Mi suegra olvidó colgar el teléfono y lo que escuchamos desató una tormenta familiar

La vida a veces nos sorprende de las formas más inesperadas, y para muchos, la justicia llega cuando menos lo esperan. Esa es la historia que vivió la mujer de este caso, quien, fue despedida de forma sorpresiva, pero encontró en esa situación la oportunidad perfecta para levantarse con más fuerza y comprobar que los giros del destino nos llevan a lugares más brillantes de los que alguna vez imaginamos.
“Trabajé durante seis años para una empresa que organizaba muchos eventos públicos y yo me encargaba de promocionarlos. Instalé mi propio software en mi estación de trabajo, para facilitarme el trabajo y no tener que crear las ilustraciones y los folletos desde casa. Eran tres programas de diseño gráfico que compré, no fueron baratos, pero nunca pedí que me los reembolsaran porque al final, me facilitaban el trabajo.
Cuando mi marido tuvo un accidente en moto, casi llego a quedarme sin poder hacer gran parte de mi trabajo, pero me instalaron un acceso remoto, para que pudiera seguir haciendo mi trabajo desde el hospital, junto a la cama de mi marido”.
“Resulta que vendieron la empresa, pero durante los siguientes dos años, mi trabajo nunca cambió. Un día, el director general y el de recursos humanos vinieron a mi oficina. Me informaron que, debido a una desaceleración del negocio, quedaba despedida de inmediato.
Entonces, yo les dije: ’Está bien, déjenme recoger mis cosas y me voy’. Todo lo que quería eran unos peluches que estaban en mi monitor y que eran regalos de algunos clientes y de mi marido. El director general me dijo: ’No, nosotros te los enviaremos después’. Yo solo pensé, ’¿Esto es en serio?’”.
“Sin embargo, olvidaron quitarme el acceso remoto a mi computadora, así que inicié sesión en mi usuario y desinstalé los tres programas de diseño gráfico que tenía. No toqué nada más. Todos mis archivos se quedaron en su lugar, y, luego, esperé.
Dos semanas después de que me despidieran, recibí una llamada telefónica de la asistente del director general. Ella se estaba haciendo cargo de mis tareas y necesitaba terminar el diseño para un proyecto en el que estaba trabajando, pero tenía problemas para abrir los archivos. Le pregunté dónde estaban mis cosas, las que había dejado en mi escritorio, y cuándo podría recuperarlas. Ella dijo: ’Pronto’.”
“Entonces, le dije que comprara los tres programas de diseño, o que podía buscar en Internet algún software de código abierto y aprender a usarlo. Unos días después, recibí mis peluches. No sé cómo habrán terminado mi diseño.
Un mes después de que me despidieran, me encontré con el gerente general mientras hacía las compras. Después de intercambiar algunas palabras, en buenos términos, lo abracé y le agradecí por dejarme ir. Yo ya encontré un nuevo y mejor trabajo y estoy feliz”.