Mi esposo me dejó por otra, y yo volví a encontrar el amor con su padre
A veces pasamos por situaciones tan difíciles que llegamos a creer que lo hemos perdido todo. No obstante, estas complicaciones también pueden brindarnos una nueva perspectiva de nuestra propia vida. Ese fue el caso de Victoria, una mujer que fue engañada y abandonada por su esposo, quien dejó a su hija y a ella desamparadas. Sin embargo, todo cambió cuando Victoria recibió un mensaje que nunca imaginó que sería el comienzo de una nueva etapa en su vida.
Gabriela, nuestra hija, es una niña muy tierna e inteligente. Solía ser la compinche de su papá, no se despegaban ni un momento, pero desde el día en que él se marchó, nunca más se contactó con nosotras. Esto causó en mi hija un gran cambio en su personalidad: ahora es un poco agresiva y desconfía de todos. Hasta de su propia madre, lo que me rompe el corazón.
Nunca fui muy cercana a mi familia, y soy una persona con pocos amigos, pero tengo una relación muy cercana con la familia de mi exesposo. Siempre me incluyeron en todo y adoran con locura a Gabriela, en especial mi exsuegro, Don Eduardo.
Cuando mi matrimonio estaba bien, solíamos visitar a mi exsuegro, pero siempre pensé que podíamos hacer más por él, más que una simple visita, y eso era motivo de discusión entre Ricardo y yo. Le exigía que estuviera más atento con su padre y que fuese más cariñoso. Una noche, le sugerí que trajéramos a Don Eduardo a vivir con nosotros, pero él solo me respondió que no era necesario.
Después de un tiempo, recibí un mensaje de texto de Don Eduardo en el que me decía que fuera con Gabriela a visitarlo, que nos tenía preparada una rica merienda para compartir y que nos extrañaba. Pero también entendía si aún no quería salir, sin embargo, me pedía que pensara en el daño que le podía estar causando a mi hija con tanto encierro.
Al día siguiente, Gabriela y yo estábamos disfrutando de la merienda con Don Eduardo. ¡Qué bien nos hizo verlo! Entre risas y cuentos, pasamos una tarde excelente, una de esas que no teníamos desde hacía tiempo. Ver a mi hija sonreír con tanto amor y ser tan cariñosa con su abuelo despertó en mí una gran felicidad. Cuando ya nos íbamos, Don Eduardo me habló y me dijo que no nos olvidáramos de él, que su casa siempre estaría abierta para nosotras.
Sabía que no sería fácil y que enfrentaría críticas y miradas de reproche, pero mi amor por ese hombre ha superado cualquier obstáculo. A pesar de la traición de mi exesposo, decidí que mi exsuegro no merecía ser abandonado en su vejez y que mi Gabriela necesita una figura paterna, aunque no sea la de su padre biológico.
Una noche, después de haber terminado mi día con Don Eduardo, estaba en el coche a punto de irme a casa cuando recordé que había dejado la mochila de Gabriela en el cuarto de su abuelo, así que me bajé del auto para ir a buscarla. Al entrar a la habitación, me llevé un gran susto al ver que Don Eduardo estaba llorando. Me preocupé, porque no sabía qué le sucedía; cuando me acerqué y le pregunté qué le pasaba, él me abrazó y rompió en llanto.
Después de esa noche, no hay un día en el que me levante sin agradecer esta nueva forma de vivir mi vida; a Don Eduardo, por enseñarme que siempre podemos empezar de nuevo, que no necesitamos una pareja para sentirnos amados, y que brindarles atención a las personas que realmente lo necesitan vale más que cualquier fortuna.