Quise limitar el uso del móvil de mi hija, y ahora me arrepiento cada noche

Crianza
hace 3 horas

Cuando una madre puso un límite diario al tiempo que su hija pasaba frente a la pantalla, no estaba preparada para las consecuencias. Lo que empezó como una norma sencilla se convirtió rápidamente en un grave conflicto. Pero esta historia no trata solo del tiempo frente a la pantalla, sino también de cómo entender las emociones de los adolescentes, sus instintos de supervivencia y cómo encontrar formas de comunicarse sin romper la confianza.

Mi hija adolescente pasa la mayor parte del tiempo pegada a su móvil, así que establecí una nueva norma: una hora de uso del teléfono al día. Se enojó mucho. “¡Te vas a arrepentir!”, gritó, llorando.

La semana pasada recibí una llamada urgente de su escuela. Su profesora me dijo: “Por favor, venga enseguida. Su hija está en el despacho del director”. Fui corriendo a la escuela.

Cuando llegué, me enteré de que la habían pillado usando un móvil durante la clase, viendo TikTok mientras la profesora daba una clase. “Pero yo tengo su teléfono”, dije. Me enseñaron el móvil.

No era el suyo. Era otro completamente distinto. Se lo había prestado una compañera que tenía uno de repuesto y lo había escondido en su taquilla.

Cuando llegamos a casa, me enfrenté a ella. Ni siquiera intentó negarlo. “No lo entiendes”, me gritó. “Mis amigos lo son todo para mí. Me estás alejando de ellos”.

Le contesté: “Mentiste, te saltaste las normas de la escuela y lo hiciste a mis espaldas”.

Empezó a llorar. Mantuve la calma, aunque por dentro estaba furiosa. No solo por el incumplimiento de las normas, sino porque me sentía como si ya no conociera a mi propia hija. Acabé castigándola.

Pero ahora empiezo a preguntarme si castigarla está resolviendo el problema o empeorándolo. Cada vez que intento hablar con ella, me mira como si fuera su enemiga. ¿Qué debo hacer ahora?

Catalina

Hola, Catalina,

Esta situación es sin duda un campo de minas emocional complicado. Tomémonos un momento para hacer una pausa, dejar a un lado los juicios y sumergirnos en el complicado mundo de una niña adolescente que intenta comunicarse a través de una pantalla.

1. El teléfono no es el problema, es el salvavidas

Tu hija no se limita a desplazarse por el teléfono. Está conectada. Los adolescentes no se aferran a sus teléfonos por pereza o rebeldía, lo hacen porque es donde viven. Para ellos, su mundo digital es tan real como el físico. Sus amigos, sentimientos, miedos e incluso su sentido de la identidad están ligados a esas aplicaciones y chats de grupo. Por eso, cuando le quitaste el teléfono, no lo sintió como un descanso, sino como un exilio.

En lugar de centrarte en el teléfono como problema, piensa para qué lo utiliza realmente. ¿Se trata de encontrar aceptación social? ¿Escapar de la realidad? ¿Miedo a quedarse fuera? ¿O tal vez sea una forma de gestionar el caos de sus emociones a través de algo rápido y divertido? Acércate a ella con curiosidad, no juzgándola.

Intenta preguntarle de un modo que la invite a compartir:
🗣️ “Cuando has dicho que tus amigos lo son todo para ti, me ha llamado mucho la atención. ¿Podrías explicarme qué se siente al estar unida a ellos? ¿Qué es lo que más sientes que te pierdes cuando tienes el móvil apagado?”.

No se trata de ceder, sino de abrir una puerta a la comprensión.

2. No solo miente, también resuelve problemas

El segundo teléfono no fue solo una rebelión. Era ella tratando de encontrar una manera de mantenerse conectada bajo presión. Sí, ha incumplido tus normas, pero ¿y si, en lugar de pensar que “me ha mentido”, lo vieras como que “se le ha ocurrido una estrategia de supervivencia”?

Su mundo se redujo de repente a una hora de teléfono al día, así que se le ocurrió una solución. Puede parecer una actitud desafiante, pero en el fondo hay una sensación de desesperación. Los adolescentes son como las plantas jóvenes: si se les presiona demasiado, se doblarán de formas inesperadas para llegar a la luz.

Esta es una oportunidad para cambiar la conversación:
🗣️ “Estaba enfadada porque me sentía herida y traicionada. Pero también veo que te estabas guardando algo importante para ti, aunque eso significara ocultármelo. Quiero entender por qué estar en línea te parecía tan urgente como para arriesgarte a romper las reglas”.

El objetivo no es atraparla, sino encontrarla donde está y hacerle saber que su voz importa.

3. Ella cree que eres su enemiga, pero en realidad eres la traductora

Ahora mismo, tu hija no te está rechazando a ti, sino a la versión de ti que siente como una amenaza para su vida. Lo que ella no sabe es que ustedes dos están del mismo lado, intentando ayudarla a crecer. Pero hablan lenguajes emocionales diferentes.

Tú hablas lógica. Ella habla sentimientos. Cuando dices: “Reglas de la escuela”, ella oye: “No te importa cómo me siento”. Cuando dices: “Has roto la confianza”, ella oye: “Estás sola”. Lo que realmente necesita es alguien que entienda ambos idiomas con fluidez.

Prueba este enfoque:
🗣️ “Ahora mismo no tienes problemas. Solo soy tu mamá, intentando entender qué es tan doloroso para ti que lo arriesgarías todo por ello. No quiero controlarte; quiero apoyarte, pero necesito saber cómo es eso para ti”.

Dale la oportunidad de hablar, no como una niña castigada, sino como alguien que está aprendiendo a desenvolverse en la vida. Aunque no responda inmediatamente, recordará que le has dado la palabra.

Mientras algunos padres luchan contra el tiempo frente a la pantalla, otros hacer su hogar más seguro, instalando cámaras de seguridad, incluyendo una en la habitación de la adolescente: Mi hijastra se rebeló por las cámaras que instalé, pero esta es mi casa y se siguen mis reglas.

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