nuestro alrededor y, en consecuencia, hojas. Nuestra vecina casi nunca se las quita y se las lleva el viento a nuestro terreno. Levanté una cerca y ahora todas las hojas se quedan de su lado. Entonces paró a mi esposa, se quejó y preguntó si queríamos contratar un remolque para que pudiera sacar las hojas, porque tenía problemas económicos en ese momento. © Abadonna / AdMe
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A mediados de los noventa, los padres de mi marido compraron una casa a una pareja que se mudó a otra ciudad. Firmaron los papeles, los padres se mudaron a esta casa, y seis meses después recibieron una llamada de los dueños anteriores: “Saben, hablamos con nuestros familiares, y dijeron que vendimos barato. Páguennos aparte una mitad del costo inicial”. © Barbara King / AdMe
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Un día les dimos la contraseña de nuestro Wi-Fi a nuestros vecinos; insistían mucho, su Internet no funcionaba ese día. Meses después, vinieron unos chicos de una empresa de Internet que nos aconsejaron que cambiemos la contraseña. Cinco minutos después de cambiar la contraseña llegaron nuestros vecinos: su Internet dejó de funcionar, pidieron la nueva contraseña. © Leentje / AdMe
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Unos amigos criaban perros San Bernardo. Y un día, un vecino con un amigo y su hijo de 10 años se metieron en su terreno y trataron de robar un cachorro. Los perros padres del cachorro se pusieron territoriales y defendieron a las crías. Los propietarios regresaron a tiempo y salvaron a estos tipos. Y estas personas encima fueron a la policía para demandar a los criadores, y allí les hicieron una pregunta razonable: “¿qué hacían en el terreno en ausencia de los dueños?”. A lo que ellos respondieron: “Queríamos acariciar a los perros”. © Liebre depredadora / AdMe
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Mi esposo (no estábamos casados legalmente) y yo vivíamos en un departamento estatal, que le fue proporcionado en el trabajo, y el mío lo rentábamos. Un año después, trajo a su madre y ella dijo que viviría por separado, en mi departamento, y exigió registrarla allí. Vendió su casa en el pueblo, le dejó el dinero a su hija y ahora necesitaba una nueva vivienda. Le dije que no, porque yo también tengo una hija y con mi esposo todavía no estábamos casados legalmente.
Bueno, así terminó mi vida familiar. © Svetlana Rzhavaya / facebook -
Cuando mi esposo y yo nos fuimos a cuidar a mi madre enferma, dejamos las llaves del departamento a los vecinos, pidiéndoles que rieguen las flores (tengo muchas). Y cuando llegamos, resultó que desapareció mucha ropa, zapatos, vajilla (hice una lista, más de 30 artículos). Obviamente, mostré la lista y pedí todo. Y lo más importante, había artículos del juego de cubiertos de plata que mi madre me había regalado para la boda. Pero no devolvieron nada. © Rozaliya Ivanovna Antonova / facebook
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Fue hace mucho tiempo, ¡pero lo recuerdo! Una vez una vecina me pidió que pusiera un par de paquetes suyos de ravioles en mi congelador para que no se derritieran: descongelaba su refrigerador. ¡Y después de 10 minutos trajo una bandeja completa de comida congelada! Dije que no iba a entrar, mi congelador era pequeño. A lo que ella respondió: “Y tú saca la tuya y pon la mía”. © Natalia Ermakova / facebook
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Cuando era adolescente volvía de nuestra casa de campo y llevaba un cubo de albaricoques. Llegaron dos mujeres jóvenes con una niña de unos 5 años. Me vieron y le dijeron susurrando a la pequeña que debería tomar albaricoques para ella. Se acercó y comenzó a tomar varios. Dije que en realidad necesitaban pedir permiso. Y luego empezaron a insultarme y decir: “¿Te cuesta tanto? ¡Esto es para una niña!”. Le respondí que yo no me metía en sus bolsas. Me llamaron grosera y tiraron los albaricoques aplastados al cubo. © Alena Ratushnaya / facebook
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Una vez estaba caminando por la calle cerca de un mercado. Había dos señoras, una de ellas tenía una bolsa de alimentos que pesaba alrededor de 20-25 kilos. La otra señora le preguntó: “¿Cómo piensas llevarlo a casa?”. Ella respondió: “La chica me ayudará”, luego me agarró la mano y me pidió que le llevara la bolsa hacia la esquina (70-80 metros). Y miré en su bolso y respondí que me encantan los albaricoques y por los 2 kg que tenía, se lo llevaba. Me soltó la mano y me llamó maleducada. Me quedé sin albaricoques. © Victoria Frolova / facebook
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En los 90 vivíamos en un pueblo, los niños aún eran muy pequeños. Y entonces el nieto de unos 5 años de una vecina vino a visitarla. Era pleno invierno, y él tenía unos zapatos finos. No podía salir el pobre, miraba tristemente por la ventana a mis pequeños. Sentí lástima por el chico. Saqué unas botas de invierno nuevas que le compré a mi hijo menor, se las ofrecí al niño para que las usara durante la visita. Todos estaban felices. Y luego ese niño se fue, y la vecina no dijo nada sobre las botas. Luego vi a su otro nieto corriendo hacia un vecino con esas botas. Le dije a la vecina que no estaba bien hacer eso, las compré para mi hijo, y en los 90 encima había escasez de zapatos para niños. Y que las tenían que devolver, no ser descarados. Bueno, ¡nuestra vecina nos declaró enemigos del pueblo! Una semana después trajo los zapatos sucios, los tiró a la habitación desde la puerta, e incluso dijo que ahora su nieto no tenía nada que ponerse por nuestra codicia. Nosotros además tuvimos la culpa. © Marina Alshanskaya / facebook
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Un día vino una amiga a visitarme y en el camino quedó atrapada por la lluvia, empapada hasta los huesos. Ella pidió algo para cambiarse. Afortunadamente, somos del mismo talle, más o menos. Encontré ropa seca para ella, jeans y una chaqueta. Acordamos que la próxima vez que viniera, traería mis cosas. La siguiente vez no los trajo, la segunda vez, se olvidó de nuevo...
Y luego nos reunimos en su casa para celebrar el Año Nuevo. Fui a la cocina, abrí el grifo, escuché agua fluir al piso, la tubería goteaba. Bajé la mirada al suelo y vi mi chaqueta debajo del fregadero usada como un trapo... © Julia Ladik / facebook
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Una vez le presté dinero a mi amiga, unos 100 USD, hasta su primer salario en un nuevo trabajo. Bueno, creí que realmente lo necesitaba y decidí ayudarle. Pasó un tiempo, 2 meses, ya comenzó a invitar chicas al café, a ganar dinero, pero ni siquiera recordaba de la deuda. Y luego, un día en la fiesta de cumpleaños de amigos en común, le recordé, diciendo que me prometió devolver el dinero. Y su respuesta me mató. Dijo en voz alta para que todos pudieran escuchar: “¡Que tacaña que resultaste ser! ¿Qué, no puedes vivir sin tus cien dólares?”. Bueno, nunca me los devolvió. © Natalia Ivanenko / facebook
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Trabajaba como maestra en un jardín de infancia. Una vez reemplacé a una compañera de trabajo en un grupo. Vi a los niños por primera vez, y a los padres, por supuesto, también. Una madre vino por la noche y sin preámbulos me dijo: “Tengo que internarme por un embarazo de riesgo. El padre trabaja hasta las 22:00. ¿Cómo puedes resolver mi problema?”. Entiendes, ¿cómo puedo resolver SU problema? Esta frase me molestó mucho. Dije que personalmente yo no podía hacer nada, que a las 19 en punto el jardín de infancia se cerraba y los niños que no han sido llevados eran entregados a la policía. Que busque opciones. Así que esta hermosa mujer (a quien, les recuerdo, veo por primera vez en mi vida) me propuso una opción maravillosa: recoger a su hija del jardín y llevarla a su casa a las 22:00. ©Igogoshenka / Pikabu
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Contraté a mi amiga embarazada. Obviamente, con el pago de todas las vacaciones, etc. Durante su licencia por maternidad me persuadió para que fuera la madrina de su hija. Llegó la hora de volver al trabajo. Le dije que tenía que volver o renunciar. Respondió que no iba a volver, pero que aún tenía que pagarle su salario, porque estaba cuidando a mi ahijada (¡su hija!). La despedí. Pero todavía está intentando llamarme los días de cumpleaños de su hija y “asignar” la cantidad que le debo como madrina. Pensión alimenticia. Trato de no comunicarme con ella e ignorarla. © Irina Vasilchikova / facebook
¿Tienes tu propia historia sobre alguna desvergüenza tan descarada? ¿Cómo reaccionaste?
Comentarios
Yo también llevaría mi ropa a tiendas de segunda mano en lugar de dárselo a esa mujer desagradecida