20+ Personas que lograron encontrar las cosas de sus sueños por unos pocos centavos

Nada es más difícil en esta vida que perder a un ser querido. Sea con tristeza, enojo, en soledad o con la gente que más apreciamos, es muy importante experimentar la etapa del duelo. Nunca debemos saltárnosla. No existe una receta mágica para lidiar con ese dolor, pero a veces, desahogarse ayuda mucho. Así lo hizo una mujer que perdió a su marido a través una carta, la cual podrás leer a continuación.
Amor mío:
Recuerdo cuando dejaste esta vida; tenías 25 años y falleciste en una cirugía de bajo riesgo. Yo estaba completamente desconsolada y lo único que recorrió mi mente los primeros meses fue el porqué. Sentía que te habías ido sin ninguna razón, no parecía haber un “plan mayor” o que te hubieses marchado para cuidarnos desde arriba. No me gustaba pensar en eso, me parecían todos cuentos para niños.
Moriste, te fuiste sin ningún buen motivo. Estábamos tratando de tener hijos, teníamos una casa, unos adorables perros, una vida juntos que ambos habíamos trabajado muy duro para construir y, de un segundo para el otro, desapareciste, y parecía que todo había sido en vano. Eso no era justo, no se sentía real. Había una pregunta en particular que no me dejaba dormir por las noches: ¿por qué tú, entre todas las personas que habitan el mundo?
Recuerdo que la gente me preguntaba si yo estaba triste. La verdad es que no, triste no. Me sentía muy enojada. Por tu dinero, algunas personas se acercaron a mí para decirme que al menos ahora me quedaban tus cosas. ¿Qué clase de consuelo es ese? Claramente, no me interesa tu dinero. Solo te quiero a ti, quiero a mi esposo de vuelta.
No soportaba a nadie en ese momento, no había pésame que me cayera bien, todo parecían ser palabras vacías que nunca podrían llenar el hueco que tenía en el corazón. Una semana después del hecho, me di cuenta de que me había convertido en una viuda. Recuerdo que sentí que solo eso me quedaba: de mujer, pasé a viuda. Esa era mi nueva categoría de persona.
Mordía mi almohada con furia hasta quedarme dormida. El enojo era parte de mí. Ni la cama me apoyaba adecuadamente, como yo necesitaba ser apoyada, como tú me hubieses apoyado de estar vivo. Daba vueltas y vueltas, pero siempre terminaba en lo mismo: ¿por qué tú, por qué a nosotros?
Hasta hoy me sucede que tomo el celular y estoy a punto de llamarte para preguntarte cualquiera de las cosas por las que te llamaba a diario. Resulta lógico, porque dejaste una huella por todos los lugares por los que pasaste y en todas las personas que conociste. Me enseñaste tantas cosas, y ahora me queda llevarlas a la práctica y ser fuerte como un roble. Me hubiese gustado que también nos hubieras enseñado a vivir sin ti, pero solo nos queda aprenderlo solos.
Nadie nos prepara para este tipo de cosas, pero es con el tiempo que entendemos que estas personas nunca se fueron, no desaparecieron, no se esfumaron de nuestro lado. Siguen aquí, en cada recuerdo, en cada abrazo, en cada risa. Solo muere quien es olvidado, y yo te recuerdo y te sueño con mucha frecuencia.
Estás ahí, cada vez que suena una de tus canciones favoritas, cuando visito a tus padres y te imagino saludándolos, cuando uso algo que me regalase, cuando reaparece la gotera del baño y casi que te escucho refunfuñando, cuando huelo tu perfume en la calle, cuando veo tus pecas en la cara de tu hermano y en mil detalles más. Tal vez ya no nos acompañas físicamente, pero nadie me puede decir que no estás, porque te siento tan cerca como siempre.
Por supuesto que siguen existiendo días difíciles, pero me consuelo solo un poco cuando veo tus fotos y me doy cuenta de que siempre estabas sonriendo, que todos te quieren y extrañan tanto como yo. A veces paso por el colegio que está cerca de nuestra casa y, cuando veo a los niños con sus padres, pienso que tú podrías haber sido uno de ellos. Habrías sido un excelente papá. En esos momentos me pregunto nuevamente por qué la vida, o la muerte, te eligió.
Hoy, que estoy en una buena etapa del duelo, entiendo que ¿por qué no tú? ¿Por qué la vida de otro? Se podría haber llevado a uno que sí era padre y lo extrañarían también sus hijos. Es como que de a poco voy dejando entrar esa idea de que todo ocurre por algo.
El otro día me compartieron un poema que decía algo como que la muerte solo es pasar al otro lado. Yo sigo siendo yo y tú sigues siendo tú. También seguimos siendo lo que éramos el uno para el otro, por lo que te voy a hablar como siempre lo hice y te llamaré por tu nombre sin dolor. La vida es lo que siempre fue, nuestro hilo no se ha cortado, no debes salir de mi mente solo porque saliste de mi vista.
Me estoy amigando nuevamente con todo eso que me aconsejaban los primeros meses. Pasito a pasito, voy juntando los pedazos, mis pedazos. No estoy sola, porque no me siento así; tú aún me acompañas. Te perdono, mi enojo ya no existe, ni contigo ni con el mundo. Estoy segura de que nos volveremos a ver.