12 Cosas para las cuales me considero demasiado vieja y eso realmente me gusta

Historias
hace 3 años

Hace poco estaba sentada en la estética, hojeaba una revista y me encontré con un artículo titulado “10 cosas que debe hacer cada mujer si quiere ser feliz”. La autora insistía en que sin la habilidad de usar tacones de 12 centímetros, mantener una expresión de “pokerface” ante cualquier circunstancia y fingir ser la ama de casa perfecta, entonces podrías olvidarte de tener éxito en la vida. Especialmente esto aplicaba a mujeres que se encuentran por arriba de los 40 años.

Y de pronto me quedó claro que, a mis más de 30 años, no le debo nada a las personas desconocidas. Por eso hoy les quiero contar a los lectores de Genial.guru sobre aquellas cosas para las que soy demasiado vieja y eso es grandioso.

1. Hacer aquello que no te gusta y no sabes

A mis 37 años por fin fui honesta conmigo misma y reconocí que no me gusta y no sé cocinar, por eso tomé la decisión de contratar a alguien que me ayudara. Mi amiga se comenzó a reír, diciendo que la comida preparada por personas desconocidas tenía una mala energía. Pero la que más me sorprendió fue mi mamá: ella me dijo que estaba muy feliz. ¿Por qué? Porque por fin dejaría de comer comida rápida y otras porquerías, y siempre tendría algún guisado en el refrigerador.

Si desde hace tiempo simplemente hubiera reconocido que no sé cocinar y me hubiera olvidado de la opinión de los demás, entonces mi vida se habría vuelto mucho más sencilla. Esta decisión no solo me trajo comodidad, sino también me permitió ahorrar, ya que ahora no gasto dinero en todo tipo de aperitivos y productos semi elaborados. Ya estoy demasiado grande y no necesito obligarme a hacer cosas que definitivamente no me gustan.

2. Avergonzarme por mi estado civil

Los temas de conversación acerca de que “todas las mujeres quieren casarse” y “si no da a luz, entonces habrá desaprovechado su vida” son completamente obsoletos. Cada persona tiene su propia percepción sobre la familia. Yo no debo poner excusas de por qué no quiero un segundo hijo, así como las mujeres solteras de más de 30 años tienen derecho a no escuchar todas estas conversaciones con falta de tacto del tipo “serás la tía solterona” o “si tuvieras un hombre”.

3. Compararme con los demás

“Adriana se fue a Inglaterra a una pasantía, Verónica tuvo a su tercer hijo y Lorena se compró un departamento en el centro de la ciudad”, estas fueron las últimas noticias sobre mis ex compañeras de clase que me contó mi amiga Julia. Antes, tal vez, habría encontrado en esto un motivo para tener envidia, ya que mis conocidas realmente son increíbles, pero ahora simplemente estoy orgullosa de ellas, porque cada una ha conseguido lo que quería.

Ahora no formo parte de la carrera titulada “¡El más rápido, el más alto, el más fuerte!” y no tengo pensado competir con otros con respecto a quién consiguió casarse con éxito, quién voló más lejos en sus vacaciones o quién gana más. Gastar fuerzas y tiempo en esto no tiene sentido. Yo comparo mi vida de ahora con la que tenía hace 5 años y veo un progreso. Esto es suficiente para sentirme feliz.

4. Usar prendas incómodas

A los 22 años usaba zapatos con tacones altos, durante una hora iba temblando en el autobús hasta llegar el trabajo, realizaba varios recorridos (es decir, todo el día estaba de pie) y consideraba que era algo normal. Me gustaba verme espectacular en cualquier situación, por eso usaba pantimedias de nailon en plena temporada fría, usaba bragas de encaje y trataba de que mi peinado siempre luciera en todo su esplendor.

Sin embargo, ahora solo utilizo prendas que en primer lugar sean cómodas y solo después me fijo en si son bonitas, están a la moda y demás. Si visualmente me gusta alguna prenda, lo primero que hago es probarla al tacto, determino qué tan agradables son los materiales y leo la composición. Por muy a la moda que sea una prenda o a pesar de los grandes descuentos, ni siquiera me molesto en medirme una prenda elaborada con materiales sintéticos. Quererte a ti mismo y preocuparte por tu comodidad es normal. Y yo puedo hacer esto.

5. Ajustarme a los estándares de belleza

Antes quería una figura con los parámetros 90—60—90, pero la realidad es que nunca la he tenido y posiblemente nunca la tendré. Preocuparse por eso sería igual de absurdo que preocuparte porque tu número de calzado no conseguirá hacerse dos tallas menos. Me he aceptado tal y como soy, con todo y mi talla, hago hincapié en mis virtudes con la ropa y no sufro por ideales inalcanzables.

Mi amiga Elena pesa 100 kilos. Su ex esposo le dijo que era una “vaca” y la obligó a comer solo trigo sarraceno y agua, pero en algún momento Elena se dio cuenta de que le gustaba más comer delicioso que el tirano que tenía como esposo. Después del divorcio mi amiga se inscribió a danza oriental, con la cual desde hace tiempo había soñado, se pintó el cabello y dejó de usar prendas holgadas, las cuales su esposo la había alentado a utilizar para esconder su “grasa”.

Ahora a Elena no le hacen falta pretendientes. Y todo esto porque Elena se aceptó y se comenzó a querer a sí misma. Es una encantadora chica divertida, con quien siempre sientes calidez y comodidad, como si fuera un imán que te atrae. Cada mujer es perfecta si le gusta su reflejo en el espejo. Y los números en la báscula son una cosa aparte.

6. Dejar de hacer aquello que no trae satisfacción

“Hasta que no te acabes tu comida, no te levantarás de la mesa”, eso me decían en casa y en el jardín de niños. Yo era una chica obediente y me comía todo, incluso lo que no me gustaba. Ahora a mi edad adulta puedo permitirme dejar un pedazo de pastel en el plato, incluso si este no fue nada barato en el restaurante, irme a mitad de una cita en caso de que mi interlocutor no sea agradable o dejar de ir a mi clase de dibujo cuando perdí el interés. Retirarse no es lo mismo que perder, no tiene nada de malo.

7. Hacerse el héroe

Mi amiga Julia es viceinterventora es una gran organización. Un día su mamá le habló: “¡Ven, tenemos que cosechar los ajos del huerto!”. Para llegar hasta casa de su mamá tenía que recorrer 400 km. Julia le dijo: “Mejor te transfiero dinero y le dices al vecino que te ayude”. Pero su mamá no quería que las cosas fueran así. Antes Julia dejaba todo y se iba a labrar el huerto. Ahora incluso en verano le paga a su vecino para que en otoño le ayude a su mamá con el jardín. Y todos están felices sin ningún tipo de heroísmo.

En gran medida, nadie valorará si tienes que ir los fines de semana a trabajar, si sales con tu hijo 3 veces al día sin importar las condiciones climáticas o si pasas todo el día de tu cumpleaños en la cocina para sorprender a tus invitados. Ahora puedes dejar de intentar meter todos los asuntos en tu cabeza y tomar solo aquellas tareas para las que tengas ganas y te den alegría. Porque te valoras a ti mismo y valoras tu tiempo.

8. Avergonzarse de los cambios por la edad

Con el paso de las décadas, las mujeres aprenden a esconder su edad y avergonzarse de ella. De acuerdo con la moda, debo de intentar verme 10 años más joven, teñir desesperadamente mis canas en el cabello o ponerle a mi rostro kilos de maquillaje para ocultar las arrugas. ¿Pero para qué? Yo me siento cómoda con mi edad y no veo ninguna razón para avergonzarme.

A los 37 años dejé de teñir mi cabello: tenía canas y no me importaba. Me parecía que no eran tan visibles. Me sorprendió que algunos se molestaran por ellas. Una vez, en la tienda, la vendedora de forma burlona me dijo: “Tenemos descuento en los tintes para el cabello, ¿no quiere uno?”. No quiero. Y no creo que las canas sean algo vergonzoso. Ni mucho menos las arrugas. ¿Y tú que opinas?

9. Tolerar

Con el paso de los años entendí que la paciencia no es una virtud. Si te duele un diente, entonces no tienes que bloquear los síntomas con analgésicos: vale la pena acudir lo más rápido posible al dentista y resolver el problema. Puedes tolerar 3 años con un grifo que gotea en tu cocina, pero ¿para qué hacer esto si un fontanero puede reparar el problema en tan solo 30 minutos?

Hubo un tiempo, cuando mi jefe me llamaba a cualquier hora, por ejemplo, después de las 22:00 o a las 7:00 am el día domingo y me gritaba por teléfono. Y generalmente eran cosas que no tenían nada que ver con el trabajo. Tenía veintitantos y después de un mes comencé a asustarme por cualquier vibración del teléfono. Una vez simplemente no aguanté y le dije a mi jefe todo lo que pensaba. Y me despidieron.

Ahora a mis 30+, yo misma renuncio después del primer incidente similar. Esto no es bravuconería. El hecho es que yo entendí lo más importante: por ningún dinero en el mundo permitir una falta de respeto hacia mí misma. Y a mi edad puedo permitirme que no me hagan esto.

10. Poner los intereses de los demás por encima de los míos

Antes entraba a la tienda por unos jeans y regresaba con un montón de blusas, vestidos y zapatos infantiles. Mi esposo me preguntaba: “Y los jeans, ¿en dónde están?”. Ahora me he vuelto más inteligente: voy de compras, compro una tarta en lugar de cientos de muñecas para mi hija y me la como con la conciencia tranquila. Y no tengo vergüenza: así es como le compro a mi hija una mamá que esté de buen humor.

En la juventud me parecía que en primer lugar debía solucionar los problemas de los demás y si tenía tiempo podía empezar con los míos. Ayudar a un compañero en el trabajo, darle mis últimos centavos a mi amiga para ropa nueva y pasar una semana sin dinero hasta que llegara mi salario era algo fácil. Pero ahora me di cuenta de que la vida es como ir en un avión, en primer lugar tienes que colocarte la máscara de oxígeno tú primero. Por eso ahora puedo no dejar mis intereses a segundo plano.

11. Presentar “mis grandiosos éxitos” en las redes sociales

Investigaciones de psicólogos demostraron que la mayoría de las personas mienten en las redes sociales para verse más solicitados, queridos y activos. Pero en realidad es muy agotador exagerar la realidad y crear este tipo de imagen con frecuencia. ¿Para qué gastar fuerzas y tiempo en esto?

Hace poco realicé un experimento y todos los días durante un mes escribí en mis redes sociales solamente la verdad. Tuve que eliminar inmediatamente de mis amigos a algunas personas, con las cuales no estaba lista para ser honesta. Después limpié mi lista de contactos y me quedé solo con aquellas personas cuya opinión realmente me interesaba. Es decir, personas realmente cercanas. Ante ellas no necesito exagerar mi vida. Y para el resto de los demás, simplemente no es de su incumbencia.

12. Esperar a crecer para cumplir un sueño

Siempre había soñado con cantar, pero mi mamá se tapaba los oídos cuando me escuchaba. En mis años de estudiante no cantaba las canciones de moda, porque me avergonzaba por mi voz. A mis 32 años pagué mi primera clase de canto. Y no, en mí no se despertó una Montserrat Caballé, pero soy capaz de llegar al nivel de otros “cantantes”.

Si has soñado con hacer kayak por un río, teñir tu cabello de azul o tener un perro, entonces puedes no esperar a ser más grande, sino simplemente llevar a cabo tu sueño. A esta edad no es completamente importante qué te dirán las abuelitas de tu vecindario, los vecinos e incluso tu mamá. Y que todas las personas viven su propia e irrepetible vida, así que no debes de dejarla para el día de mañana.

¿Y cuál de estas cosas considerabas obligatorias de cumplir en tu juventud, pero ahora con el paso de los años te has permitido dejar de hacerlas?

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