El pastel que cambió mi vida: la historia real de una pastelera que empezó desde cero

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hace 1 mes
El pastel que cambió mi vida: la historia real de una pastelera que empezó desde cero

Mi amiga es pastelera. Dulces adorables, pasteles de fiesta y montones de halagos... pero, ¿qué hay realmente detrás de esta profesión que parece tan vistosa? Hoy vamos a mirar un poquito detrás del telón junto con Yulia, pastelera a domicilio, que nos ha contado las particularidades de su trabajo, especialmente para Genial.guru.

Era 2015. Afuera hacía frío, yo estaba en la universidad, sentada en una clase aburridísima mientras el profesor hablaba sin parar. Empecé a revisar mis redes sociales y de pronto apareció en mi pantalla la foto de un pastel increíble, de esos que nunca había visto antes: cubierto con crema blanca y coronado con un montón de frutos rojos frescos. Me metí a la página, revisé todos los trabajos de esa chica, la seguí y en ese mismo instante lo supe: no quería solo probarlo, quería aprender a hacerlo.

El problema era que yo no sabía absolutamente nada de repostería. Así que para la siguiente celebración pedí ese mismo pastel como encargo. Estaba delicioso, pero yo no tenía idea de qué estaba hecho. En esa época los pasteles de este estilo se pusieron de moda rapidísimo. Un día vi que en mi ciudad abrirían una pastelería y la misma chica daría un curso de cupcakes. Sin pensarlo, me anoté.

Después del curso pensé: “Yo también podría hacer postres por encargo”. Pero cuando intenté hacer mis primeros cupcakes en casa... desastre total. Luego me animé a hornear un pastel para el cumpleaños de mi esposo. Me lancé con un “Red Velvet”, compré frutas, queso crema, nata, colorante... esperaba maravillas, pero el bizcocho no se quedó del todo bien y tuve que montarlo así. Y aunque no lo crean, ¡a todos les encantó! Ese día nació una pequeña esperanza en mí.

Durante un año seguí “sacrificando” ingredientes en la cocina, sorprendiendo a mi familia con cada intento. Finalmente, abrí una página exclusiva para mis creaciones. Ya tenía báscula de cocina, mis bizcochos salían mejor. Mi primer pedido real fue para el papá de una amiga: solo le cobré los ingredientes.

Soy autodidacta. Los dos primeros años viví a prueba y error con recetas de internet. Muchísimos fracasos: que no subía el bizcocho, que no montaba la nata... Pero lo más difícil no fue eso, sino animarme a mostrarme como pastelera cuando casi no tenía pedidos. Al inicio todo el dinero que ganaba lo invertía en herramientas e ingredientes nuevos.

De mi primer pastel para mi esposo al primer gran encargo pasó 1 año y 4 meses: un pastel mediano de boda y 100 cupcakes. Primero horneaba solo para los míos, pero un mes después de abrir mi página empezaron los pedidos ocasionales. Tres meses más tarde, en el Día de la Madre, tuve tanto trabajo que me pasé la noche sin dormir.

En 2017 abrí mi blog. Al inicio compartía solo mis trabajos, luego también recetas sencillas y a la gente le encantó. De ahí venían todos mis clientes. En 2020, con el nacimiento de mi segunda hija, dejé los encargos y convertí mi blog en algo más personal: recetas, fotos, procesos de decoración... Llegué a 7 mil seguidores, pero después decidí empezar desde cero porque sentía que solo me veían como “la de los pasteles”, y yo quería algo más. Hoy mi nuevo blog tiene un poco más de un año y 2100 seguidores.

Trataba de aceptar todos los encargos, ya que me interesaba hacer postres diferentes desde un punto de vista creativo. Una vez, en pleno verano, llevaba un pastel de dos pisos en el coche, atrapada en el tráfico y sin aire acondicionado... el pastel se empezó a derretir. Llegué al restaurante y me puse a arreglarlo a toda velocidad, justo cuando se me acercó la administradora fascinada diciendo lo hermoso que estaba y pidiéndome contacto. Ese día entendí que la mayoría de los detalles que me parecían fallos, los clientes ni los notaban. Los recién casados, por cierto, también dejaron una bonita reseña.

Hice un pastel increíble: de 2 pisos, con una figurita. El cliente no lo transportó bien, pero me culpó a mí y exigió que le devolviera el dinero. Me sentí muy mal: todo en vano. Y, un par de meses después, de repente llegó un mensaje de una chica. Resultó que ella estaba en aquella fiesta. Me dijo que el pastel estaba increíblemente delicioso y me encargó dos de ellos. Esta vez todo salió bien con el transporte.

Si me preguntan si la pastelería es un trabajo fácil o un dinero rápido, mi respuesta es: no. Es agotador. Pasar 20 horas de pie, dormir a las 4 de la mañana, hacer de repostera, fotógrafa, community manager, contadora, chofer, repartidora... y además aprender a poner precios justos. Lo que más me cansa son las tareas repetitivas como batir, mezclar, montar... soy más de la parte creativa, diseñar y fotografiar. ¡Ah, y limpiar! Eso sí que nunca se acaba.

El precio de un pastel depende de muchos factores: peso, relleno, decoración, etc. Yo prefiero los clásicos de bizcocho con rellenos sencillos y frutas frescas. Hago mínimo de 2 kg, pero eso es para mí. Para pedidos preparo rellenos y decoraciones más elaborados, además del trabajo del repostero. Por eso pienso que un buen pastel por encargo no puede ser barato. Aunque sí, es posible, y también los hay. Pero deben entender que los ingredientes probablemente no serán de calidad. Si aceptan margarina en lugar de mantequilla al 82,5 %, crema vegetal de aceite de palma en lugar de crema al 33 %, cobertura insípida en lugar de chocolate belga, entonces se puede hacer.

Además, mucho depende de los gastos ocultos. A menudo los clientes, e incluso los mismos reposteros, no toman en cuenta el gasto de gasolina, electricidad, moldes nuevos para bizcocho, mangas pasteleras, etc., porque piensan que son centavos. Y luego se preguntan: “¿Por qué hago tantos pedidos y no veo el dinero?”. La verdad es que en esos pequeños gastos se esconden sumas considerables.

Con el tiempo me di cuenta de que hornear en casa ya no era suficiente. Los pedidos superaban lo que mi cocina podía permitir, y para crecer necesitaba un local, invertir mucho dinero y energía... y yo quería priorizar a mi familia. Así que cambié de rumbo: ahora me dedico a crear contenido y manejar redes, tanto el mío como de otros proyectos. Los pasteles siguen conmigo, pero solo para mi familia. Quién sabe, quizá un día me anime a abrir mi propia cafetería. Mientras tanto, me divierto con nuevas pasiones como las velas aromáticas y las piezas de yeso.

Echo de menos inventar sabores, diseñar postres hermosos, ver la felicidad en los ojos de mis clientes. Al final, los pasteles siempre serán símbolo de celebración. Me encantaba ser parte de esos momentos especiales: transmitir alegría con la vista, con el sabor, y con ese instante tan valioso de cortar un pastel y compartirlo con la gente que amas.

A quienes quieran empezar en este mundo les diría: vayan despacio, no esperen resultados inmediatos, enfoquen en un nicho y no intenten abarcar todo. Y si es en serio, mejor trabajen en un espacio propio, porque hornear en casa para vender es agotador y molesto para la familia. Y claro, súbanse a redes desde el inicio. Muestren lo que hacen, compartan procesos, hablen de su trabajo. Cuanto antes lo hagan, más rápido crecerán.

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