Doctora mexicana desvía un avión 6000 kilómetros para salvar la vida de un niño

Historias
hace 11 meses

Un vuelo rutinario que cubría la ruta México-París se convirtió en una historia de sobrevivencia y superación gracias a la labor conjunta de médicos, pilotos y padres.

Todos ellos, guiados por su corazón, valiéndose de los protocolos y un poco de suerte, salvaron la vida de un chico de cuatro años que ahora tiene una historia que contar y una nueva vida por delante.

Después de dos horas en el aire, durante el vuelo AF0179 de Air France, se activaron las bocinas y el capitán hizo una solicitud en busca de un médico voluntario para brindar asistencia médica.

Inicialmente, la solicitud se realizó en francés y luego en inglés, pero no hubo respuesta por parte de los pasajeros.

Dentro, las azafatas y una mujer mexicana, de nombre Lucía Dennise Ayala, se esforzaban por aliviar el dolor del hijo de Lucía, Marco, de cuatro años. Un intenso malestar estomacal lo hacía gritar y suplicar: “Mamá, necesito medicina, mi estómago me duele mucho”. Nunca antes el niño había pedido medicamentos. “Mamá, no aguanto más el dolor”. Esto desató las alarmas de toda la tripulación.

La doctora Violeta Álvarez Perdomo estaba durmiendo cuando su hermana la despertó. Acababa de someterse a una cirugía en la pierna que se complicó, lo que la obligó a retirarse prematuramente de sus labores médicas. Esperaba que otro médico la ayudara, pero nadie se ofreció.

Se apoyó en su bastón y recorrió los estrechos pasillos, y se puso a disposición de los sobrecargos.

Se dirigieron a la zona de Primera Clase para poner al niño a dormir. Les entregaron los utensilios que tenía el personal de la tripulación: un estetoscopio para adultos y un monitor de presión, también diseñado para personas mayores, que no funciona correctamente en niños debido a que sus brazos son pequeños y el brazalete proporciona lecturas incorrectas.

Solo tenía un abatelenguas de madera, la luz del teléfono móvil y sus propias manos para realizar el diagnóstico.

Marco estaba durmiendo y la doctora le examinó la cabeza, las piernas y el pecho, todo parecía estar bien. Sin embargo, cuando tocó el abdomen, el niño saltó y se mostró visiblemente adolorido. La médica, graduada del Instituto Politécnico Nacional, afirmó: “No hay duda, tiene apendicitis. Debemos llevar a este niño de inmediato a un hospital”.

Desde la cabina, con el apoyo de las sobrecargos, el capitán consultó si debían cambiar la ruta del vuelo o si el niño lograría llegar a París a tiempo. “Por favor, díganme si debemos modificar la ruta del vuelo”.

A lo largo de sus 13 años de experiencia en cuidados intensivos, la doctora Violeta había tomado decisiones difíciles, pero nunca a una altitud de 11,279 metros. Tenía que decidir qué hacer con el avión Boeing 777-300, que transportaba a 296 pasajeros.

Así, la doctora decidió desviar el avión, pero para eso tuvo que hablar personalmente con representantes del Servicio Médico Francés y justificar su decisión.

Con la ayuda de Lucía como traductora, explicó en inglés, francés y español que era un cuadro apendicular. “Yo no me arriesgaría a cruzar el Atlántico porque no tenemos nada en el vuelo para estabilizarlo. No sé si tienen punzocats [cateter intravenoso] y soluciones. Con qué voy a canalizarlo. Sé hacerlo, pero si no tienen el material, cómo lo vamos a estabilizar”, les cuestionó.

Después de pasar por Florida y Baltimore, llegaron a la frontera de Estados Unidos y cruzaron hacia Canadá. Lucía tenía miedo de que los pilotos hubieran decidido cruzar el Atlántico en lugar de aterrizar.

Diez minutos antes de aterrizar, los pasajeros supieron que estaban en Canadá. El capitán les hizo saber que, por cuestiones médicas, iban a desviarse. Y pidió la comprensión de los viajantes. Por la ventana se veía una hoja gigante de maple, recuerda Lucía. “Pero no hubo ni un comentario negativo. La gente fue muy empática, a pesar de que algunos perdieron su vuelo de conexión”.

Al llegar a Canadá, Marco fue revisado por los doctores en tierra, quienes confirmaron el diagnóstico inicial, incluso Air France le envió una carta de agradecimiento por su valiosa ayuda al responder a la solicitud de la cabina para brindar asistencia médica.

Después de que la doctora le dijo a la madre dijo que venía del Hospital de La Raza de México, ella se sorprendió y dijo “¿Qué? Un médico pediatra de La Raza en un avión de Air France camino a París. Solo mi padre podría haberlo organizado”. Para mí, es como si mi padre me hubiera enviado un ángel. ¡No hay otra explicación! Lucía cierra su relato con alegría.

Los doctores y el servicio de salud de varios países a veces se comportan como superhéroes, dejando de lado su propia integridad para salvaguardar la vida de los que los rodean. Tenemos otro caso de un cirujano que vestía a los niños como personajes de películas para aliviar su tensión antes de las cirugías.

Imagen de portada Especial / Milenio Diario

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