Estaba por llegar tarde, y un anciano me ayudó solo regalándome un poco de su tiempo

Historias
hace 5 años

Solemos vivir en un mundo lleno de urgencia. Nos trasladamos de un lado al otro totalmente ansiosos por llegar a destino, olvidando que a veces es tan importante el trayecto como la meta. Quizás nos hace falta detenernos un momento y levantar la cabeza para ver a quiénes tenemos a nuestro alrededor, ya sea un ser querido o un desconocido, porque muchas veces esas personas necesitan que les regalemos un poco de nuestro tiempo.

Me llamo Laura, soy de Argentina, y hoy quiero compartir con los lectores de Genial.guru la lección que un adulto mayor me enseñó con un pequeño y aparentemente insignificante gesto, pero que me permitió comprender cuán difícil es desprendernos de nuestro tiempo y qué valioso es regalárselo a alguien más.

En aquel tiempo, yo era una estudiante de Diseño Gráfico de tercer año, y cursaba una importante asignatura para la cual tenía que entregar un trabajo cuya calificación dependía tanto de la puntualidad como del resultado.

Me quedaban dos horas de tiempo cuando ingresé a una tienda para imprimir el escrito con las últimas correcciones. Al principio me sentí aliviada porque no había fila, solo un anciano delante de mí. Pero tras quedarme parada un rato, me di cuenta de que lamentablemente el hombre se estaba tomando su buen tiempo para escanear una pila de ilustraciones propias.

Empecé a mirar alrededor y noté que no había otro empleado atendiendo en el lugar, así que me tocaría esperar. Y a pesar de que éramos solo dos clientes me di cuenta de que con todo lo que tenía que hacer aquel hombre, el tiempo de espera iba a ser largo. Miré el reloj y empecé a calcular lo que me tomaría imprimir el trabajo y el traslado a la universidad...

Y entré en pánico...

Me di cuenta de que definitivamente no me iba a alcanzar el tiempo para hacer todo y llegar puntual. Y lo que era peor... No me alcanzaba tampoco para trasladarme a otra tienda. ¿Iban a reprobarme por ser impuntual?

¿Acaso era ese mi final?

Entonces, el anciano se giró para mirarme. Mi rostro suele ser un libro abierto, lo que pienso se refleja perfectamente en mis expresiones, y por eso noté que el señor se dio cuenta de mi apuro cuando se volteó para ver a la mujer que estaba atendiéndolo y le dijo:

— Atienda a la señorita primero, luego siga conmigo.

Sumamente sorprendida y muy tentada en aceptar la oferta, no quise abusar de su bondad cuando le expliqué:

— Tengo que imprimir mucho.

— No importa, me respondió.

— Pero es que tomará tiempo, le aclaré destacando que realmente era mucho material.

— Con más razón entonces, y tomó asiento en una silla que había cerca.

¡Qué hermoso regalo me dio aquel hombre!

Ya en casa, luego de haber podido entregar las cosas puntualmente, me puse a pensar en aquel momento y me di cuenta de que cualquier persona, aunque estuviese sin apuro, consideraría un desperdicio darle el lugar a alguien en una fila, y más si sabe que va a demorarse. Ni hablar si se trata de un completo desconocido. Como sociedad nos queda mucho por aprender de los adultos mayores, no solo en experiencia, sino en el valor de ser tan solidarios para obsequiar un tesoro que no va a volver, convirtiendo nuestro tiempo en bondad.

El tiempo también puede ser un valioso obsequio para darles a los demás, teniendo en cuenta el ritmo acelerado con el que vivimos nuestra vida.

Ya sea en la fila del supermercado, en las tareas del hogar o con tus seres queridos, cuéntanos: ¿qué tan dispuesto estás a regalar un fragmento de tu tiempo?

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