No puedo estar más de acuerdo con la autora
“¿De dónde diablos vienen los segundos hijos?”, un texto que podría ayudarte a entenderlo todo y a reírte al mismo tiempo
Me llamo Asya Yavits, y dirijo un canal en Telegram llamado “La vida cotidiana de una mala madre”. Con nuestro primer bebé tuvimos el clásico infierno: sin dormir, llanto las 24 horas del día, pancita dolorida, aislamiento social, batallas con las abuelas por diversas cuestiones y así sucesivamente. Así que decidimos que, sin duda, seríamos capaces de hacer frente al segundo hijo.
Y así, cuando este nació, el primer mes me sorprendí a mí misma pensando: ¿por qué me fui de baja por maternidad con el primero? ¡Si con un bebé uno sigue teniendo mucho tiempo libre! ¿Y por qué diablos con el primer hijo nunca tuve tiempo de lavarme el pelo? ¿Por qué no salía con mis amigas?
Muchas, muchas preguntas. Déjame intentar sistematizar el porqué. Y tú, junto con Genial.guru, lo leerás y podrás sacar tus conclusiones.
¿Experiencia? ¡Sí, claro!
Un segundo hijo es como copiar los deberes en un bonito cuaderno. Es como volver a entrar en primer grado a los 30 años. ¡Parecen realmente unas vacaciones! Bueno, puede que no consigas a la primera cumplir con tu misión. Pero has multiplicado 3 por 4 un número infinito de veces, sabes sentarte en un pupitre, escuchar al profesor, y no te importan las burlas de los compañeros de 7 años... eso es mucho.
Y al final, buscas la tarea en Google. Ya sabes cómo buscar en Google, ¿verdad? O... simplemente no lo haces, y no pasa NADA. Ya lo sabes. Ya sabes que el bebé sobrevivirá, aunque tenga hipo durante más de un minuto y esté sonando por todo el apartamento. Y papá lo sabe. Y hasta la abuela lo sabe (bueno, casi). Ya entiendes que es esencialmente importante llevar a tu niño a la cama a tiempo, darle de comer, cambiarle la ropa y sonreír cuando sea posible. Y lo haces todo de forma automática y precisa, de modo que incluso queda tiempo libre.
Bueno, hubiera quedado si no fuera por el mayor. Con él, todo sigue siendo la primera vez. Aunque tenga 40 años, necesitas prepararte para la primera crisis de la mediana edad en un niño.
En realidad, tengo principios
Recuerdo la noche en que fui madre. Todas las mamás tienen una, y no es la del parto. Cuando mi primer hijo tenía un mes, mi marido se fue a otra ciudad por trabajo. Por 3 días eternos. Y la primera noche, el bebé gritó desde las 3 de la mañana hasta las 6. Esas 3 horas canté, acuné, bailé con él en mis brazos, tuve miedo, después pánico de que, sin querer, le hubiera hecho algún daño y por eso seguía llorando, luego lo abracé, en un momento hasta le levanté la voz, después le rogué que se callara, volví a cantar... En fin, pasé por todos los estados que podía pasar.
Cuando mi segundo hijo tenía dos semanas y mi marido tuvo que volver a marcharse, mi segundo bebé, por supuesto, también gritaba como loco a las 3 de la mañana, y no estaba en sus planes calmarse. Dolores gastrointestinales, añoranza de su padre o necesidad urgente de estirar las cuerdas vocales, ¿quién sabe? El hijo mayor estaba durmiendo a dos metros, y detrás de la pared estaban mis padres, quienes tenían que trabajar por la mañana. Pensé, ¡pues esta vez no, tengo mis principios! No voy a aguantar más esos aullidos durante 3 horas. Entonces le di un masaje para que pudiera liberar gases gastrointestinales. Mucho no ayudó, así que lo envolví en una manta, me puse las botas UGG, una chaqueta y salimos a dar un paseo. Sí, a las 3:00 de la mañana. Se durmió en un minuto, y yo caminé con él frente a la entrada durante otros 5 minutos más. Y, satisfecha, volvimos a casa a dormir plácidamente hasta la mañana.
Después de pasar el primer mes y medio de la vida de mi primer hijo en el infierno, luego otros dos meses más complicados, y luego casi dos años más sin mucha socialización en cuatro paredes, finalmente me di cuenta de algo.
Me di cuenta de que nunca más me sentaré en una “pelota de ejercicio”. Me di cuenta de que nunca más volveré a acostar al bebé insistiendo por más de 15 minutos. Me lavaré el pelo cuando quiera. ¡Así de engreída soy! ¡Uf! Y si debo enjuagar el acondicionador al lado de un llanto, bueno, entonces lo haré al lado de un llanto. Créanme, con un minuto de espera, el bebé no se decepcionará de este mundo. Ya no me negaré a socializar con mis amigas (¿cuidar al bebé? ¿No llevarlo a una fiesta de cumpleaños con dos meses de vida? No, perdón. No escuché nada), a ir a un café, a una reunión con un amigo en un bar, a un viaje en metro y taxi, a los discursos y a la conferencia de trabajo, en fin. Hasta hoy, un bebé en una carriola nunca hizo daño a nadie. Y, por supuesto, no faltará el chupón.
Quizá, si estas verdades me hubieran sido reveladas tan pronto como nació el primero, ya habría tenido 10. Así que es bueno que no lo fueran.
La transición más difícil
La transición más difícil es pasar de cero hijos a uno. Con todos los demás, ya sean dos, tres u ocho, ya es un asunto fácil. Mi marido piensa así. Así que, aparentemente, él va a tener a nuestro tercer hijo. Y al octavo también.
De hecho, por supuesto, con cada siguiente hijo hay trucos propios de crianza, pero la transición global es realmente atreverse a tener el primero: de un mundo donde solo eres responsable de ti mismo al fascinante universo de los pañales y orinales con música.
Así que tener un segundo hijo (tercero, décimo) definitivamente no va a ser una experiencia tan masiva que altere la vida como tener al primero. Y este era probablemente mi principal temor, incluso más aterrador que el regreso del sueño fraccionado.
Y, lo que es más importante, el resto de mis parientes ya se habían recuperado también del shock que supuso la adquisición de nuevos estatus familiares. Papá, la abuela, el abuelo... Y alguien ha sido bisabuela durante más de un año. Como me dijo mi abuela (que también es la bisabuela de mis hijos): “Te levantas una mañana y tu hijo es abuelo. Tienes que volver a ese pensamiento más de una vez”.
Los mimos y la oxitocina
Tuve una cesárea de emergencia bajo anestesia general y, de alguna manera, la oxitocina no llegó a mi cerebro. Durante los dos primeros meses me sentí muy mal físicamente (y psicológicamente), tanto que no entendía por qué todo el mundo se conmovía tanto con sus hijos (¡y más aún, con niños de otros!). ¿Qué tienen de bueno? Son pequeños gritones que vienen a este mundo para marcar el final de tu vida. Y ahora, tu día se divide en trozos de 2 a 3 horas, y todo es cíclico: alimentar, cambiar, arropar, alimentar, cambiar, acunar...
Con el segundo hijo, la cesárea ya estaba prevista, y en la unidad de cuidados intensivos vi con mis propios ojos cómo me inyectaban oxitocina. Pues bien, al parecer, esta hormona sigue sin dejarme ir (mi pequeño ya tiene 4 meses). Quiero decir, ¡su sonrisa es taaan maravillosa! ¡Y huele taaaan dulce! Luego crecerá, iniciará alguna crisis desagradable, se casará, etc. Pero, por ahora, yo voy a darle todos los gustos, ya que disfruto tanto ser madre.
Y si ha sido tan fácil hacerlo feliz hasta ahora, ¿por qué no? Sobre todo si esta vez no exige que “renuncie” a mi propia vida, juventud, salud... ¡Para qué exigir, si el pionero se lo llevó todo! ¡Jajaja!
¿Tienes hijos? ¿Cuál es el consejo más valioso que darías a todos los padres, basándote en tu experiencia?
Comentarios
Me hizo gracia lo de “el tercer hijo lo tendrá mi marido y el octavo también” XD
Debe ser complicado pasar por una cesárea y una depresión postparto
El doctor me dijo que a los 6meses iba a querer otro bebé 😂 en ese momento reí por qué había pasado por dolores del parto para que al final fuera cesárea y CLARO que dije que ya solo quería una bebé 😅 ya pasaron los 6 meses y SI! Quiero otro 😆😅