Ojalá fueran caprichos y simulaciones
Por qué nos quemamos en el trabajo y la generación mayor piensa que nuestras quejas son solo caprichos y simulaciones
“Tampoco están llevando cargas allí, en sus oficinas”, a menudo lo escuchamos de los representantes de la generación anterior o de aquellos que han estado involucrados en trabajos físicos toda su vida. Están sinceramente convencidos de que las tareas intelectuales son mucho más sencillas.
Después de ser acusado una vez más de pereza y falta de voluntad para alejarse de la computadora, una autora de Genial.guru se indignó y expresó todo lo que había acumulado durante los últimos años.
- Mis parientes se quejaban conmigo regularmente porque no podía conseguir un trabajo “normal”, pero al mismo tiempo “jugaba” con la computadora todo el día, y luego, por alguna razón, me quejaba de cansancio. Era simplemente que no me entendían, incluso cuando era periodista en una editorial común. A primera vista, todo era fácil: te comunicabas con la gente, escribías artículos interesantes, usabas el auto de la empresa para ir a todo tipo de presentaciones y disfrutabas de los bocadillos durante las pausas para el café. Ámbito cómodo, con el estómago lleno y un montón de conocidos útiles, un sueño de trabajo.
Pero parecía que nadie quería ver que me mataba trabajando los siete días de la semana. Los jefes podían llamar en cualquier momento para un viaje urgente, y los reportajes en un pueblo pequeño debían hacerse no solo sobre los eventos festivos, sino también sobre los accidentes trágicos.
Fue entonces cuando me gané unas tremendas ojeras, y el deseo de dormir lo suficiente se convirtió en mi acompañante diario.
La tensión se hacía más fuerte cada día y los jefes creían que debíamos trabajar con todo. ¿Lo hiciste bien hoy? Esto significa que mañana tendremos que rendir al 200 %. Pero tampoco nadie había cancelado las tareas domésticas habituales: ante otro trabajo excesivo, igual tenía que llevar al niño al jardín de infantes, pensar en lo que comeríamos para el almuerzo y la cena, verificar las facturas, llamar a los padres.
Y si no logras exprimirte como un limón, eres una empleada repugnante, una madre irresponsable, una mala hija (subrayar lo que corresponda).
Muchos de nuestros padres no logran entender que ahora es un momento completamente diferente. Cada uno de los que trabaja en un empleo “limpio” realiza diariamente un montón de tareas: planifica, negocia y coordina.
Un cargador sí puede llevar las cajas desde el camión hasta el almacén de la tienda y regresar a casa de manera segura. Por hoy, su trabajo está hecho y completamente terminado, y puede pensar en cómo relajarse y con quién pasar el resto del día.
En cambio, nuestro trabajo nunca termina. Después de apagar la computadora, los números, gráficos o formulaciones exitosas seguirán dando vueltas en mi cabeza. Algunas personas incluso pueden levantarse por la noche para anotar una buena idea en el cuaderno; no se puede elegir el momento en el que estas llegan.
Tengo conocidos que nerviosamente evitan preguntas sobre su vida privada: “¡¿De qué hablas?! ¡No hay tiempo para eso!”. Realmente es complejo encontrar tiempo para las citas y el noviazgo cuando siempre hay una nueva labor urgente en el trabajo y se planea algún evento superimportante.
Más afortunados son aquellos que encontraron a su pareja mientras estudiaban en la universidad o instituto. Lo más importante ahora es no pelearse durante los intentos de averiguar quién está más cansado por la noche y distribuir honestamente todas las tareas del hogar. Por ejemplo, mi esposo y yo no lo logramos. Como resultado, nos divorciamos, y él todavía se sigue quejando con sus amigos de que yo constantemente desaparecía en el trabajo y no le cocinaba sopas.
En ese entonces, yo estaba construyendo activamente una carrera y entendía perfectamente bien que si no me dedicaba a eso en aquel momento, podía olvidarme de un buen salario y tendría que comenzar todo desde cero.
Cuando mi hijo creció hasta la edad escolar, sentí muchísima pena por los maestros. También les tocó un trabajo de casi veinticuatro horas al día. No parece nada especial: venir con un bonito vestido, dar 4-5 clases y ya está. Pero no es así. Aún les queda un vagón de burocracia obligatoria como planos, informes, revisar cuadernos y completar el diario electrónico. Y el pináculo de todo esto es el gran y poderoso chat con los padres.
Algunos papás y mamás, por la sencillez de sus almas, creen que pueden molestar al maestro a las 8 o 10 p. m. para pedirle que les recuerde la tarea. Otros están preocupados por las calificaciones de un trimestre, muchos exigen que les envíen el gráfico de estudios todos los días (no miento, es exactamente lo que sucede en nuestro séptimo grado). Y prácticamente no pasa ni un solo mes sin conversaciones como: “Señorita Gonzales, podría explicarnos por qué...”. Luego sigue una serie de reclamos a la escuela, los maestros o los compañeros de clase del niño.
Otro punto delicado es la incapacidad de descansar cuando uno quiere. Algunos de nosotros tienen suerte con la dirección, que recuerda periódicamente que un empleado valioso necesita tomarse unas vacaciones durante al menos 1 o 2 semanas un par de veces al año. Pero algunos de mis conocidos cayeron en manos de unos verdaderos jefes explotadores, a quienes les importa un comino si sus empleados están cansados.
A menudo, no solo nos cansamos, sino que nos agotamos por una fuerte implicación emocional en el trabajo y una comunicación constante con otras personas, que no siempre son agradables y amigables. Y sí, tener que sonreír todo el día tampoco es un proceso muy encantador. Por la noche, solo dan ganas de esconderse bajo las sábanas y defenderse a patadas de todos los intentos de sacarte de allí.
Es interesante que no solo los intelectuales con corbata pueden sufrir un agotamiento de este tipo, sino también los representantes de profesiones aparentemente simples (meseros o vendedores). Tengo un amigo que trabaja en un restaurante de lujo. Una vez admitió que a veces le dan ganas no solo de escupirles en el café a algunos clientes insolentes, sino también de cambiarles el agua por la del inodoro. Pero se controla valientemente, se enoja en algún lugar de lo más profundo de su alma y se da cuenta de que llega la hora de renunciar.
Pero ¿cómo se les puede explicar esto a aquellos que están sinceramente seguros de que trabajamos con toda la facilidad del mundo escribiendo cosas, hablando de negocios y “divirtiéndonos” todo el día con el teléfono?
¿Te quedan fuerzas para hacer algo después del trabajo? ¿O al final de cada día simplemente te caes en el sofá y sueñas con que nadie te moleste?
Comentarios
El cansancio psicológico es mucho peor que el físico
No es comparable la vida de las generaciones anteriores con la nuestra