Qué pasaría si vivieras en una burbuja y salieras repentinamente
Ah, qué gran mañana. Estás desayunando en el porche y disfrutando de un delicioso té verde. Es un día perfecto, si ignoras esa tormenta de arena feroz a unos metros de tu cara, además de los remolinos de arena y los estallidos eléctricos. Pero fuera de eso, nada supera a una mañana libre de estrés.
Oh, sí, olvidé mencionar que vives dentro de tu burbuja. Literalmente. Es una enorme burbuja que envuelve toda tu casa para que nada pueda entrar. Sigues con tu día, trabajas en tu casa y desinfectas todo. Comienzas por la cocina. Después pasas a la sala y al baño. Te has acostumbrado a tu rutina y a vivir felizmente en tu propia burbuja. Tus vecinos también se acostumbraron a ti y no te prestan atención cuando pasan.
Pero, una vez que la tormenta de arena se calma, notas algunas partículas de arena en el marco exterior de la ventana. Te asustas y comienzas a derribar todo lo que hay en tu camino. Te pones tu traje para materiales peligrosos a toda velocidad, tomas unas toallas desechables y limpias todo de inmediato. Después, bajas al sótano, donde está el incinerador, y quemas las toallas para deshacerte de la evidencia.
Todo está bien, pero debes averiguar de dónde vino el polvo. Pasas la noche despierto, revisando cada rincón donde podrías encontrar polvo. Y afortunadamente, lo encuentras. Buscas un pegamento fuerte y sellas la fuga. Por fin puedes dormir.
Te bañas al menos 3 veces al día y caminas por la cámara desinfectante por si acaso antes de ir a dormir en otra burbuja. Cuando estás por cerrar los ojos frente al cansancio, oyes una notificación en tu teléfono. Eso te pone de mal humor, no quieres revisarla; tendrías que salir de la burbuja de la cama, desinfectar el teléfono y tomar otra ducha antes de volver a dormir.
Pero el teléfono suena y no te queda más remedio que contestar. Esto es increíble. No sabes cómo reaccionar. Estás a punto de llorar de la alegría. Tu hermana perdida acaba de descubrir dónde vives y quiere que vayas a visitarla a la ciudad. La pregunta es, ¿cómo abandonarás la burbuja y viajarás allá?
Entras en pánico. De pronto tienes comezón y sientes la garganta seca. Casi puedes oír cómo el pegamento cede y el polvo y las bacterias inundan tu casa. Sientes cómo trepan por tu piel y duermen dentro de ti. ¡Espera! Sal de tu trance, todo está en tu cabeza.
Por suerte, estás preparado para algo como esto. Es hora de entrar al taller. Se encuentra en lo profundo de tu casa, tienes que bajar 3 pisos en un elevador. Parece un laboratorio secreto. Caminas un buen rato hacia el extremo del taller y ves una figura con forma humana. Presionas unos botones y abres la cámara de metal. Llevas años trabajando en este traje de burbuja, y ha llegado el momento de usarlo. Si bien es solo un prototipo, no tienes tiempo que perder. Has realizado suficientes pruebas como para confirmar su resistencia.
Te lo pones y te sientes todo un superhéroe. Está cubierto con un material de burbuja fuerte y flexible, capaz de estirarse con cada movimiento. Tiene bordes metálicos en las articulaciones a modo de protección (como las rodilleras y las coderas para bicicletas) y una gran cubierta metálica para tu cabeza, con una pantalla interna que te muestra el estado del traje y otras funciones. Tiene 2 tanques de oxígeno limpio que te permiten aguantar todo un día. Y por si acaso, cuenta con un sistema de filtración para respirar el oxígeno del mundo exterior. Hasta está conectado a tu celular, lo que te permite acceder a tus contactos.
Das tus primeros pasos. Todo parece marchar bien. Además, te ves un poco intimidante con el traje. Le haces unos ajustes de último minuto antes de salir de tu casa burbuja. La salida tiene 3 cámaras desinfectantes con una puerta activada por voz, para asegurarte de que nadie ingrese.
Llegó el momento. Estás temblando. Tus piernas parecen fideos mojados, sudas como loco. Pero das el primer paso hacia el mundo exterior y caminas hacia el espacio abierto. Con toda esta tecnología, uno creería que tienes un vehículo protegido; pero, como nunca tuviste la necesidad de abandonar la burbuja, no había razón para invertir en eso.
Tras haberte alejado un poco de tu casa, volteas. La ves allí, de pie y sola. Por suerte tienes un mayordomo automático que se encarga de limpiar mientras tú no estás. Podrás rastrear su progreso a través de la pantalla interna de tu traje burbuja.
Revisas tus sistemas, todo sigue bien calibrado. Un perro bonito se acerca y te mira con esos ojos irresistibles. Intentas combatir los deseos de acariciarlo, pero finalmente cedes. Acaricias un poco su cabeza, justo en el momento en que él intenta romper tu traje. Logra apoyar los dientes, pero consigues escapar. Abres el GPS y te muestra que estás a un par de kilómetros. La única manera de llegar a tiempo es tomando el metro.
Llegas a la estación más cercana y bajas por las escaleras. Es un lugar oscuro. El suelo está pegajoso y hay muchos rincones oscuros con personas que te miran de una manera no muy agradable. Las luces parpadean en todas partes. Ves unas cuantas ratas correteando por el lugar, cosa que te aterra.
Llegas a la terminal y esperas en la fila. O al menos tú crees que es una fila. Una vez que el tren llega, el caos emerge. Todos salen de diferentes rincones e intentan entrar a toda velocidad, como una pequeña fuga en una represa que estalla sin aviso. Es la primera vez que estás tan cerca de tantas personas y a tan poca distancia. Te empujan y te arrastras, pero de alguna forma logras entrar al tren.
Te rehúsas a sentarte en los asientos manchados y te esfuerzas para no tener que tomar las barandillas. Ves todo tipo de personas sentadas y de pie. Llevan trajes, atuendos informales y trajes de baño. Algunos hasta tocan música. No puedes evitar mover la cabeza frente al ritmo, e incluso das golpecitos con el pie. Mmm, el mundo exterior no está tan mal.
De pronto, tu pantalla se activa y te advierte que uno de los tanques de oxígeno tiene una pequeña fisura. Te queda un solo tanque, ¡y no durará más de medio día! 6 horas, para ser exactos. Entras en pánico y te apresuras aún más. El tren llega a su destino y todos salen. Los empujones te conducen al exterior, pero te tropiezas y caes al suelo. Ni un rasguño. La pantalla no detecta ningún daño.
Vuelves a salir a la superficie y abres el GPS. ¡Estás a unas pocas manzanas del departamento de tu hermana! Te estás quedando sin oxígeno, y no quieres ni pensar en respirar la atmósfera que te rodea. No, señor. Caminas en dirección al departamento. Unos ciclistas pasan a tu lado, ves una obra en construcción no muy lejos.
De pronto, el GPS se descompone. ¡No sabes dónde estás! Te encuentras en medio de un escenario caótico, y no sabes en qué edificio vive tu hermana. Hay cientos de edificios a tu alrededor. Intentas llamarla, pero tu teléfono no funciona.
Te acercas a una persona con una foto ella, pero cree que estás loco y se aleja. Estás solo en la gran ciudad, el oxígeno en tu tanque se reduce con cada segundo. Tal vez no deberías haber abandonado tu burbuja. De pronto ves a tu hermana regresando de la tienda con unas bolsas de papel llenas de víveres. Corres hacia ella y la asustas. Se le caen las cosas, pero la ayudas a levantar las bolsas. Ve tu cara tras la pantalla y sonríe.
Por fin se han reencontrado. Van a su hogar. Para tu sorpresa, ella también vive en un departamento dentro de una burbuja y desinfectado desde el suelo hasta el techo. Por fin puedes abrir tu traje y respirar. Disfrutas de un día agradable con ella, y hasta te quedas a cenar. Cargas tu traje y te aseguras de que esté en buenas condiciones.
Después de un buen rato, llega la hora de despedirse. Pero el momento emotivo es interrumpido por una noticia de último momento. Revisas tu celular: parece que el mundo ha sido cubierto por un gas desconocido que está infectando a todos en el planeta. Tú y tu hermana se ponen los trajes y salen. El mundo está cambiando rápidamente, y parece que ustedes son los únicos preparados.