Brendan Fraser y Ke Huy Quan, cómo tocaron fondo y resurgieron de las cenizas para sostener su Óscar
Dicen que el arduo camino hacia la cima está plagado de baches y caídas. Al igual que muchos de nosotros, que trabajamos arduamente para lograr nuestros sueños, muchos famosos tienen que esquivar las dificultades de la vida para poder conquistar el éxito; de hecho, hay algunos que lo consiguen, lo pierden y tienen que empezar a escalar desde cero. Así ha sido la vida de dos grandes actores, Brendan Fraser y Ke Huy Quan, quienes tienen algo muy emotivo en común: ambos desaparecieron de Hollywood durante más de veinte años para volver arrasando por todo lo alto. Qué admirables, ¿cierto?
Brendan, una estrella que se apagó por un tiempo
Todos recordamos al guapo y salvaje George, de George de la selva, cuando se balanceaba de liana en liana por las pantallas de nuestras salas de cine en 1997. El futuro parecía brillante para el actor que lo encarnó, Brendan Fraser; sin embargo, su buena racha solo duró una década, pues luego de hacer la última película de la trilogía de La momia y El viaje al centro de la tierra, el trabajo del actor disminuyó y, poco a poco, fue desapareciendo del ojo mediático y de las conversaciones del público. Pero resulta que no solo su vida profesional estaba en plena turbulencia.
En el año 1993, Brendan conoció a la que sería su esposa, la actriz Afton Smith. La pareja se vio por primera vez durante una reunión en casa de Winona Ryder. Cinco años después, se casaron y a lo largo de su matrimonio tuvieron tres hijos. Sin embargo, la historia de amor no terminó bien y su representante anunció que la unión llegaba a su fin a finales del año 2007, aunque no quedaron legalmente divorciados hasta el 2009. Poco sabía Brendan que, tras concluir el proceso jurídico, tendría que librar unas cuantas batallas más con su expareja.
En el momento del divorcio, el actor acordó pagarle a Smith la suma de 50 000 dólares mensuales a cuenta de su manutención. Sin embargo, en 2013 Fraser volvió a la corte para tratar de reducir esta cantidad, y alegó que no contaba con los ingresos necesarios para cubrirla, pues su carrera artística ya no era tan lucrativa como antes. Su exesposa, por su parte, tomó muy mal la intención de Brendan y lo acusó de fraude. Según ella, el actor tenía unos nueve millones de dólares que había ocultado de ella durante su proceso de divorcio. A causa de estos roces, la situación entre ambos se volvió complicada, y a esto se sumó el hecho de que la salud del actor se empezaba a deteriorar.
De acuerdo con lo que relató Fraser en años posteriores, sus grandes esfuerzos por ser un buen actor empezaron a pasarle factura. Desde el punto de vista físico, todas las acrobacias que había estado haciendo ya afectaban su cuerpo, y él mismo lo reconoció: “Creo que me esforzaba demasiado, de una forma que era destructiva”. Con el tiempo, las lesiones se empezaron a acumular, por lo que tuvo que someterse a varias operaciones para tratar de recuperar su salud. Fraser tuvo que pasar por una laminectomía, pero no le funcionó a su lumbar, así que tuvieron que repetirla un año después. Como si fuera poco, también necesitó un reemplazo parcial de rodilla, más cirugías de espalda, reparación de cuerdas vocales y otros procedimientos. En pocas palabras, pasó siete años entrando y saliendo del hospital.
Muchos famosos sienten la necesidad de alejarse de los reflectores por un tiempo, como estos y estos.
Sus dificultades no pararon ahí, porque en la industria las cosas seguían sin ir bien. Durante una fiesta organizada por la Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood en 2003, las cosas se salieron de control cuando el expresidente de la institución, Philip Berk, violó su espacio personal y tocó su trasero de manera inapropiada. En palabras de Fraser: “Me sentí mal. Me sentí como un niño pequeño. Sentí una bola en la garganta. Pensé que iba a llorar”. Berk, por su parte, afirmó que las declaraciones del actor eran un invento; sin embargo, años después, la organización reconoció que el gesto sí había ocurrido, pero en tono de broma. Luego del impasse, el teléfono del actor dejó de sonar y, poco a poco, se fue sintiendo relegado de la industria. Cabe destacar que esta organización reconoce y entrega los premios Globo de Oro.
La estocada final para las dificultades emocionales de Fraser llegó en 2016, cuando se enfrentó a la muerte de su madre a causa del cáncer. Justo unos días después, el actor tenía pautada una entrevista y durante el intercambio, Brendan se mostró visiblemente afectado, a tal punto que tuvo que confesar el motivo de su tristeza: “Acabo de enterrar a mi mamá”, le dijo al periodista. Si bien el artista trataba de mantenerse activo en producciones televisivas de bajo perfil, poco o nada quedaba de la gran estrella que desfilaba por las alfombras rojas de las premiaciones más importantes. Este cúmulo de acontecimientos y sensaciones lo llevó a sufrir de depresión.
Visto así, se entiende por qué el regreso del actor con su papel en La ballena es visto por muchos como el resurgir del ave fénix. En 2020, el director Darren Aronofsky se topó con el tráiler de una película vieja de Fraser y sintió que el artista estaba listo para volver. Luego de haber vivido tantas dificultades, Brendan se dio una oportunidad con la propuesta, y lo hizo porque quería interpretar a un personaje que tuviera la profundidad de Charlie, un profesor de inglés obeso que lucha contra sus dificultades para reconectarse con su hija adolescente. Su personificación finalmente lo llevó a vivir el momento con el que todo actor sueña: sostener un premio Óscar en sus manos.
En este momento, Brendan se encuentra en la cúspide de su carrera, la misma que hace algunos años daba por perdida, y se ha convertido en el ejemplo vívido de que las segundas oportunidades realmente existen. De hecho, el actor buscó plasmarlo así en su discurso de agradecimiento, que pronunció con la voz entrecortada y un poco de hiperventilación: “Quiero decirles que solo las ballenas pueden nadar en las aguas profundas. Yo empecé en este negocio hace 30 años y fue fácil al principio, pero había una simplicidad que yo no aprecié hasta que ya no la hubo. Quisiera agradecerles por permitirme regresar, a mis compañeros, por permitirme resurgir, llegar a la superficie para ser visto, avistado”. Una sala entera se puso de pie para darle la ovación que alguien con sus experiencias se merecía.
Todos merecemos un descanso, y los famosos no son la excepción.
Ke Huy Quan, el niño olvidado de Indiana Jones
Tal como ocurrió con Brendan, Ke Huy Quan tuvo su momento para brillar en las pantallas de Hollywood, y le llegó al lado de Harrison Ford cuando ambos actuaron en la inolvidable Indiana Jones. Se trataba de un pequeño que escapó de Vietnam con su familia y vivió en un campo de refugiados en Hong Kong hasta que pudieron establecerse en Estados Unidos en busca del sueño americano. En aquel entonces, el joven actor era apenas un niño de 12 años y, con un comienzo de esa magnitud, muchos pensarían que el camino estaba despejado para él. Nada más alejado de la realidad.
Luego de un par de éxitos en la industria del cine y de lograr que su rostro se volviera uno de los más conocidos en la década de los 80, Ke Huy empezó a sentir, poco a poco, cómo los llamados menguaban y empezaban a desaparecer. “Recuerdo que no tuve ni una sola audición en más de un año”, comentó hace poco. El actor participó en algunas producciones hasta 1992, cuando trabajó en El hombre de California, donde compartió pantalla con Fraser, casualmente. Su siguiente trabajo no llegó sino hasta una década después, en 2002, y luego de ese, el siguiente tardó casi 20 años, pues llegó en 2021. Pero ¿cuáles fueron las dificultades que enfrentó como persona a lo largo de su vida en medio del olvido de Hollywood?
A medida que el trabajo iba escaseando, Ke Huy se vio obligado a cambiar el plan y decidió estudiar cine en la Escuela de Artes Cinematográficas de la Universidad del Sur de California. Luego de graduarse, se convenció de que debía conformarse con estar detrás de escena como coordinador de dobles o asistente de producción. Desde ahí, veía a otros brillar y cumplir el sueño con el que él había llegado al país. A raíz de las limitaciones de las que se sentía víctima en el medio, el artista suprimió sus deseos de actuar y se enfocó en subsistir.
Si hay algo maravilloso que Ke Huy valora en su vida, es a su esposa, Echo Quan, y se ha encargado de dejarlo claro. Si bien el matrimonio no tiene hijos, es muy palpable el amor que sienten el uno por el otro, basado siempre en el apoyo y la incondicionalidad. Ese mismo respaldo, aunado al
éxito de la película Crazy Reach Asians, despertó en el actor sus deseos de aparecer en la gran pantalla. En una entrevista, Quan relató: “Recuerdo haber visto esa película en el cine tres veces. Lloré cada vez que la vi. Lloré porque era una película hermosa, pero también lloré por una razón diferente: tenía miedo de desaparecer. Quería estar allí junto con mis compañeros actores asiáticos”.
Junto con la nostalgia que sentía, las dificultades económicas también se hicieron sentir, sobre todo después de la pandemia, y es que con la industria del entretenimiento congelada, el actor llegó a perder su seguro de salud. Así, casi 20 años después de su último trabajo, decidió volver a probar suerte para ver si el destino le mostraba una cara más favorable. Cargado de valentía, contactó al productor de Todo en todas partes al mismo tiempo, quien le dijo que fuera paciente, pero luego de un tiempo, le entregó el guion de la película. Claramente, Quan tenía miedo y él mismo explicó por qué: “Tenía 50 años cuando decidí volver a actuar”.
Para muchos artistas, alejarse de su profesión es muy difícil, pero la mayoría de ellos vuelven recargados y arrolladores.
Si bien Ke Huy se sentía feliz de volver a la gran pantalla, entre sus expectativas jamás estuvo llegar a recibir una nominación al Óscar, y mucho menos ganárselo. Sus palabras bien lo reflejan: “Se necesitó coraje para darle voz a este sueño que había tenido, un sueño del que tenía que alejarme, y hacia el que no pensé que encontraría el camino de regreso”. Al escuchar su nombre como vencedor en su categoría durante la gala de los premios, sus ojos se llenaron de lágrimas mientras subía al escenario a agradecer el reconocimiento.
Su energía arrolladora y su sonrisa imborrable lo acompañaron para tomar la estatuilla y dirigirse al micrófono para dar un discurso sentido que traspasó las pantallas: “Mi mamá tiene 84 años y está mirando. Mamá, acabo de ganar un Óscar. Pasé un año en un campo de refugiados y de alguna manera terminé aquí en el escenario más grande de Hollywood. Dicen que historias como esta solo pasan en las películas. No puedo creer que me esté pasando. Este es el sueño americano. Los sueños son algo en lo que tienes que creer. Casi me doy por vencido con el mío. A todos ustedes, por favor, mantengan vivos sus sueños. Muchas gracias por darme la bienvenida de nuevo”. Unas palabras sobre las cuales vale la pena sentarse a reflexionar, ¿o no?