Seguro que esto a veces ha pasado
Un sabio relato que te enseñará que nunca se tiene que juzgar a una persona por su apariencia
Podemos afirmar que prestamos atención al aspecto físico de una persona como último recurso. Sin embargo, hacemos algunas conclusiones sobre un desconocido tan solo con mirar cómo se ve, y esto ocurre sin querer. Así, a veces, bajo “una envoltura” brillante se oculta una persona desalmada y bajo “una cubierta” desagradable se encuentra un ser humano profundo capaz de tener compasión. Precisamente sobre esto se trata el cuento del guionista y director Mijaíl Fatajov, “Alimentar a una persona sin hogar”.
Genial.guru reflexionó mucho después de leer esta obra y espera que sus lectores tengan la misma reacción.
Viajaba en el tren que conecta a la ciudad vecina. De pronto entró un vagabundo.
La cara hinchada. Se veía como de unos 30 años.
Mirando alrededor dijo:
-Señores, no he comido nada en tres días. Honestamente. Tengo miedo de robar porque no tengo fuerzas para correr. Pero tengo muchas ganas de comer. Ayúdenme con una moneda, lo que sea es bueno. No me miren a la cara, yo bebo. ¡Y lo que me den, seguramente, también lo gastaré en bebida! Y se fue caminando por el vagón.
Aunque era pueblo humilde, rápidamente el vagabundo juntó unos 10 USD.
El vagabuno se detuvo al final del vagón, volteó su rostro a los pasajeros y se arrodilló.
— Gracias señores. ¡Dios los socorra!
De pronto, un hombre de mirada malvada comenzó a gritarle al vagabundo:
-¡Aquí estás mendigando! Pidiendo dinero. Tal vez yo no tengo cómo alimentar a mi familia. Tal vez me han despedido de mi trabajo.
Pero yo no pido dinero como tú.
De pronto, el vagabundo sacó todo lo que tenía en sus bolsillos, posiblemente, unos 50 USD en diferentes billetes y monedas, y se lo extendió al hombre.
— Toma. Tú lo necesitas.
— ¿Qué? — se asombró el hombre.
— ¡Tómalo! ¡Para ti es necesario! Y a mí me darán más. ¡Las personas son bondadosas!
Colocó el dinero en las manos del hombre y se alejó. Las puertas se abrieron y se fue por la plataforma de la estación.
— Hey, ¡detente! — se levantó el hombre con el dinero en las manos y salió corriendo hacia el vagabundo.
Todo el vagón quedó desconcertado y en silencio. Durante 5 minutos, todos escuchamos con atención el diálogo en la plataforma del tren. El hombre gritaba que las personas eran una basura. El vagabundo aseguraba que estas eran bondadosas. El sujeto intentaba devolverle el dinero al vagabundo, pero él no lo aceptaba. Todo terminó con el hecho de que el vagabundo siguió caminando y el hombre se quedó solo. Él no se apresuraba por regresar, y comenzó a fumar un cigarrillo. El tren seguía detenido. Salieron y entraron pasajeros.
El hombre terminó de fumar, regresó de nuevo al vagón y se sentó en su lugar al lado de la ventana. Nadie, en particular, le prestó atención. El vagón continuó con su rutina habitual.
A veces, el tren se detenía. Algunos entraban, otros salían.
Después de 5 estaciones, llegué a donde tenía que bajar. Me levanté y me acerqué a la puerta.
Al pasar cerca del hombre, lo miré de reojo. Estaba sentado, mirando hacia la ventana con lágrimas en sus ojos.
Nunca se debe juzgar a una persona por su apariencia, todos somos seres iguales y debemos respetar a nuestros semejantes. ¿Y tú has estado presente en alguna situación similar? ¿Aún crees que las personas buenas en el planeta somos más?
Comentarios
Los que menos tienen suelen ser más generosos
Preciosa historia para aprender a no juzgar
Es injusto pero normalmente todos juzgamos por la apariencia
Por desgracia yo también creo que es así