Entiendo totalmente la decisión de su mujer de abandonar el hogar
La verdadera historia de John Nash, la cual fue mucho peor de lo que nos mostraron en “Una mente brillante”
Muchas personas alejadas del mundo de la ciencia se enteraron de quién era John Nash después del estreno de la película Una mente brillante, con Russell Crowe en el papel principal. Hasta cierto punto, esta producción de Hollywood idealizó al matemático, cosa que el mismo John mencionó después de ver la cinta. Pero la buena noticia es que existe un documental más veraz y casi desconocido que cuenta la historia de este sujeto, llamado A Brilliant Madness.
Juventud y años en la universidad
Cuando era un niño, Nash odiaba las matemáticas y tenía las calificaciones correspondientes en la escuela. Él mismo contó en su autobiografía que todo cambió después de haber leído el libro Los Grandes Matemáticos. Estaba escrito de una manera tan fascinante y clara que, después de leerlo, Nash hasta logró comprender un pequeño teorema.
Por supuesto que ingresó a la Facultad de Matemáticas, y, antes de eso, logró adquirir conocimientos en el campo de la ingeniería química y de la economía internacional. Después de graduarse, John no solo recibió una licenciatura por sus logros sobresalientes, sino también una maestría, y fue a conquistar la Universidad de Princeton. Nash llevaba en el bolsillo una recomendación de un exmaestro, que tenía brevemente escrito: “Es un genio de las matemáticas”.
Los excompañeros de estudios afirman que John estaba obsesionado con el dinero y era increíblemente mezquino. Llegó al punto de tomarse literalmente un rumor que se le había dado en broma, y fue a buscar un banco que entregaba sobres y sellos gratis al momento de abrir una cuenta corriente en él. Nunca encontró dicha institución.
En sus años de estudiante, comenzó su primera relación seria, la cual no es particularmente conocida por el público en general. La relación romántica terminó en una dolorosa ruptura. Como resultado de esta, John tuvo un hijo con quien nunca se comunicó.
A pesar de los altibajos amorosos, Nash no se desvió ni un ápice de la meta establecida. Tenía 21 años cuando escribió en Princeton una disertación sobre la teoría de juegos. 45 años más tarde, recibió el Premio Nobel de Economía precisamente por ese trabajo.
El matrimonio y los primeros signos de la enfermedad
Después de terminar su posgrado, John se quedó a enseñar en Princeton y trabajó a tiempo parcial en empresas privadas. Tenía 26 años cuando la policía lo detuvo por comportamiento indecente. No conocemos los detalles de esa historia, pero ese incidente podría haber sido la primera alerta que presagió los problemas mentales de John. Debido a ese paso en falso perdió sus privilegios en el trabajo, y se le retiró el acceso a la información secreta.
Un poco más tarde, John se casó con una alumna, Alicia Lardé, quien era solo 4 años menor que él. Un año más tarde, la revista Fortune llamó a Nash “la estrella emergente de las matemáticas”, y su joven esposa quedó embarazada. Al mismo tiempo, comenzó a mostrar los primeros signos de esquizofrenia.
La enfermedad se desarrollaba rápidamente y cada vez era más difícil ocultarla del público. La gota que rebalsó el vaso fue cuando Nash rechazó la propuesta de la universidad de ser el decano de la Facultad de Matemáticas. Afirmó que no tenía la intención de perder el tiempo en esa clase de tonterías y que quería ser el emperador de la Antártida.
John perdió su trabajo y fue internado por la fuerza en un hospital psiquiátrico. Fue diagnosticado con esquizofrenia paranoide y se vio obligado a tomar medicamentos durante dos meses. Después del alta, decidió irse a Europa repentinamente. Alicia dejó a su hijo recién nacido con sus padres y fue tras su marido. Nash intentó encontrar asilo político allí, pero no lo logró. Pronto fue arrestado y deportado a los Estados Unidos.
Por otra parte, no hay que dejar de lado las alucinaciones visuales que sufría, las cuales juegan un papel importante en la película Una mente brillante. El verdadero Nash nunca las vio, solo escuchaba voces. Además, el matemático tenía muchos temores infundados, a los que tampoco se hace referencia en la película. Por ejemplo, a la vista de una corbata roja, inevitablemente comenzaba a pensar que estaba frente a un integrante de la conspiración comunista.
Contrariamente a la creencia popular, John nunca trabajó para el Pentágono y no buscó mensajes cifrados de los espías rusos o japoneses. Aunque sí creía que el mundo estaba conspirando contra Norteamérica y, por lo tanto, escribía cartas personales al gobierno de Estados Unidos. En pocas palabras, John trataba de convencer al Estado de que necesitaba usar un método fundamentalmente diferente para cifrar la información, e incluso sugirió uno. Lo asombroso de la idea radica en el hecho de que este método es el que se utiliza en nuestros días. Pero, en ese entonces, por supuesto que nadie contestaba sus cartas.
Tratamiento de choque con insulina y separación
La enfermedad se siguió desarrollando, y el tratamiento agresivo en los hospitales psiquiátricos no dio ningún resultado. John hablaba de sí mismo en tercera persona, llamaba constantemente a sus antiguos colegas para hablar sobre alguna otra insana teoría de conspiración, y siempre tenía miedo de algo.
Cuando la situación se salió completamente de control, el enloquecido Nash fue puesto nuevamente en una clínica. Allí se sometió a un curso de terapia de choque con insulina: una introducción artificial de una persona al coma con el uso de insulina. Después del alta, los antiguos colegas de John le ofrecieron un trabajo por compasión, pero Nash se negó y se fue a Europa nuevamente.
Ese viaje terminó con la paciencia de Alicia. Se divorció de John y crio a su hijo sola. Lamentablemente, ya en la adolescencia, quedó claro que el niño también tendría esquizofrenia. Él mismo admitía que creía que las voces que escuchaba venían de Dios. Las alucinaciones no solo eran auditivas, como las de su padre, sino también visuales.
Al regresar del “viaje”, no sin la ayuda de sus antiguos colegas, Nash consiguió un trabajo en la Universidad de Princeton y se trató con un nuevo psiquiatra que le recetó medicamentos que aliviaban los síntomas, diferentes a los que había tomado en los centros psiquiátricos. Las pastillas suprimieron la esquizofrenia, y Nash comenzó a hablar con su exesposa y su hijo otra vez. Sin embargo, el idilio no duró mucho: John temía que las medicinas afectaran su cerebro y su capacidad de pensar, y dejó de tomarlas. Entonces, los síntomas regresaron con aún más fuerza.
En Princeton, Nash vagaba por la universidad y escribía fórmulas incomprensibles en las pizarras. Debido a esto, los estudiantes lo apodaron “El Fantasma”.
La lucha contra la esquizofrenia y dos premios prestigiosos
A pesar de la agravación de la enfermedad, Alicia permitió que Nash se mudara con ella y su hijo. La mujer pensaba que había cometido una traición al divorciarse de John. Tal vez, este hecho fue el que salvó al brillante matemático de la vagancia, ya que, mientras estaba divorciado, no tenía su propio hogar y muchas veces pasaba la noche en hoteles o en la casa de algún amigo.
La enfermedad disminuyó solo en la década de 1980. Los médicos se encogían de hombros con asombro, y el secreto era que John había hecho un esfuerzo mental para obligarse a ignorar los síntomas y volvió a hacer matemáticas. No tomó más medicamentos.
En 1994, Nash recibió el Premio Nobel de Economía por la tesis que escribió a la edad de 21 años. A John no se le permitió dar la conferencia tradicional de estos casos, porque se temía que, por su estado mental, no saliera bien. En su lugar, se organizó un seminario con la participación de diferentes científicos, en el que se discutió la contribución de John a la teoría de juegos.
Unos años más tarde, Nash y Alicia se volvieron a casar. Habían pasado 38 años desde su divorcio. Y, poco antes de su muerte, él recibió el reconocimiento más alto en matemáticas, el Premio Abel, y se convirtió en la primera y única persona del mundo en haber recibido los dos premios más prestigiosos que existen a la vez: el Nobel y el Abel.
En 2015, John y Alicia murieron el mismo día y en el mismo instante, debido a un accidente automovilístico. Él tenía 86 años, y ella, 82. Curiosamente, el resultado fatal del choque se debió a una casualidad: la pareja no tenía puesto el cinturón de seguridad, y el conductor del auto (que sí lo tenía puesto) apenas sufrió una leve lesión. Esto demuestra que incluso la vida de un reconocido genio puede ser destruida por un pequeño paso en falso.
¿Si ya has visto la película, crees que la imagen de Nash creada en la cinta no coincidió en todo con la verdadera personalidad del genio?
Comentarios
Nunca había escuchado que con la edad mejoran los problemas mentales
Pensé que la película era más fiel a la realidad
Acabar la película como acabó su vida habría sido demasiado fuerte, creo yo
Me gustó la película. Alicia fue el ángel que lo cuidó, similar a la esposa de Stephen Hawkings