“Un chico de 5 años. En 2 malditas horas, aprendemos la letra “B”, pasamos a la “C”, y después de media hora, ya olvidó la “B”. ¿Es torpeza? ¿O hay que ir al médico?
Estos mensajes los veo en las redes sociales y los escucho en el jardín de niños. Y no me puedo quedar callada. No porque sea una psicóloga infantil, no porque sea una educadora con experiencia. Ni siquiera soy una madre con experiencia: ¡mi hijo no tiene ni 2 años! Todo es más simple. Yo misma fui ese “niño tonto”.
Mi nombre es Asya Yavits, tengo un canal honesto y divertido en Telegram, “Días de una mala madre” y, específicamente para los lectores de Genial.guru, quiero hablar en defensa de todos los niños “tontos”.
A los 7 años, leía 32 palabras por minuto por sílabas. Al final del primer grado, mi madre fue llamada a la escuela “para una charla”. El día anterior, cada niño había traído su libro favorito para promocionarlo. Una niña trajo El principito. Un alumno sobresaliente, por supuesto, vino con Julio Verne. Y yo traje dibujos para pintar. Con hadas. ¡Había texto! Bueno, algo así como “Ella es la hada Flora”. O “Colorea a hada Fauna y hada Flora. Qué hermosos vestidos tienen”. A mi profesora por alguna razón, no le gustó.
Para mi madre no fue nada fácil. Tuvo que dejar de creer en sus fantásticas habilidades de maternidad. ¿Y qué otra cosa puedes hacer cuando tienes un niño que coloca piezas de ajedrez en cuadrados a los ocho meses, a los 1,5 recita poemas y a los 2 ya lee solo, pero tu próximo hijo comienza a caminar a los 2, y a los 5 usa ajedrez y libros como muñecas?
Con las matemáticas, era aún peor. Cuando mi padre, al final de mi tercer grado, trató de explicarme que cuando el número se transfiere de una parte de la ecuación a otra, cambia el signo, en 3 horas hasta la cornisa entendió y se derrumbó. Pero sobreviví, aunque mi cerebro no aceptó estas explicaciones lógicas.
Me llevaron a psicólogos, me mostraban unas tarjetas, me daban pastillas. No era solo estúpida, además me chupé el dedo hasta los 7 años y me tironeaba el ombligo. Los psicólogos y los médicos prescribían una pila de medicamentos. Un doctor con mucha experiencia, al ver una de estas listas, dijo que era una receta perfecta para “unos vegetales con salsa psiquiátrica”. Y agregó que, por supuesto que iba a dejar de usar el ajedrez como muñecas.
¿Por qué cuento todo esto? Es que tengo 2 diplomas con honores, me gradué de las facultades de economía y de letras. En el 3er grado, leía mejor que todos mis compañeros de clase. En el sexto, obtuve el 3er lugar en pruebas de selectividad en matemáticas entre los alumnos del mejor colegio. Deben haber sido las pastillas... que regularmente vertía en la basura.
¿Cómo sucedió todo? Por sí solo. Cuando llegó el momento. Bueno, la lectura no llegó por sí sola. Pero nunca me gritaron ni me pegaron.
Después de que mi madre tuvo una charla en la escuela por el libro para colorear, ella decidió no escuchar a los psicólogos, y todo el verano tuve que leer todos los días una página de un libro infantil. En voz alta.
Durante el otoño, mi madre me leía varios libros antes de irme a la cama. Pero, por las noches ella, además de leer, tenía un montón de asuntos “sin importancia”, preparar la cena, limpiar algo, prepararse para la conferencia del otro día. Y ella comenzó a “no tener tiempo” para leerme. Y, por supuesto, ¡era difícil ir a la cama, dejando a mi personaje favorito llorando solo en un parque oscuro, sin saber qué iba a pasar después! Por lo tanto, tuve que leerlo yo misma.
Después, no era muy bueno escuchar lo mismo por segunda vez, pero ¿cómo podría confesarle a mi madre que había aprendido a leer? Un día, ella me encontró haciendo esta cosa vergonzosa, pero no dejó de leerme en voz alta, sino que simplemente empezó desde otra página.
Y con las matemáticas fue incluso más fácil. En el octavo grado, tuve un profesor genial que no solo explicaba bien, sino que era una persona interesante y de vastos conocimientos. Al principio hacía deberes en casa durante 3 horas. Después, sin darme cuenta, entendí que las matemáticas era lo único que sabía al 100% si me despertaban a mitad de la noche.
Por lo tanto, si eres el padre de un niño “estúpido” que no quiere hacer funcionar su cerebro, te pido dejarlo en paz. Dale tiempo. Mucho tiempo. Aprende cuál su motivación. Encuentra un buen maestro. No alguien que lo “exprima”, sino alguien que haga que sea interesante para él. De esta manera, el niño encontrará la prueba necesaria solo y la superará.
Te creo que tus fuerzas se están agotando, te creo que a esta edad fácilmente resolvías las tareas tipo “María tenía tres manzanas, y Pedro le dio una más”, pero si para tu hijo son un problema, ¿entonces tal vez solo se haga otras preguntas? ¿De qué María se trata, de la que conoció en el campo o de su compañera del jardín? Y si es María del jardín de infantes, ¿por qué tiene manzanas? A ella no le gustan las manzanas. Y, en general, ¿por qué Pedro le dio algo de la nada? Y los problemas banales de “cuántas tiene ahora” comenzarán a preocuparlo más tarde, cuando llegue el momento. Y si no comienzan, sin ellos también se puede ser feliz, ¿verdad?
Apoyo esto. Mi hermano mayor aprendió a leer en kinder y yo hasta 2 o 3 año de primaria a pesar de que nos enseñaron de la misma manera, todo se debió a que nos llevaron a la biblioteca y de un libro con imágenes me entro la curiosidad y empecé a leer sola sin que nadie me enseñara según dice mi mamá, por cosas de la vida termine amando la historia sobre todo la segunda guerra mundial. Gracias a ese visita a la biblioteca aprendí a leer.
Cuando iba en preprimaria me dijo mi mama yo no recuerdo no aprendi a leer me reprobaron y de nuevo no aprendi y como no podian reprobarme de nuevo me pasaron a primero y apredi muy pronto a leer y toda la vida he leido mucho hasta la fecha y me encanta no se porque quiza cada nino tiene su tiempo para aprender y no es que sea tonto y no es bueno comparar cada uno es diferente
