Durante más de 100 años, nadie se atrevió a entrar a esta isla
Unas olas gigantes azotan las suaves playas arenosas de Hawái. Llegas flotando a la orilla, cubierto de algas y estrellas de mar. Te levantas y te inclinas hacia un costado para sacar toda el agua de tus orejas, mientras entrecierras los ojos por la luz intensa. ¡Guau, qué manera de nadar! ¡Ah, Hawái! Por fin llegaste al Estado de Aloha. Esperas encontrar a una multitud de personas tomándote fotos desde la orilla, hoteles enormes con familias y turistas, bufés con desayunos internacionales (mmm, ¿dónde firmo?), pizzas de piña saliendo del horno. Di lo que quieras de la pizza de piña, pero tengo una mente abierta.
Miras a tu alrededor y ves hectáreas de playas vacías, sin una sola persona tomándose una selfi. No hay hoteles; de hecho, no hay edificios. No hay caminos pavimentados, no hay infraestructura, ni siquiera hay aeropuertos. Algo no anda bien. Saltaste del crucero para nadar hasta Hawái, pero esta parece una isla virgen. Caminas por la playa mientras te sacudes las algas e intentas abrirte paso hacia el camino principal. Solo que no hay ningún camino. Giras y ves a un hombre que se acerca a ti en bicicleta. Por fin, un poco de ayuda. Te acercas y te saluda con un marcado acento hawaiano. Los nativos hablan muy buen inglés, así que este sujeto no debe socializar mucho.
Te da una cálida bienvenida y te dice que te encuentras en la isla Niʻihau, la más pequeña de las islas habitadas de Hawái, con una superficie de solo 180 km2. Tus ojos se abren de par en par. Bueno, al menos estás en Hawái. Eh, técnicamente. En 1863, el rey Kamehameha IV vendió esta isla a Elizabeth Sinclair, una granjera escocesa dueña de plantaciones en Nueva Zelanda, por una suma de USD 10 000 en oro. Eso equivale a unos USD 200 000 actuales. El rey le impuso una condición: preservar la cultura y protegerla de cualquier extranjero.
Con el correr de las generaciones, la isla mantuvo esa promesa. Actualmente es propiedad de los hermanos Robinson, descendientes de Elizabeth Sinclair. Una de las maneras de ingresar es recibiendo una invitación de ellos. Otra forma es reservando un viaje en helicóptero de medio día con acceso limitado a ciertas partes de la isla, a cambio de unos cientos de dólares. Qué bueno que ahorraste. Esta es la única isla donde la mayor parte de la población habla hawaiano en lugar de inglés. De hecho, Hawái es el único estado con 2 idiomas oficiales: inglés y hawaiano.
La isla de Niʻihau rechaza los frutos de los avances actuales. No hay autos a la vista, los nativos se trasladan a pie o en bicicleta. Con razón sus piernas están en tan buena forma. Se las arreglan sin tuberías de agua, internet ni tiendas. La única escuela en toda la isla es alimentada a base de paneles solares. Y lo más asombroso es que es la única escuela en todo el estado que funciona con energía solar. Caminas disfrutando del paisaje, hasta que tu nuevo amigo te muestra el lago más grande de todo Hawái. Te asombras al contemplar una vista tan increíble.
Como es un habitante de la isla, tu amigo te explica algunas reglas que los residentes permanentes deben obedecer. Los hombres de la isla no tienen permitido dejarse el cabello largo o usar pendientes. Si rompen las reglas, pueden ser expulsados. Después, te lleva a un lugar donde muchos se relajan y pasan el día cuando no trabajan. Varias familias se reúnen y preparan una gran comida. Te acuestas en un lugar suave y arenoso. Nadie hace ruido. La brisa fresca acaricia tu cara. Hay cangrejos ermitaños caminando por doquier.
Y a la distancia ves a unos pescadores que regresan a casa con sus muy necesarias capturas. Los residentes no utilizan la tecnología moderna para cazar ni pescar. En lugar de eso, se valen de técnicas transmitidas de generación en generación. En 2010, un estudio reveló que solo hay cerca de 170 residentes oficiales permanentes en la isla. Otros estudios afirman que hay aún menos personas: solo 70. En cualquier caso, tú te relajas y disfrutas de la paz y la tranquilidad.
Existen otras islas interesantes e inaccesibles en el mundo. En Brasil hay una isla intencionalmente deshabitada. Por cada metro cuadrado hay al menos 5 serpientes venenosas arrastrándose. Si bien algunos científicos dicen que es una exageración, no me gustaría estar en una isla dominada por las serpientes. Por esa razón, la Isla de la Quemada Grande es conocida como la Isla de las Cobras. Los científicos afirman que es hogar de entre 2000 y 4000 serpientes. Si tienes fobia a estos reptiles, considera tachar la isla de tu lista de lugares a visitar.
Pero no te preocupes, nadie puede entrar aquí sin un permiso especial. Y si vives cerca, no hay nada que temer. La isla se encuentra a unos 145 kilómetros de la costa de São Paulo, estado al que pertenece. Es increíble pensar que el 90 % de todas las mordeduras de serpientes de Brasil provienen de esta isla. Además, es hogar de una especie única de crótalo: la serpiente cabeza de lanza dorada. Uh...
El ecosistema de la isla es tan particular porque las serpientes dominan todo el terreno sin ninguna amenaza. Con los años, han acechado a las aves que se instalan en la zona o que están de visita. Y sin la intervención humana, lograron prosperar y organizar fiestas de serpientes todo el año. En algún lugar entre el golfo de Bengala y el mar de Andamán, se encuentra una isla hostil que no tiene ninguna serpiente venenosa, o al menos no que sepamos. De hecho, no sabemos casi nada de esta isla, solo que las personas que viven allí no reciben bien a los visitantes. Y la historia enseña que las personas que se acercan no regresan.
Viajemos al siglo XIX. Un buque mercante hizo una parada en la isla Sentinel del Norte para refrescarse y ubicarse. Unas 100 personas nadaron hacia la orilla, ya que la isla no tenía un muelle para barcos y botes. Pasaron 3 días allí, hasta que los sentineleses decidieron que era hora de que se marcharan. No fueron nada tímidos, los obligaron a abandonar el lugar temprano, lo que dejó un gusto amargo en ambas partes. Y las cosas han seguido igual desde entonces. Las personas se acercan, los sentineleses sacan su letrero de “no eres bienvenido”, y al final todos resultan heridos.
Pero algunos antropólogos han tenido cierto éxito estudiando su estilo de vida. Una de las visitas documentadas más recientes a una aldea sentinelesa en 1967 logró su cometido. Descubrieron que los nativos vivían en cabañas enfrentadas con techos inclinados y un pozo de fuego a su alrededor. Tenían canoas pequeñas y estrechas para pescar cerca de la orilla. Sus platos principales consistían en peces y cangrejos. Y, a partir de los andamaneses de las islas vecinas y más amigables, podemos determinar que consumen ciertas frutas y huevos de tortugas y gaviotas. Utilizan herramientas básicas para pescar y cazar, y no saben prácticamente nada del mundo exterior y sus avances. Así que probablemente será mejor para todos que los dejemos en paz.
En el extremo opuesto a las islas tropicales y las playas blancas y arenosas, encontramos el sueño de todo científico. Imagina ser testigo del nacimiento de una nueva isla. No estoy hablando de descubrir una isla, tampoco de que los niveles de agua disminuyan y la tierra emerja. No, no, no. Surtsey es una isla a solo 32 kilómetros de la costa de Islandia, y una de las más únicas. En 1963, una erupción volcánica expulsó lava hasta formar una nueva isla. Y solo necesitó 3 años para formar 2,5 km2 de tierra. No es suficiente para organizar una enorme fiesta, pero sí para que se la considere una isla.
Una vez que la lava se enfrió, muchos científicos fueron a visitarla y realizar estudios. Quedaron estupefactos al ver que había vida en el lugar. Comenzó con moho, bacterias y ciertos hongos. A lo largo de los años, las corrientes oceánicas arrastraron semillas que crecieron en el lugar. Y, con el correr de las décadas, los científicos observaron más de 50 especies diferentes de aves volando por la isla y habitándola. Surtsey es completamente inaccesible para cualquier visitante. Ya sea que navegues cerca o que quieras hacer un paseo rápido por la zona, nadie tiene permitido romper el aislamiento de las especies que viven allí. Hasta está prohibido construir algo cerca. ¿Por qué mejor no visitas Reikiavik? Tiene mejores restaurantes, y además son más amigables.