Un fotógrafo de bodas compartió historias de su profesión, y algunas de ellas podrían ser el guion para una comedia

Historias
hace 4 años

Internet está lleno de fotografías de recién casados con el fondo de una pintoresca naturaleza y familias unidas en bonitos interiores. Pero pocas personas saben qué se oculta detrás de las tomas perfectas. Y solamente al encontrarse del otro lado, se puede entender el costo de tal placer.

Genial.guru se interesó en los detalles que se ocultan detrás de una profesión tan complicada como la de ser fotógrafo. Hoy te revelaremos un poco de este misterio, al contarte algunas historias reales contadas por un profesional de este arte.

Clientes que quieren aprovechar al máximo

Una pareja me contrató para su boda, de inmediato me di cuenta de que todo estaba siendo organizado por la novia. El novio solo asentía la cabeza silenciosamente y su prometida dijo que tenía casi todo el día libre para la sesión fotográfica. Antes de ir al registro civil, teníamos 6 horas de fotos. Les dije que eso era mucho y que 3 horas serían suficientes, pero a pesar de todos mis intentos por reducir el tiempo, ella me decía: “Quiero muchas fotografías”. En la boda no habrá un camarógrafo, así que la novia me dijo que esperaba más de 2 000 tomas de mi parte.

El día de la boda, nos dirigíamos a los lugares acordados. A la tercera hora, no teníamos fuerzas y el novio propuso detener la sesión de fotos para comer en una cafetería. Todos estuvieron de acuerdo con él, excepto la novia. Continuamos. Y a la hora siguiente, el novio dejó de posar y no quería aparecer en las tomas. Además de esto, en la calle hacía mucho calor: 29 °С. Debido a la falta de ganas por parte del novio, la novia se puso histérica: “¿Por qué estás tan flácido? ¿Para qué organicé todo esto? ¿No quieres hermosas fotografías? ¿Para qué le pagamos tanto dinero a la fotógrafa si a ti te da igual?”. Esto reanimó un poco al novio.

En el penúltimo punto, el novio dijo que no se tomaría más fotografías. La novia nuevamente se puso histérica. Sin embargo, eso no funcionó esta vez. Entre ellos se dio el siguiente diálogo:

Novia: “¿No quieres fotografiarte?”.

Novio: “No”.

Novia: “¿Estás seguro?”.

Novio: “Sí, estoy cansado”.

Novia: “Si quieres tampoco vamos al registro civil, ¿ya estás cansado, no?

Novio: “Bueno, no vayamos”.

El novio se dio la vuelta y se fue. Con nosotros estaba una amiga de la novia y un amigo del novio, este último corrió a hablar con él, pero después no los vimos más. La novia, al principio, refunfuñaba diciendo que su novio se había ido al registro civil caminando, pero él simplemente no llegó a la ceremonia. Y tampoco al banquete. Todos los intentos por comunicarse con él y su amigo fueron en vano. A los invitados se les dijo que el novio se había sentido mal, pero todos comprendieron que se había ido. No se podía cancelar el banquete. Al principio, la celebración parecía más un velorio, pero el profesionalismo del animador y el alcohol puso en ambiente a las personas. El novio y la novia no se convirtieron en marido y mujer. La chica intentó que le regresara parte del dinero, pero yo le di más de 2 000 fotografías.

Peticiones inusuales

Es complicado que me ofenda con rapidez, pero no imposible. Así ocurrió en uno de mis encuentros con un cliente potencial. Yo no idealizo mi apariencia, sinceramente me considero una persona gordita y frecuentemente bromeo al respecto. Como sabrás, las personas gordas tenemos derecho de burlarnos de otras personas gordas. Somos como afroamericanos tolerantes pero una versión con kilos de más. Debido a esta descripción posiblemente ya te habrás dado cuenta de que estoy lejos de tener una cintura de abedul, más bien tengo cintura de roble.

Todo comenzó con una llamada habitual: “Nos gustaron tus fotografías, te queremos contratar para nuestra boda, el precio nos parece perfecto, ¿podemos vernos?”. Al día siguiente nos encontramos en una cafetería, les hablé sobre la sesión de fotos y, al final, me hicieron unas cuantas preguntas. La chica estaba pensando mucho y finalmente dijo: “Todo está bien, pero ¿te puedo pedir un favor? ¿Podrías adelgazar para nuestra boda?”. Veo a su novio y se avergüenza escondiendo sus ojos, trato de bromear un poco ya que al parecer la chica es entrenadora en un gimnasio y le digo que podemos hacernos un descuento mutuamente. El rostro de la clienta no cambió y continúo: “Solo habrá personas esbeltas, no nos gustaría ver a una persona gorda”. Recogí mis cosas, le di mis recomendaciones para encontrar a un fotógrafo esbelto y me fui.

Después de un par de minutos, recibí una llamada del chico. Me pidió que regresara, diciendo que el precio estaba bien y la calidad de fotografías era increíble, además me pidió disculpas por la situación. Dijo que mi peso ya no era un problema. Le respondí que no estaba en contra de fotografiar su boda, pero solamente tenía una petición: cambiar a la novia. Le colgué y los bloqueé a los dos.

Clientes extraordinarios

Me contrataron para una sesión de fotos familiar, además de que las personas vivían en una aldea, me advirtieron que iba a ser su primera sesión de fotos. Eran mamá e hijo, intenté dar unos consejos para la sesión pero me aseguraron que esto no ayudaría. El dinero lo transfirieron a mi cuenta, por eso el día asignado fui al lugar indicado. La aldea estaba cerca, aproximadamente 40 kilómetros; al acercarme, eché un vistazo a los paisajes para las fotos.

Llegué y me recibió un hombre y me dijo que la familia me estaba esperando en el campo. Sin problemas, nos subimos a su camioneta y nos fuimos. No había nadie excepto una manada de vacas. Le preguntó dónde están y me lleva a ver una de las vacas y su cría. Aquí está: madre e hijo, dijo. Me quedé en silencio durante mucho tiempo. Después le pregunté para qué necesitaban un fotógrafo si podían tomar las fotos con una cámara no profesional o un celular. El hombre me contó que las tomas eran para una campaña publicitaria, pero por alguna razón, los fotógrafos rechazaban o querían más dinero por la sesión cuando escuchaban la palabra “publicidad”. Ellos tenían una pequeña granja, le pidieron al banco muchos préstamos para su creación y no tenían mucho dinero. Por eso decidieron recurrir a una trampa.

No rechacé el trabajo, realicé las tomas y después me dieron mucha comida para llevar. El resultado del trabajo les gustó. Después de esto, trabajé con ellos varias veces. Sin embargo, después de esto, siempre me gusta aclarar si voy a trabajar con personas o no. Los clientes después de tal pregunta siempre se quedan muy sorprendidos.

Un fotógrafo que se convirtió en un profesional gratuito

Un maravilloso día de primavera, me llamó una chica diciendo que era conocida de un familiar y necesitaba fotografiar una boda. Siempre me alegro cuando me recomiendan, le pregunté sobre las fechas (no tenía nada apartado para ese día) y le dije el precio con un pequeño pero agradable descuento. La chica se sorprendió y me dijo: “¿No has escuchado? Te llamo por parte de tu tía favorita, ¿de qué dinero me estás hablando?”. Me sorprendí y le pregunté qué era lo que había prometido mi pariente. Ella había garantizado una sesión fotográfica absolutamente gratis porque yo era una buena persona y en mi infancia iba a comer crepas a casa de mi tía.

La chica recibió el rechazo de una forma dolorosa. Después de una hora, mi mamá me llamó y me contó que le había marcado mi tía riéndose, preguntándole de forma severa: “¿Tu hijo fotografía por dinero? ¿Cómo puede ser? Decepcionó a la hija de una colega de mi amiga”. Mi mamá le respondió: “Mi hijo no es un filántropo”. Desde entonces, a mi mamá y a mí nos consideran mal agradecidos y no recomiendan pedirnos ayuda alguna.

Sutilezas con el juez de la boda

Una vez, al fotografiar una ceremonia, por casualidad me tropecé con la cortina. Eran las típicas telas de fiesta que no solo cubren todas las ventanas, sino también están en una parte del suelo. No se podían recoger, ni tocar en general. Si alguien pisaba la cortina, la ceremonia se detenía y decían un comentario. Yo tuve mala suerte. Al ir hacia atrás durante la sesión de fotos, me tropecé y la cortina se separó de las bisagras. La jueza refunfuñó: “Tienes que tener más cuidado”, le pedí perdón y al final me acerqué y le dije que vendría el día martes para arreglarlas. Era sábado y el registro civil se abriría hasta ese día. Hice todo como prometí y me dieron una escalera.

Pasó un mes, y tuve otra boda en el mismo registro civil. Entramos a la sala y era la misma jueza. Al verme, declaró que el fotógrafo tenía que abandonar la sala, ya que había sido partícipe en un incidente. De lo contrario, no se llevaría a cabo el registro. No ayudó la explicación de la situación. La jueza se mantuvo firme.

Los invitados y la pareja, al escuchar mi historia, me defendieron. Pero solamente la intervención del jefe del registro civil permitió seguir con la ceremonia. Detrás de la puerta se escuchaba lo siguiente: “Hay que prohibirle estar aquí” y también la explicación de la administración: “¿Usted entiende que está quebrantando la ley?”. Por supuesto, el estado de ánimo se había arruinado y el tiempo había pasado en vano, pero después, la pareja incluso bromeaba que un delincuente los estaba fotografiando. Posteriormente, trabajé con esta empleada del registro civil varias veces. No me saludaba y detenía la ceremonia a propósito si me movía por la sala exigiendo que me regresara a la esquina “permitida”.

Cómo terminar directamente en París

Todos soñamos con viajes gratuitos. Incluso tenía un punto en mi lista de precios en el cual afirmaba que podía fotografiar gratis en París, Roma, Viena, Nueva York y otras ciudades famosas, si el cliente costeaba todos los gastos de viaje y alojamiento. El punto estaba como broma, pero una vez funcionó.

Me llamó una chica diciendo que su boda se llevaría a cabo en París. Estaban listos para pagar el viaje, además, yo mismo indiqué que la sesión de fotos sería gratis en ese caso. Nos pusimos de acuerdo sobre el encuentro. Estaba muy contento, imaginaba que pronto subiría fotos con las vistas de la capital de francesa y con esto atraería a más clientes. Además, ya tenía la visa requerida. Llegó el día del encuentro, de inmediato les dije que no tendrían que gastar en la visa. Los clientes quedaron perplejos. ¿Cuál visa? París está a 300 kilómetros. Me darían dinero para la gasolina y también apartarían una cama en la casa de unos parientes.

Aquí me di cuenta de que la boda no sería en París, sino en una aldea con el mismo nombre donde vivía la pareja. Y no podía rechazarlos, ya que yo mismo había indicado París, pero no aclaré que en Francia. En la región donde vivo hay una aldea con el mismo nombre. Les pedí que solo me pagaran el hotel en la ciudad más cercana. La boda fue perfecta. Al terminar, los chicos confesaron que sabían de qué París se trataba, pero decidieron probar su suerte y recibir una sesión fotográfica gratis. Lo consiguieron.

Cómo obtener fotografías invisibles

Una chica me pidió de favor trabajar en la boda de su amiga. Por teléfono me advirtió que sería una pareja inusual. Acordamos encontrarnos, llegué a una cafetería y en una mesa vi a tres personas. Me acerqué, saludé y me di cuenta de que dos de las personas no me veían. De pronto se acerca una segunda chica, que fue la que me llamó, y me dijo que los futuros novios eran no videntes. Me quedé callado por un largo tiempo, simplemente no sabía qué decir. Esa sería la primera vez que fotografiaría a personas ciegas.

La novia interrumpió la incómoda pausa. Ella dijo que se llamaba Ana y su prometido Pedro, su amiga Elena me había seleccionado, ella había sido con quien había hablado por teléfono. En primer lugar, las fotografías eran necesarias para que los futuros hijos pudieran ver las fotos de la boda de sus padres; posteriormente, para los familiares y para colgarlas en las paredes. Ellos confiaban en su amiga y ella había seleccionado una serie de fotógrafos. La cuestión residía en mi capacidad de trabajar con personas invidentes y también la posibilidad de no publicar las tomas en su portafolio. Ana y Pedro no querían hacer públicas sus fotos y muchos fotógrafos pedían un pago adicional por tal servicio. Al final, Ana bromeó diciendo que, si las fotos no salían bien, de todos modos ellos no se decepcionarían porque no verían mi fracaso.

Hablamos más de dos horas, todo les gustó y firmamos un contrato. La boda fue realmente complicada. Cada momento de la sesión fotográfica duró más de lo habitual, pero obtuve una experiencia colosal explicándoles a las personas lo que quería obtener de ellas. Tuve unas cuantas metidas de pata. En el trabajo con las parejas, frecuentemente les pido que se vean el uno al otro o que vean hacia algún lado y ahí fue donde se me escapó. Inmediatamente comencé a disculparme, pero Ana y Pedro resultaron ser increíbles personas y bromeando dijeron que podían ver a donde sea pero no era seguro que vieran algo. Estaba muy preocupado por el resultado del trabajo. Elena y los padres de los novios aceptaron el trabajo, todo les encantó. Ana y Pedro llamaron estas tomas, las fotografías invisibles. Posteriormente trabajamos un par de veces juntos. Tienen una hermosa hija y una familia feliz.

Un regalo inesperado el día de cumpleaños

Un día, un chico me contactó. Yo había fotografiado un evento para su grupo y él se acordó de mí. Me preguntó el costo de una hora de trabajo, se sorprendió por el precio y se puso triste. Resultó que su mamá tendría su día de cumpleaños y ella soñaba con una sesión fotográfica familiar, y él había pensado en este regalo, pero le hacía falta dinero. Le pregunté cuánto estaba dispuesto a pagar, él me dijo que solo tenía 25 USD ahorrados. El deseo del niño me conmovió y por eso acepté ir a fotografiarlos. Le pedí el número de teléfono de su mamá, pero el cliente tenía una condición: no decirle nada a ella. Era una sorpresa.

El día acordado, llegué a la dirección, llamé al chico y él corrió a abrir la puerta del complejo habitacional. Entramos al departamento y me di cuenta de que era una familia humilde. En una gran mesa se encontraba la familia y sus parientes, todos me miraron a mí y al chico con asombro. El chico explicó que yo era el regalo de su mamá. Las miradas se volvieron tensas, inmediatamente me di cuenta de quién era el papá del niño. El cliente dijo que su mamá soñaba con una sesión fotográfica familiar y él decidió darle ese regalo.

La mujer se conmovió y los demás comenzaron a elogiar al chico. Después decidimos ir a un parque cercano a la casa y ahí mismo fotografié a toda la familia. El chico sostuvo su palabra: al final de la sesión, me dio el dinero. No quise tomarlo a pesar de que la familia me pedía cobrar el precio habitual. Le dije al chico que le comprara unas flores a su mamá. Las historias de cuando los niños quieren cumplir el sueño de sus padres son pocas, por eso no me arrepiento de haber gastado estas horas de mi vida.

¿Qué piensas? ¿Para quién es más complicada una sesión fotográfica: los que posan para la cámara o el que toma las fotos?

Imagen de portada fayruzov / pikabu

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