Japón construyó un escudo de 400 km de largo para detener a los tsunamis

Curiosidades
hace 1 año

Los terremotos son algo habitual en Japón. Estas catástrofes naturales pueden alcanzar una magnitud de 9, donde 1 es un ligero empujón, y 9 puede destruir ciudades enteras. Esto ocurre porque Japón está situado en el anillo de Fuego del Pacífico. Es así. Toda la superficie de nuestro planeta está dividida en unos 12 grandes trozos de la corteza terrestre. Y todos ellos se mueven lentamente. En los lugares donde se juntan estos trozos, se producen terremotos con mayor frecuencia. Japón se encuentra justo en el punto donde la placa del Pacífico choca con la placa filipina. Esta colisión ocurre bajo el agua y crea enormes olas. Y podría ser mucho peor que un simple terremoto. Para escapar del desastre acuático, la gente construyó enormes muros a lo largo de toda la costa noreste.

No todos los terremotos provocan un tsunami. Muchos temblores se producen cuando la corteza terrestre diverge en diferentes direcciones y crea brechas. Pueden destruir casas, calles y bosques, pero un terremoto de este tipo no puede provocar un tsunami. Solo se forman olas enormes cuando la actividad sísmica hace que la corteza se mueva verticalmente, hacia arriba o abajo. La presión del agua se desplaza en el fondo, lo que genera una liberación de energía. Esta energía empuja el agua y crea un tsunami. Por el mismo principio, se pueden iniciar pequeñas olas al lanzar una piedra al agua. Y tales terremotos verticales ocurren a menudo en la costa de Japón. Primero, se forma una ola. Esta va ganando velocidad y aumentando de tamaño. Su altura puede alcanzar unos 12 m, casi tan alta como un edificio de 5 pisos. Se aproxima a la costa y acelera a ochocientos kilómetros por hora. Esta es la velocidad de crucero de un avión comercial. Millones de litros de agua que pesan miles de toneladas se están acercando.

Y ahora la ola está llegando a la orilla y demoliendo todo a su paso. Casas, árboles, autos, nada puede resistir la fuerza destructiva de la naturaleza. Un tsunami así de fuerte cubrió la costa noreste de Japón en el 2011. Cambió el paisaje de la playa y del fondo marino. Estos cambios son la razón de otro peligroso fenómeno natural: los vórtices submarinos. Los remolinos arrastran todo lo que está cerca. Antes se construían diques a lo largo de la costa para proteger a los pueblos costeros, pero la fuerza de las olas destruía fácilmente estos muros. Por eso, tras el desastre del 2011, decidieron crear una nueva protección a gran escala en Japón. Gastaron más de 10 000 millones de dólares y varios años en ello. Como resultado, crearon unos 440 muros masivos a lo largo de toda la costa. Combinaron estas secciones en una gran presa de casi 400 kilómetros de largo y 13 metros de alto. Se supone que la construcción debe proteger la costa contra fuertes tsunamis. Pero aun así, el gobierno ha trasladado algunos pueblos costeros a terrenos más altos. También han prohibido la construcción de cualquier cosa junto a la costa.

A pesar de la protección que les brinda, muchos lugareños no están contentos con el muro. Es un gran problema para la industria pesquera. El muro bloquea el acceso al océano, por lo que los barcos y botes no pueden atracar en la costa. Algunas personas están descontentas porque sus ventanas dan ahora al muro de concreto en lugar de al océano azul. El dinero gastado en el muro podría haberse empleado en trasladar aún más casas. A los residentes les preocupa que el muro solo cree una ilusión de seguridad. Una ola gigante puede chocar contra él a gran velocidad y romperlo en pedazos. Y estos trozos de concreto pueden causar incluso más destrucción. Algunos científicos coinciden con esta opinión. La mayoría de los expertos están seguros de que el muro no dará una protección del 100 %, pero puede ayudar a retrasar la inundación, dando a la gente más tiempo para evacuar. En estas situaciones, cada minuto cuenta. Es imposible predecir con exactitud la ocurrencia del terremoto. Pero cuando empieza, los sensores pueden calcular el tiempo que tardará la ola en llegar a la costa.

Por ejemplo, la última vez que se dio una alerta de tsunami fue cinco minutos después del terremoto. Cualquier ola grande se mueve a gran velocidad y puede estar muy cerca de la costa. Parece que la gente casi no tiene tiempo para salvarse de un tsunami. Afortunadamente, los ciudadanos de Japón están preparados para ello. Participan regularmente en simulacros de evacuación por tsunami. Aprenden a actuar correctamente durante una inundación que se avecina. Tienen un plan de acción que puede salvar sus vidas. Todo eso, junto con el muro, aumenta las posibilidades de sobrevivir a una catástrofe. No solo se forman tsunamis en las costas de Japón. El poder del agua aquí se une a menudo al poder del fuego. En el 2010, a unos cientos de kilómetros al sur de Tokio, cerca de la isla de Iwo Tō, un fuerte estruendo bajo surgió de las profundidades del mar. Luego, un millón de burbujas salieron a la superficie. El agua comenzó a calentarse y a hervir. Su temperatura era tan elevada que se podían escalfar huevos en ella. La zona caliente creció hasta alcanzar el tamaño de un estadio. Todo esto iba acompañado de una enorme cantidad de vapor sobrecalentado que llenaba todo el aire alrededor. Entonces, salieron trozos de tierra del agua.

En este punto, todo había terminado. El agua se enfrió; la superficie del océano volvió a estar en calma. Ese día, un volcán submarino entró en erupción. No se produjo ninguna catástrofe, pero en el 2021 volvió a suceder. La Guardia Costera de Japón advirtió de una fuerte actividad volcánica en la región. El vapor caliente y los gases de la boca del volcán estallaron fuera del agua y se elevaron en el aire hasta una altura de 16 kilómetros, que es cerca del doble de la cima del monte Everest. Un enorme volcán se despertó y comenzó a subir lentamente a la superficie. Si miras este lugar desde arriba, puedes ver que no es solo un volcán. Es toda una isla con forma de herradura. Los sismólogos dicen que esta isla volcánica es solo “la punta del iceberg”, como mezclan sus metáforas. Todavía hay mucho espacio volcánico bajo el agua. La isla llena el aire de gas y ceniza. El cielo se vuelve gris. Los científicos siguen vigilando el volcán, pero no saben qué consecuencias puede tener.

Este tipo de erupciones de volcanes submarinos son comunes en la costa de Japón, pero el evento en sí es único. Los volcanes submarinos no explotan y no liberan flujos de lava hacia arriba. La enorme cantidad de agua que hay sobre ellos crea una gran presión. En cuanto el magma sale, el agua lo presiona de inmediato hacia el fondo del mar. Millones de litros de lava se hunden, enfrían y solidifican alrededor del volcán. Esta lava forma una gruesa capa de roca terrestre. La mayoría de las erupciones submarinas no provocan ningún cambio en la superficie del océano. Pero para hacer aparecer una isla en la superficie, un volcán necesita mucho magma. La siguiente erupción volcánica crea otra gruesa capa de este. Pasan millones de años y los flujos de lava forman montañas. Las constantes erupciones aumentan la altura del fondo marino. Capa a capa, la lava enfriada se eleva cada vez más. Y entonces, un día, aparece en la superficie y se convierte en una isla.

Así, en el 2013, apareció un pequeño trozo de tierra junto a una isla ya existente. Emergiendo del agua, el volcán comenzó a crecer lentamente y finalmente se conectó con la isla. El área de esta isla aumentó en 12 veces después de 2 años. De esta isla siempre sale vapor, y su superficie está llena de flujos de lava supercalientes. El volcán se comporta de forma inestable y nadie sabe cuándo se va a calmar. Una vez, la gente construyó una pequeña ciudad en una isla similar. Este lugar sigue existiendo hoy en día. Se encuentra al sur de Tokio y se llama Aogashima. La gente no está demasiado preocupada por la posibilidad de una catástrofe a pesar de que la última vez que un volcán entró en erupción aquí fue en mayo de 1785. Yo no estaba por allí en ese entonces. Por aquellos tiempos, la gente ya había construido una ciudad y vivía allí. Así que, un día soleado, miles de pájaros despegaron de pronto y abandonaron la isla. Entonces, el suelo empezó a temblar. Un sonido grave y pesado salió de las profundidades de la isla. Unas corrientes de gas se precipitaron desde la cima del volcán del bosque. El volcán lanzó tierra y grandes piedras hacia el cielo.

La erupción no fue rápida. Duró varias semanas. Han pasado más de doscientos años desde entonces, y el volcán sigue durmiendo. Reconstruyeron la ciudad. Ahora, este lugar luce de ensueño. Esa es probablemente la razón por la que la gente no quiere abandonarlo. A pesar del riesgo de una nueva erupción, siguen viviendo y trabajando aquí. Hay muchas fuentes termales. La isla también tiene un suelo rico, y las aguas que la rodean están llenas de peces. El volcán puede despertar en cualquier momento. Afortunadamente, los servicios meteorológicos y sismológicos vigilan la actividad del volcán. Así que, ¿alguna suposición?

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