La protagonista, Tatiana, se merecía un final así ;)
Todos tienen su propio camino. La historia de cómo una decisión espontánea cambió la vida para mejor
Alexander Bessonov es un maestro de la prosa corta de Novosibirsk, Rusia. Sus historias conmovedoras y llenas de humor brillante enamoraron a numerosos suscriptores de su página en Facebook. Y aunque el propio Alexander señala que en sus obras todos los héroes son ficticios, esto no les impide ser muy vivos y causar simpatía.
En Genial.guru también nos gustaron las historias de Alexander. Con el permiso del autor, publicamos el texto Mi camino, lleno de optimismo acerca de cómo cambia tu destino cuando tú mismo cambias.
Tatiana, por supuesto, no ingresó a la universidad. Era hora de regresar a su pequeño pueblo, donde la esperaban las miradas comprensivas de sus padres y las punzantes de sus compañeros de clase. Pero ella no quería ingresar a una escuela técnica, casarse, al segundo año tener un hijo, luego soportar al marido borracho, llorar con amigas, limpiar y cocinar. Que otros tengan esta vida, ella tiene su propio camino.
Cuando Tatiana fue retirar sus papeles, le surgió una idea. ¿Para qué ingresar justamente a la facultad de historia si lo principal es estudiar en la universidad, los detalles son irrelevantes? Era muy complicado porque había mucha gente que quería estudiar ahí y pocas vacantes, pero existen otras facultades, como la de matemáticas o física, que eran más accesibles.
Había un anuncio colgado en el pasillo: “Se busca encargada del guardarropa, se ofrece la vivienda”. Una buena opción: trabajar durante el día, estudiar por la noche y domesticar la física en un año. La idea comenzó a tomar forma de plan.
Tatiana les dijo a sus padres que ingresó a unos cursos para luego ingresar en la universidad. No entendieron qué era eso, pero estaban muy felices por su hija. E, incluso, a veces le mandaban dinero.
Durante días y días trabajaba, en el guardarropa, a ratos leyendo un grueso libro Física. Curso para principiantes, pero el plan se demoraba a cada paso. En primer lugar, resultó que la ropa de calle era muy pesada. En segundo lugar, el significado de lo que estaba escrito en el libro de texto se escapaba de Tatiana.
El hecho es que su profesor de Física de la escuela trabajaba a tiempo parcial como instructor físico, consideraba que la física era una pseudociencia y estaba complacido de que las personas inteligentes una vez quemaran a Giordano Bruno. En lugar de resolver problemas, la clase jugaba baloncesto. Esto no molestaba mucho a Tatiana: ella siempre era buena en tirar la pelota.


Para la primavera, solo llegó a leer la mitad del libro. Pero la chica no iba a darse por vencida, no importaba que comprendía mal la esencia, podía memorizar fórmulas y definiciones. Llegó el día de los exámenes. A Tatiana le fue perfecto en el examen de Lengua, pero en Física, reprobó. Ni un solo problema resuelto. El examinador, un hombre gordo con gafas, estaba a punto de ponerle una mala nota, pero en el último momento, decidió preguntar por las definiciones. Y Tatiana recibió la nota mínima que le permitió ingresar a la universidad. La codiciada tarjeta de estudiante estaba en su bolsillo. Había 26 chicos en el grupo, ella era la 27.
Estudiar era aún más difícil que ingresar. En las conferencias, Tatiana no entendía casi nada, en los seminarios pasaba vergüenza tras vergüenza. Una vez que la llamaron a la pizarra y le ofrecieron simplificar parte de la expresión:
Sin alfa
———— + .....
Cos alfa
La chica recordaba que era posible reducir los mismos valores en el numerador y el denominador. Y escribió:
in alfa
———— + .....
Co alfa
Ella quitó las “s”.


Sus compañeros se rieron a carcajadas. Ya dejaron de disimular que consideraban estúpida a Tatiana. Ella apenas aprobó los primeros exámenes con notas muy bajas. Tuvo que repetir varias pruebas, estudiaba día y noche, y hasta tomaba sedantes. Un día decidió que tenía que dejarlo. Aguantar hasta el fin del año e irse.
Se acercaba una fiesta en la que tenía que felicitar a sus compañeros de clase, pero Tatiana no quería hacerlo. ¿Para qué felicitar a los que te desprecian? Su mamá le hizo cambiar de opinión. Tatiana decidió regalar una tarjeta a cada uno y compuso 26 frases con un sesgo científico.
“Víctor jugaba con el transistor en casa, Víctor se lastimó una pierna con el transistor. Víctor, ¡feliz día! Tienes una camisa azul muy bonita, úsala con más frecuencia. Enfatiza tus ojos”.
Los muchachos estaban tan sorprendidos por el regalo que dejaron de reírse de Tatiana. Es más, decidieron patrocinarla: si la chica no entendía algo, después de la clase, uno de ellos siempre le explicaba las partes difíciles.
El 8 de marzo, Tatiana recibió un ramo de 27 rosas, una resultó ser del profesor que no le puso una mala calificación en los exámenes de ingreso. Nunca en su vida le habían regalado tan magnífico ramo de flores. Cuando trajo las rosas a la residencia universitaria, todas las chicas de las habitaciones vecinas vinieron a verla. Algunas la envidiaban, otras le ofrecieron vender las flores en el mercado a buen precio, hasta que se marchitaron.


Tatiana terminó el primer año sin notas bajas, y en el siguiente se convirtió en una excelente estudiante y la mejor estudiante de Física de la universidad. Tenía una carrera larga y gloriosa por delante. Ahora, Tatiana Kolokoltseva es doctora en física y matemáticas, autora de varios libros de texto, especialista principal en estadística de polímeros, y le gusta la historia.
¿Hubo algún pequeño hecho o acción tuya que te cambiaron la vida? Cuéntalo en los comentarios.
Comentarios
Buen consejo el de esta madre ;)
Nunca hay que tirar la toalla!
A mí cualquier buena acción que haga por los demás me cambia la vida :D
Me encantó este relato corto

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