Una experta en la biología del amor explicó por qué engañamos a las personas que queremos
La antropóloga estadounidense Helen Fisher, durante aproximadamente 50 años ha estudiado la biología del amor y la atracción. Ella está convencida de que el amor no es una emoción, sino una atracción. Las personas matan y mueren por amor. El amor encuentra su manifestación en todas las formas culturales: poemas, esculturas, canciones, novelas, mitos y leyendas. En más de 175 países, las personas han dejado sus resultados de esta poderosa obsesión. Pero, entonces, ¿por qué el amor no es suficiente para detener a algunas personas de aventurarse en el camino de la traición?
Con ayuda de la profesora, sus estudios y una brillante exposición en TED, Genial.guru decidió darles sentido a algunas cosas y responder a esta difícil pregunta.
El amor no es una emoción, sino una atracción
Según la opinión de Helen Fisher, esta atracción es mucho más fuerte que la atracción sexual. Si alguien rechaza acostarse contigo es probable que no quieras suicidarte. Pero si alguien rechaza tu amor, este asunto tomará un giro serio. En palabras simples, el objeto de amor se convierte para para el enamorado en el centro del universo. Hacia éste, implacablemente solo los rasgos positivos del carácter se atraen y los actos que son completamente adversos pasan por alto. Se hace más fuerte, aparece una sensación de celos implacables, y todo lo que le gusta al objeto de tu amor se hace más importante y especial: su copa de vino es especial, su perfume se puede reconocer entre miles de personas. Un chino escribió en su poema: "No soy capaz de quitar el tapete de bambú. Aquella noche, cuando te llevé a mi casa, vi como lo estirabas". Él literalmente está obsesionado con este objeto, ya que éste adquirió un significado especial.
Las características principales del amor son:
- deseo;
- motivación;
- obsesión.
Este último, particularmente, se ha demostrado de buena manera durante un estudio IRM del cerebro de 32 personas perdidamente enamoradas, el cual la profesora investigó junto con un equipo de científicos. Antes de realizar la tomografía, los participantes del experimento tuvieron que responder algunas preguntas. A la pregunta principal: "¿Qué porcentaje del día y la noche piensas sobre esta persona?", todos con firmeza respondieron: "Todo el día. Toda la noche. No dejo de pensar en él o ella".
Una de las últimas preguntas fue: ¿Darías tu vida por él o por ella? Y, por supuesto, la gente siempre sin titubear respondía: "¡Sí!", como si simplemente les pidieras que te pasaran la sal en la mesa.
Después, los cerebros de los enamorados fueron analizados cuando ellos veían a la persona de la que estaban enamorados y a una persona neutral, esto daba la posibilidad de observar en el cerebro en un estado de emoción y en un estado en calma. Se detectó actividad en muchas partes del cerebro, pero una de las principales fue aquella que frecuentemente se activa con el consumo de la cocaína o un orgasmo.
Por eso es que el amor no es completamente una emoción. Esta es una atracción que se debe a que el cerebro prescinde de ella. Cuanto más salvaje sea el amor, entonces más dopamina se liberará al organismo. Al mismo tiempo, éste activará el sistema de recompensa cerebral, el cual responde por la excitación en general, una sensación de placer y motivación para el deseo de obtener una recompensa. Casi exactamente pasa lo mismo cuando queremos y comemos un chocolate.
Pero ¿por qué ocurre una traición si el amor recompensa y entrega placer?
El amor romántico es solamente una de tres diversas formaciones fundamentales del cerebro que participan en este proceso.
- Primero, atracción sexual: una sed de deseo sexual. De acuerdo con la profesora Fisher, esto se puede llamar un "hormigueo neuronal insoportable", el cual frecuentemente se asimila cuando estamos hambrientos.
- El segundo, es un amor romántico: esto es alegría, la ilusión de un amor que apenas comienza.
- Y la tercera es el apego: una sensación de tranquilidad y seguridad que sientes por una pareja "duradera".
"Yo creo que existe algún sentido darwiniano en todo esto", sostiene Helen. "La atracción sexual aparece cuando nosotros entramos en un mundo de búsqueda de pareja. El amor romántico surge para que las fuerzas de apareamiento se centren con una sola persona. Y el apego, la tercera formación del cerebro, es para poder tolerar a esta persona el tiempo suficiente y juntos poder criar a un niño".
El problema consiste en que estas tres formaciones del cerebro: atracción sexual, amor y apego no siempre están correlacionadas. Ellas, por supuesto, pueden coincidir. Durante las relaciones sexuales puede existir un aumento en los niveles de dopamina, la cual conduce al enamoramiento. En el momento del orgasmo se crean oxitocinas y vasopresinas, las cuales están relacionadas con el apego y causan una sensación de unidad con tu pareja.
Y sin embargo, puedes experimentar un profundo afecto a una pareja constante, vivir un intenso enamoramiento con otra persona y al mismo tiempo de una tercera. "En resumen, nosotros somos capaces de amar al mismo tiempo a unas cuantas personas", sostiene la profesora Fisher. Por eso no hay nada sorprendente en que nosotros podamos acostarnos de noche y estar sumergidos en profundos sentimientos hacia una persona y serios sentimientos románticos con respecto a otra.
Un poco de magia para el final
"Para ser franca, pienso que no fuimos creados para la felicidad", reconoce la profesora. "Nosotros somos animales creados para la reproducción. Desde mi punto de vista, nuestra felicidad es el fruto de nuestros esfuerzos. No obstante, pienso que podemos construir buenos vínculos".
Todo lo anterior puede sonar un poco cínico en el contexto del amor, sin embargo, Helen no niega que, a pesar de que estos son simples e inevitables procesos biológicos, en el amor todavía hay lugar para el misterio y la "magia". Después de todo, existen una gran cantidad de razones por las cuales nos enamoramos de una persona y no de otra: el factor tiempo, la intimidad y el misterio. Casi nadie negará que a menudo nos enamoramos de una persona en la que existe algún tipo de misterio. Y esto, por cierto, también está asociado con el nivel de dopamina en el cerebro que se eleva y nos coloca en la cima del amor. También nos enamoramos de aquellos que coinciden con nuestras "cartas de amor": una lista inconsciente o consciente de los rasgos que construimos a medida que crecemos. Como ya se ha dicho, cada persona es el artesano de su propia felicidad. Por lo tanto, incluso si biológicamente somos propensos al cambio, no hay que olvidar la cultura, la devoción, la lealtad, y otros principios morales que nos hacen humanos.