Historias de los lectores de Genial sobre sus padres, que demostraron con sus acciones cuánto aman a sus hijos

Historias
hace 3 años

Los niños, debido a su corta edad, son especialmente buenos para recordar momentos que les provocan una tormenta de emociones. Aunque para un adulto, algo pueda parecer una nimiedad, el niño no olvidará la compra del juguete soñado ni el apoyo de sus padres en tiempos difíciles, ni siquiera después de décadas.

Genial.guru pidió a sus lectores que nos contaran las acciones más memorables de sus padres, en las que sintieron todo su amor y cariño.

1.

2.

Recuerdo que me acusaron de haber robado la billetera en la casa de una chica, porque la había visitado, y después de que me fui la billetera desapareció. Y yo ni siquiera la había visto.

Bueno, su abuela fue a ver a mi papá para decírselo. Papá solo me preguntó si la había tomado o no. Yo respondí que no. Entonces papá le dijo a la anciana que la conversación había terminado, y le aconsejó que buscara mejor esa billetera en casa. Y durante mucho tiempo estuvo indignado de que su hija fuera llamada ladrona. ¡Siempre podía estar segura de que mis padres estarían de mi lado! © Vera Ryndich / Facebook

3.

Mi mamá trabajaba mucho en los 90, pero yo siempre quería vacaciones y a mi madre para mí sola. Por lo tanto, los domingos íbamos a museos y galerías a hacer “paseos culturales”. Con té en un termo, sándwiches o pastel, y podía charlar con mi mamá sobre todo, mientras admiraba la arquitectura y el paisaje: eso sí que era felicidad. Y solo cuando crecí me di cuenta de lo que le costaba a mi madre hacer eso después de una semana laboral de 6 días, cuando un domingo simplemente quería dormir un poco más.

Pero el más cálido, probablemente, no es el recuerdo de lo cercanas que éramos en mi infancia, sino de cómo ella comenzó a dejarme ir de su lado para permitirme crecer. Fui escoltada a la escuela hasta los 12 años. Mi mamá estaba muy preocupada: el área no era muy segura, vivíamos al lado de un sitio de construcción abandonado, había un terreno baldío, y el camino era bastante largo. Pero yo realmente quería ir sola, ya todos en mi clase iban a la escuela solos y solamente yo iba acompañada como una niña pequeña. Y mi madre me escuchó y empezó a dejarme ir sola. Estaba preocupada, asustada, contaba los minutos antes de mi llegada, pero me dejaba ir.

Luego, a los 15, me dejó ir con un grupo de la escuela a un campamento a otra ciudad. Y también estaba preocupada, pero me dejó ir, incluso me lo ofreció ella misma.

Esta es probablemente una de las manifestaciones más difíciles del amor de los padres: dejar ir a la persona que amas con locura. © Melissa / Genial.guru

4.

En 1985 yo estaba internada en un hospital. Mi madre venía a verme después del trabajo y me traía paquetes de comida. Una vez me visitó y se fue a casa. En el camino, vio que estaban vendiendo un pastel que me gustaba mucho. Así que lo compró y regresó con él al hospital. El horario de visitas ya había terminado, así que mi mamá me pasó este pastel por la ventana. Lo comimos con toda la sala.

Todavía recuerdo a mi madre parada bajo la lluvia con el pastel en las manos. Ahora ya tiene 80 años. ¡Que Dios le conceda salud! © Tatiana Kameneva / Facebook

5.

6.

En sexto grado, yo realmente quería hacerme un peinado de rizos permanentes. Lloriqueaba y pedía dinero. Mi madre envolvió mi cabello mojado en tiras de papel durante la noche, y por la mañana, una muy feliz yo... no pude peinarme. Pero los rizos eran excelentes, estaba impactada. Y mi madre dijo: “Ahora lo mojaremos, y todo estará bien, pero los permanentes se quedarán así durante seis meses y no se irán a ninguna parte”. Ya no volví a pedir dinero para hacerme el rizado permanente.

Y quiero darle las gracias, porque éramos tres hijos, ella trabajaba y todavía encontraba la fuerza para darnos ese tipo de explicaciones a todos. Mami, te quiero mucho, ¡eres la mejor! © Irina Shcherbakova / Facebook

7.

En el kínder, yo sabía que el pan se hacía de harina y que la harina se hacía de espiguillas. Pero no sabía cómo se veían estas espiguillas y las confundí con pasto común, que tenía espigas. Después del kínder, juntaba ramos enteros de ese pasto en el parque y le pedía a mi abuela que me horneara pan con esas espiguillas. Al día siguiente, mi abuela venía a buscarme con un trozo de pan fresco y me decía que listo, ya lo había horneado.

Durante mucho tiempo ella me siguió en este juego, luego crecí y el juego fue olvidado. ¡Pero en ese entonces era tan genial! © Margarita Tyumentseva / Facebook

8.

No recuerdo un solo momento en el que mis padres no estuvieran de nuestro lado. Y entiendo lo afortunados que somos mi hermano y yo de tenerlos. Recuerdo que cada Navidad nos regalaban una gran bolsa de regalos. En esa época vivíamos muy mal, prácticamente no teníamos nada de dinero, pero eso recién lo entiendo ahora. Mis padres preparaban todos esos regalos con mucha anticipación.

Una vez, antes de las fiestas, mi hermano y yo por alguna razón fuimos a una de las estaciones de metro. Y allí vi, en una tienda, una muñeca Barbie con cabello blanco, y mi hermano, un nuevo modelo de automóvil de juguete. Nos fuimos a casa y se lo dijimos a nuestros padres sin demasiadas esperanzas. Porque no había dinero. Pero mi madre nos dio el dinero para comprarlos.

Lo recuerdo como si fuera ayer, compramos lo que queríamos. Casi con el último dinero que nos quedaba. Amaba mucho esa muñeca, jugaba mucho con ella. Ahora mi hija juega con ella. Amo mucho a mis padres. Por el hecho de que incluso en ese momento tan difícil pudieron brindarnos la infancia más maravillosa. © Anastasia Mudrova / Facebook

9.

10.

Una vez, mi amiga vecina se jactó de una muñeca que le compraron (su familia era adinerada). Nunca había visto una así. Yo tenía unas pequeñas muñecas comunes. Pero aquella era delgada, con el pelo largo y blanco y con un vestido de seda con encaje, con una corona en la cabeza. La miré hechizada y me di cuenta de que nunca tendría una como esa.

Vivíamos modestamente y mi madre todavía estaba de baja por maternidad por su tercer hijo. Durante varios días, cuando yo volvía a casa de la escuela, mi madre se iba a algún lugar durante varias horas. Y luego, inesperadamente, me entregó la muñeca de mis sueños, solo que con un vestido azul. La tuve hasta que crecí. Y mi madre, como me enteré más tarde, se iba a hacer remodelaciones para comprarme la muñeca. Gracias, mami, por eso. © Angélica Popinaco / Facebook

11.

Cuando tenía 10 años, vi por primera vez un perro collie y perdí la cabeza. Ese perro en ese momento costaba 100 USD, que era mucho dinero. Mi madre me daba 0,25 USD por semana para el almuerzo en la escuela. Pero decidí ahorrar. Recibía 0,05 USD al día, compraba una galleta por 0,02 USD y té por 0,01 USD, y guardaba el resto en la alcancía... También entregaba botellas para reciclar, a veces me permitían quedarme con el cambio cuando iba a la tienda.

Contaba mis ahorros cada semana, imaginando cómo pasearía con mi perro. Me uní a un club de criadores de perros, leí 10 veces todos los libros que se vendían allí sobre adiestramiento de cachorros. Después de 5 años, el perro ya valía 250 USD... Y yo tenía alrededor de 100 USD en mi alcancía.

Una vez nos vino a visitar un pariente que robó casi todo el ahorro de mi alcancía. Cuando lo descubrimos ya era demasiado tarde, solo quedaban 30 USD en monedas. Cómo lloré cuando contaba esas sobras... Y seis meses después mi madre me dio dinero para el cachorro. Nunca lo olvidaré: me dio todo su salario y todo el pago de las vacaciones. Compré el sueño de mi vida. Mi Ella vivió conmigo durante 11 años, desde hace 20 años ya no está, y guardo sus medallas de las exposiciones... Toda mi vida me sentí agradecida con mi madre, que me regaló mi sueño y luego me ayudó a cuidarlo. © Olga Aksyonova / Facebook

12.

13.

Estaba en 6º grado, eran los años 90, estudiaba en el turno tarde y teníamos clases hasta altas horas de la noche. Una vez tuve un dolor de muelas tan fuerte, que estaba a punto de llorar. Eran las 18:00 h, teníamos una clase de lengua, y yo sabía que el consultorio médico cerraba a las 19:00 h. Entre lágrimas, le pedí a la maestra que me dejara ir al dentista. Ella se puso terca, dijo que dejara de inventar. Al final, guardé los libros en mi mochila y me fui de la lección sin permiso, y escuché a mis espaldas: “¡No vuelvas a la escuela mañana sin tus padres!”.

Mi mamá vino a la escuela al día siguiente. Y la escuela nunca había visto tal devastación: puso a todos en su lugar de tal manera que incluso la directora tenía miedo de pronunciar una palabra. Y todo porque cuando llegué a casa ya tenía tal inflamación que mi temperatura subió a 40° C y mi madre tuvo que correr conmigo a la clínica.

¡Mi mamá sigue siendo mi protectora! Y lo más importante, ella nunca, nunca me levantó la voz, ¡ni siquiera medio tono! Sabe cómo ponerte en tu lugar hablando con calma, pero con dureza. © Elena Zhvavaya / Facebook

14.

Padres, amen y protejan a sus hijos. No hay nadie más para hacerlo excepto ustedes. Le estoy muy agradecida a mi madre. Ella nos crio a los tres sola, encontraba tiempo para llevarnos al río, nunca nos negó dinero para un helado y una salida al cine.

Mi madre me protegió incluso cuando ya era mayor. Tuve un novio obsesivo. No había manera de que él aceptara la separación, me volvió verdaderamente loca. Hasta que un día estaba tan angustiada que se lo conté a mi madre. Bueno, ella le explicó que no iba a estar más conmigo de tal forma que nunca más volvió a aparecer en mi vida. © Nara / Genial.guru

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Imagen de portada Olga Serykh / Facebook

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