yo creo que el dinero no se junta con el amor, la familia o las amistades...
Personas que mezclaron dinero con amor, y pagaron caro la lección

La cartera y el corazón pueden encontrarse en un camino que raramente se logra atravesar sin sufrir daños. El peligro de perder algo más que capital aumenta considerablemente cuando las finanzas se combinan con la amistad, la familia o la pasión. Estas historias ilustran cómo la combinación de sentimientos y cuentas bancarias puede revelar la naturaleza genuina de una relación.

- Decidí usar todos mis ahorros para financiar el ’negocio’ de mi prometida: una línea de ropa deportiva que ella supuestamente dirigiría. Puse el capital inicial, renté el local y le compré la maquinaria. Ella era la cara, yo, el banquero invisible. Al año, ella me dejó y cerró la tienda. Cuando fui a recuperar lo que quedaba del inventario y la inversión, me dijo que “el riesgo era parte del amor” y que no me debía nada. El negocio, claro, no estaba a mi nombre.
- Compré un vehículo de alta gama para mi entonces novio, que siempre se quejaba de su viejo coche. Pensé que era un regalo de amor para motivarlo y que se sintiera seguro. El coche lo usaba él todos los días para su trabajo. Cuando terminamos, exigí que me lo devolviera, ya que yo lo había pagado. Él se negó, argumentando que era un regalo, y lo vendió sin mi consentimiento.

- Le presté una suma considerable a mi hermana para saldar una deuda urgente, prometiéndole que me la devolvería en seis meses. El tiempo pasó y cada vez que le preguntaba, ponía pretextos sobre el alquiler y los gastos de sus hijos. Luego, vi todas sus fotos en redes sociales de un viaje a Cancún con su esposo, comprando lujos y diciendo que “necesitaban un respiro”. Entendí que mi dinero no era una prioridad, solo un comodín. No ha hablado conmigo desde que le dije que nuestra relación se había terminado.
- Mi mejor amigo, un ’genio’ en desarrollo de software, pero sin capital, me convenció de invertir 50,000 dólares para crear una aplicación innovadora. Él ponía la idea y yo la infraestructura y el sueldo base para ambos. Al poco tiempo, dejó de venir a la oficina, justificando que “el trabajo creativo no es de oficina”. Lanzamos la app, se vendió muy bien, pero él me dio menos de lo acordado, diciendo que mi dinero ya había sido “cubierto” y que él, como creador, merecía la mayor parte. La amistad se rompió por un cálculo egoísta.

- Mi pareja y yo decidimos comprar un apartamento para invertir, que yo pagué casi en su totalidad con el dinero de mi liquidación. Él insistió en que el crédito saliera a nombre de los dos “por confianza y amor”. Después de tres años de relación, nos separamos. Él se quedó en el apartamento y se negó a vendérmelo o a liquidar mi parte. Jurídicamente, él era dueño de la mitad, a pesar de que yo había puesto el 80% del capital. Tuve que recurrir a abogados solo para recuperar una fracción de mi inversión.
- Me involucré con un chico que vivía de las ideas: siempre con “un gran proyecto a punto de explotar” y sin un trabajo estable. Durante el año que estuvimos juntos, lo mantuve. Le pagué el alquiler, la comida y hasta un curso. Mi esperanza era que se “estabilizara” y viera un futuro conmigo. Simplemente nunca despegó. El día que decidí terminar, me dijo que lo había arruinado, pues su break económico le había servido para pensar, pero ahora no tenía dinero.

- Mi novio ganaba menos que yo y era hijo de mami. Nunca tenía dinero para un gusto. Estar con alguien así, solo por la inercia del romance y esperando a que mágicamente se “pusiera las pilas”, es una pérdida de tiempo que debí haberme ahorrado. Él nunca demostró un deseo genuino de crecer o dejar el nido familiar. Me agotaba su conformismo; era una pereza constante estar con alguien que pocas veces podía costearse una salida o un capricho personal, y mucho menos proponer o invertir en un proyecto de negocio.
- Yo fui la chica de oro de mi marido, trabajaba para darle todo mientras él no hacía nada. Todo para que él al final me usara como su zona de confort. Me encargué de todo: lo vestí, mantuve la casa, pagué médicos y trabajé, mientras él se tomaba largos meses sabáticos por “estrés”. Fui su solución a todos los problemas, no su pareja. Siete años después, estamos separados y me demuestra que nunca le importé. Perdí mis mejores años financieros en un hombre que me veía como un cajero automático.
¿Cuál fue el peor error financiero que cometiste? ¿Cuál fue la situación en la que prestaste dinero y te arrepentiste?
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Comentarios
Yo tampoco mezclaría dinero con relaciones, luego sale perdiendo tanto el dinero como esas relaciones...
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