14 Personas que no aprobaron la nueva pareja de su ser querido
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Esta es una conmovedora historia sobre una joven que, en un momento difícil, mostró determinación y sobre un pequeño gatito que se convirtió en su verdadero amigo.
Trabajaba en una clínica veterinaria. Un día, una señora trajo a un gatito pelirrojo: tenía los ojos sucios, el pelaje descuidado, apenas podía mantenerse en pie y su cuerpo estaba torcido. Mi colega le dio un diagnóstico desalentador, y la señora decidió que lo mejor era sacrificarlo. Nos llevamos al gatito al interior de la clínica para su “último viaje”. Pero entonces, de repente, mi colega dijo con firmeza: “No quiero hacerlo. Veamos qué podemos hacer”.
Tomé a esa pequeña criatura en mis manos y vi algo extraño en su mirada: como si ya hubiera pasado por muchas cosas y no quedara ni rastro de una mirada infantil.
Después, seguimos el protocolo habitual: baño, revisión de reflejos, vacunas, inyecciones, antiparasitarios, gotas en la nuca. Y un pequeño refugio con un plato de agua en una de las diminutas jaulas de la clínica. ¿Qué hacer contigo, pequeño milagro?
Pasaron los días. El gatito vivía en la clínica. Cada mañana comenzaba con una sonrisa. Al segundo día, empezó a moverse con cautela y a comer por sí mismo. Durante su estancia en la clínica, tratamos una cantidad interminable de problemas de salud: otitis, tiña, infección ocular... pero no la ataxia que le habían diagnosticado previamente. (La ataxia es un trastorno neurológico que afecta la coordinación de los movimientos.- Nota de Genial)
Se tambaleaba, caía y no podía usar bien sus patas delanteras. No sabía maullar ni saltar. Y yo me encariñaba más con él, sintiendo que en mi corazón no solo se derretía un pequeño trozo de hielo, sino un glaciar entero.
Por cierto, el pequeño no crecía, así que lo llamamos Pequeñín. Bueno, en realidad, ese era su apodo. Su nombre verdadero era Chamán.
Chamán era adorado por todos: empleados, clientes e incluso los pacientes. Durante seis meses, alegró a todos con su torpe correteo, y a mí me llenó de una motivación increíble para trabajar, sonreír y amar aún más mi profesión.
Sin embargo, a la administración de la clínica no le gustaba el gato y decidieron deshacerse de él. Me dieron un ultimátum: o me lo llevaba y le encontraba un hogar, o tenía que desaparecer de allí.
Tomé una decisión y me lo llevé. Aunque ya tenía un gato viejo y testarudo, además de serios problemas con la vivienda y mi vida personal en ese momento. Pero junto con él, también me rescaté a mí misma. Dejé la clínica atrás. Una clínica que no habría dudado en echar a un animal enfermo si yo me hubiera desentendido de él.
Y así, un año y medio después, Chamán y yo nos mudamos a una gran ciudad y le hicimos una resonancia magnética en el cerebro. Resultó que tenía una antigua fractura del atlas (la primera vértebra cervical). Mañana iremos a ver a un neurocirujano.
¿Conoces esa sensación de darte cuenta de que una persona, un lugar, una ciudad, una canción, una profesión... lo que sea, es completamente tuyo? Pues bien, este gato es completamente mío. En él, mi corazón helado se derritió.
Nunca he humanizado a los animales. Mi gato mayor es disciplinado y educado con una estricta crianza. Pero Chamán... Chamán me hechizó. Me desarmó. Me quitó cualquier rastro de enojo, dureza o ansiedad. Salgo del trabajo con una gran sonrisa, porque sé que en casa me espera este pequeño milagro torpe y encantador.
Además, aprendo de él. No importa lo difícil que le resulte caminar o correr, siempre tiene una meta en mente y se lanza hacia ella, cayendo dolorosamente en el camino, pero levantándose una y otra vez, porque no conoce otra opción que no sea alcanzar su objetivo.
Gracias por leer hasta el final. Amen a sus peludos y nunca abandonen a los más débiles en su peor momento.
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