Yo no le habría dado la cuna
Lectores de Genial contaron cómo se enfrentaron a personas cuyo descaro iba más allá de todos los límites razonables
Desafortunadamente, el mundo está lleno de personas que, con tal de obtener un beneficio propio, sin una poco de conciencia utilizan descaradamente la bondad de los demás. Pueden cruzar los límites con total tranquilidad, resentirse por la calidad de las cosas que se les dan de forma gratuita e incluso comer productos de otra persona sin permiso.
Genial.guru cree que, a veces, esta clase de personas insolentes y desvergonzadas necesitan ser puestas en su lugar. Tal vez entonces aprendan sobre la existencia de al menos algo parecido a la cortesía.
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Una amiga me contó una historia de que, supuestamente, había sido acusada de un delito grave y que iba a ser encarcelada, por lo que necesitaba con urgencia dinero para abogados y otros gastos. Le di 4 000 euros (4 800 USD) de mis ahorros, aunque yo misma en ese entonces era madre soltera con 2 niños pequeños. Sentí pena por ella. Resultado: una semana después la vi en un auto nuevo. Ni me habló de devolverme el dinero, solo se rio de mí... © Violina Lins / Facebook
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Unos amigos pidieron quedarse en un departamento que tengo en otro país para las fiestas de Año Nuevo. Cuando fui allí en el verano, mis piernas se doblaron por la conmoción. Caminaron con zapatos de calle por el piso de parqué, desempacaron platos nuevos, había rastros de quemaduras en los gabinetes de la cocina, todo estaba cubierto con pasta de dientes y el inodoro estaba en un estado espeluznante.
Cuando les expresé mis quejas, mis amigos dijeron que a cambio podía ensuciar su departamento. ¡Se terminó! A nadie más, nunca. Y ya no somos amigos, por supuesto. © Tatjana Subina / Facebook
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Mi esposo y yo hemos ayudado a una amiga más de una vez: pagamos su préstamo rápido y una falta de dinero en su trabajo. Luego nos pidió dinero para el hospital: para una bata, un camisón, pantuflas nuevas. Luego para las medicinas y las contribuciones. Ella no tenía con qué devolvernos nada, nos resignamos. Y luego descubrí que en ese mismo momento ella gastaba más de 35 USD en llamadas telefónicas cada mes. Dijo que le gustaba estar comunicada. Entonces pienso: ¿le compré bata y medicinas, o le pagué el teléfono? © Lara Klm / Facebook
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Estaba haciendo las compras en un hipermercado. Junté de todo, incluidos 3 paquetes de filete de pollo. Para no empujar la película que los envolvía, los puse encima del resto de los productos. Entonces recordé que necesitaba unas bombillas. Estaba de pie, leyendo las especificaciones en el empaque de las bombillas. ¡Y de repente, un joven que pasaba agarró los 3 paquetes de filetes de mi carrito y se fue rápidamente! Lo seguí, gritando: “¡Alto!”. Pero él corría hacia la caja como un avestruz... Tuve que ir por filetes nuevos. © BeathaNEFOR / Genial.guru
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Una vez, publiqué en línea una cuna. Mis 2 hijas durmieron en ella, así que no se veía muy bien. Decidí no pedir dinero, solo necesitaba liberar espacio. El hombre que vino por la cuna estaba muy descontento de que los costados estuvieran roídos y de que no fuera nada nueva.
Cuando le respondí que de haber sido nueva no la estaría regalando, y que si no le gustaba que no se la llevara, el hombre dijo que yo era una grosera y se fue con mi cuna. © Elena Balyakina / Facebook
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La historia tuvo lugar en la caja de un supermercado. La cajera le cobró el dinero a cierta jovencita, puso todos sus productos en paquetes y luego comenzó a atender a otros clientes. La señorita, mientras tanto, se dirigió a la salida sin los paquetes. La cajera le recordó sobre sus compras: nunca se sabe, tal vez la persona tiene esclerosis múltiple. Y ella, con toda seriedad, dijo: “Tienes que llevarlos a mi coche”. Un hombre le respondió: “¿Y eso por qué? ¿También tiene que dejar al resto de los compradores esperando aquí?”. © Violetta Buchko / Facebook
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Una vez, había plomeros trabajando en mi casa y les faltaba una pieza de algo. Me enviaron a la tienda, ya que no estaba muy lejos. Regresé y ellos habían sacado 2 botellas (de 1,5 litros cada una) de refresco de mi refrigerador y lo estaban bebiendo directamente de las botellas. No tengo problema en compartir, pero ¿por qué hombres extraños hurgan en mi refrigerador? Podrían haberme pedido algo para beber, y se los habría servido yo misma. Fue desagradable. © Neta Osennyaya / Facebook
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Una anciana estuvo vendiendo verduras, flores y bayas que cultivaba ella misma durante todo el verano cerca de nuestra oficina. Se quejaba todo el tiempo porque la jubilación no le alcanzaba para vivir. Todos los días yo le compraba unos ramos, primero por 1,5 USD, luego empezaron a costar 2 USD, 3,5 USD, ¡y después 4,5 USD! Yo pensaba que, bueno, la señora tenía que vivir de algo y sentía sincera lástima por ella. Así que seguí comprándole, hasta que vi que les vendía los mismos ramos a otros por 1,5 USD... © Tamara Karymsakova / Facebook
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Compramos un pescado grande. No comemos la cabeza. Quería llevársela a los gatos callejeros, pero me crucé con una vecina. Ella vio lo que yo llevaba y dijo: “Dámela a mí, cocinaré un poco de sopa de pescado. Y en general, si no te comes la cabeza, tráemelas”. Otro día, le llevé 2 cabezas, y ella me miró con desprecio y dijo: “No tienes vergüenza. Podrías traer un pescado entero, no solo la cabeza”. Telón. Desde entonces, les llevo las cabezas a los gatos, ellos al menos están agradecidos. © Nodira Eghamberdiyeva / Facebook
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Tengo un amigo que es mecánico. Una vez, en el estacionamiento de un centro comercial, vio a una mujer que tenía problemas con su auto: se le había pinchado la rueda. Así que se ofreció a ayudar. Desenroscó la rueda, la cambió por una de repuesto, y no lo logró de inmediato (o el gato estaba roto o los pernos estaban oxidados), pero al final pudo ayudarla.
Cuando regresó a su coche, resultó que había olvidado apagar los faros y se había quedado sin batería. Le pidió a esa misma mujer que lo ayudara, que se tomara un momento para “encender” su automóvil (afortunadamente, él tenía los cables). Pero ella le dijo que no, que no tenía tiempo, y de hecho, él había tardado tanto tiempo cambiando su rueda que ahora ella iba tarde por su culpa a un lugar. © Anastasiya Quit / Genial.guru
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Una vez, yo estaba vendiendo piezas de mi automóvil en un mercado de pulgas en línea. Un sujeto comenzó a pedirme que le vendiera esto y aquello por la mitad del precio. Durante aproximadamente un mes estuvo repitiendo sus pedidos, escribía que tenía niños y esposa embarazada que mantener, que no podía comprar repuestos nuevos y tenía que reparar urgentemente su viejo auto para poder trabajar como taxista y alimentar a la familia.
Me rendí. Acordamos un encuentro, yo estaba parado ahí. Y entonces me quedé atónito... Llegó un hombre respetable en un Lexus plateado, examinó afanosamente la mercancía, contó el dinero con disgusto y se marchó en silencio. Telón. © Alexander Platonov / Facebook
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Una amiga me invitó a visitarla. Compré fruta para no ir con las manos vacías. Ya en el camino, ella me llamó y me pidió que llevara un par de ensaladas, pollo a la parrilla, pastel, queso y algo más. Me di la vuelta y me fui a mi casa, tras decirle que me había surgido algo urgente. © Zhanna Bazarbekova / Facebook
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Con mi esposo, tuvimos una historia similar. Solo que nos llamaron un año después y dijeron que el automóvil estaba siendo reparado; nos ofrecieron pagar la mitad de la reparación. ¿Qué tal? © Irina Ovcharenko / Facebook
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Hago manicura como trabajo a tiempo parcial. Durante casi un año, le hice las uñas a una pariente, y no le cobraba porque era mi familiar... Hace un tiempo, cambié de trabajo principal, ahora trabajo 6 días a la semana, más medio domingo. En mi tiempo libre, quiero dormir y dedicarme tiempo a mí misma. Dejé de hacerle la manicura a mi pariente: prefería descansar. Ahora su madre está indignada, dice, cómo puede ser, si estoy en casa, tengo tiempo libre, podría haber invitado a su hija a pasar. © Maria Akimova / Facebook
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Con una amiga, siendo estudiantes, una vez hicimos un viaje largo en tren. Compramos un jugo y lo pusimos sobre la mesa. Yo dormía en la litera superior, me desperté por la noche, bebí un poco de jugo y me volví a dormir. Mi amiga no podía dormir. De repente, vio que el hombre de la litera inferior extendía la mano, tomaba nuestro jugo comenzaba a beber. Él vio que ella lo estaba mirando y dijo: “¿Por qué estás despierta?”. © Olga_M / Genial.guru
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Tenía una vecina. Una vez, me pidió prestada una sartén de hierro fundido, bastante grande, diciendo que quería freír papas para toda su familia. Se la di. Pasaron varios días, fui por la sartén, y ella me dijo: “Regálamela, tengo una familia grande, y ustedes son solo 4 personas. ¡¿Para qué la quieres?!”. © Nati Nati / Facebook
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Una vez, volvía de un mercado en un minibús. Me senté cerca del pasillo y puse un cubo de fresas a mi lado. Estaba mirando por la ventana y de repente sentí que algo se movía cerca del cubo. Miré, ¡y una mano que se estiraba desde atrás y tomaba fresas de mi cubo! Me quedé atónita por el descaro, me di la vuelta y había una señora con un niño de unos 10 años. Me dijo de una manera tranquilizadora: “Las agarré para el niño. Son para el niño, porque realmente le dieron ganas de comer unas bayas cuando vio tus fresas”. Y siguió agarrando más, buscando las más grandes.
Recuperé los sentidos, le dije lo que pensaba de ella y respondió: “Entonces, ¿las vuelvo a poner allí, o qué? ¡Si son para un niño!”, y metía las bayas rápidamente en la boca del nene. Cuántos años han pasado, pero no puedo olvidarlo. © Elena Shabal / Facebook
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En ese entonces, yo era pequeña. A principios de los años 90, mi familia se fue a descansar al mar. Alquilamos una casa (nosotros mismos somos de la capital). La casa vecina la alquilaba una familia con niños de mi edad. Durante los 10 días, jugamos juntos y nuestros padres charlaban. Antes de partir, intercambiamos los números de teléfono de nuestras respectivas ciudades. Nos fuimos y nos olvidamos de su existencia.
De repente, en la víspera de Año Nuevo, recibimos una llamada: “¡Chicos, hola, somos nosotros! ¡Vengan a buscarnos”. Mi papá: “¿Quiénes son ’nosotros’ y a dónde hay que ir a buscarlos?”. “Nosotros, tal y tal, de las vacaciones en la playa. Vinimos a visitarlos, vengan a buscarnos a la estación de tren”. Mi papá estaba atónito y... tomó un taxi hasta la estación con las palabras: “¿Acaso podemos dejarlos en la calle? Deben tener frío, hicieron un largo viaje”.
Como resultado, vivieron con nosotros durante 2 semanas a costa nuestra, incluida la comida. Al mismo tiempo, trajeron una bolsa gigante de salchicha ahumada para vender. A la pregunta de mi madre de si podían convidarnos un poco respondieron: “¡No! Tenemos todo a cuenta”. © Erin Holling / Facebook
¿Alguna vez te has cruzado con gente tan descarada?
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Mucho caradura suelto