12 Historias llenas de bondad que serán una caricia para tu alma

Historias
hace 5 años

Para escapar del frío exterior, uno puede beber una tasa de té, café o cacao caliente, o ponerse un suéter y una bufanda. Pero para calentar el alma, hace falta leer historias llenas de bondad, como las que hace poco compartieron en la red los usuarios de las comunidades “La habitación N°6”“Oído por ahí”.

Genial.guru ha recopilado 12 historias que llevarán un poco de calor a tu alma. ¡Sonríe!

  • Una vez, tuve que gastar todo mi dinero en un medicamento. Me quedó solo para viajar hacia el trabajo y regresar, y para pagar el alquiler del departamento. Para la comida, cero. Faltaban 3 semanas para el salario. Cuando la propietaria vino a buscar el dinero, se lo entregué, pero no pude disimular la cara de angustia. Ella comenzó a preguntar qué me había sucedido, no aguanté, me largué a llorar y le conté todo. Ella me miró, y me devolvió la mitad del dinero de la renta. Dijo que se lo diera cuando tuviera la oportunidad.
  • En nuestro edificio vive una abuela. La conoce y la respeta todo el mundo. Y se lo merece porque, prácticamente, cada vecino puede contar un caso en el que ella lo ayudó mucho. En mi caso, le dio de comer a mi gato y regó mis plantas durante 2 semanas, cuando tuve que ir de urgencia a mi ciudad natal. A mi vecina le aconsejó un buen pediatra que curó a su hijo, cuando otros médicos no le auguraban más que discapacidad. Ahora que tiene 85 años, la abuela comienza a aflojar: le cuesta caminar, apenas puede ver. Y todo el edificio se turna para ayudarla en la casa y con la cocina, porque personas así merecen todo nuestro cuidado.
  • Ya ha pasado tanto tiempo, y hasta ahora la sorpresa más tierna de mi vida fue una barra nutritiva hematógena. Cuando estaba en la escuela, estudiaba y jugaba con un chico que alguna vez fue mi vecino. Nunca lo había visto desde entonces. Él me recordaba como a una niña pequeña, y yo no lo recordaba en absoluto. Estaba muy enferma, me había resfriado y estaba en mi casa. De noche, cuando afuera ya estaba oscuro, él me mandó un mensaje: “Sal a la puerta, hay algo esperándote allí”. Fui, y vi una pequeña caja que contenía la barra nutritiva hematógena y un limón. Y una nota, escrita con una letra increíblemente hermosa: “¡Que te mejores!”.
  • Encontramos a un terrier, se lo dimos a una amiga (ya teníamos 5 perros y 2 gatos, en una casa particular). Durante un mes, ella caminó todos los días con él por diferentes partes de la ciudad, con la esperanza de que el perro reconociera el lugar. Una noche, paseaban por uno de los barrios, y una chica que pasaba cerca con sus amigas dijo en tono triste: “Igual al nuestro”. Mi amiga se emocionó y dijo bien alto: “¡Tal vez sí sea tuyo!”. La chica llamó al perro por su nombre, él se puso contento y comenzó a correr hacia ella. Hubo lágrimas de alegría de una familia reunida.
  • Era la última clase, y con mis compañeros estábamos verdaderamente agotados. La profesora, que estaba muy engripada, entró al aula, nos miró a nosotros, a la oscuridad detrás de la ventana, suspiró y dijo: “¿Y si fingimos que ustedes faltaron y yo soy una profesora de carácter débil, y entonces nadie sabrá de su falta?”. Un juego de rol genial para cualquier estudiante.
  • Tengo una amiga maravillosa. Vive en un pequeño monoambiente, convertido en un estudio, cuyas ventanas dan a un parque. Su casa siempre está limpia, es cálida, acogedora y huele a comida deliciosa. Puedes acudir a ella en cualquier momento, con cualquier problema. Ella te dará una manta suave, te servirá té y, después de poner a su gato negro en tu regazo, comenzará a preparar bocadillos y te distraerá con su conversación. Al llegar allí, te transportas a un encantador universo paralelo, donde todo siempre está bien y solo hay té con menta, bollos recién horneados, un gato ronroneando y el susurro de las hojas del otro lado de la ventana.
  • Una vez le comenté a mi hermana menor que necesitaba una chaqueta para el otoño, pero todavía no había cobrado el salario. Ella enseguida me ofreció el dinero de su alcancía. Le pregunté cuánto había, lo pensó un segundo y dijo: “¡Cuatro billetes de uno!”. Al parecer, pensaba que era bastante. Tuve que explicarle que esa cantidad ni siquiera alcanzaba para un gorro. Pero su amabilidad igual se sintió increíblemente bien.
  • En cuanto me baja el azúcar en la sangre, me quedo ciega. Una vez, estaba en el metro y tuve un ataque. Aterrorizada, traté de salir del vagón, pero había demasiada gente. Al final, logré llegar a la puerta, pero mi pie quedó atrapado entre el tren y la plataforma. Nunca tuve tanto miedo por mi vida, pero me ayudaron a sacar el pie, me sentaron en un banco, alguien me ofreció un chocolate y un pan. Una mujer se ofreció a llevarme a comer al café más cercano, y todo esto en hora pico, cuando todos tienen prisa.
  • Estaba yendo a trabajar y escuché un desgarrador chillido: en el balcón de un cuarto piso, lloraba un gatito. Unas señoras se lamentaban de que hacía un día entero que lloraba: el dueño lo había encerrado y se había ido. Cuando fui a almorzar, él seguía lamentándose. Y cuando salí para regresar a mi casa, ya apenas se lo escuchaba. No pude soportarlo. En Emergencias se negaron a ayudarme; de los vecinos del edificio, el único que me abrió la puerta fue el del segundo piso, y comencé a subir trepando los balcones. En cuanto el gatito me vio, saltó sobre mi hombro y se agarró fuerte con las patas. Recién cuando estaba camino a casa empecé a temblar. Descubrí que tenía mucho miedo a las alturas.
    Al gatito lo di en adopción a una buena familia.
  • Una vez, el conductor de un tranvía me salvó la vida al apretarme con las puertas. En el momento en que iba a salir del tranvía, ya detenido en su parada, el conductor cerró las puertas abruptamente, aprisionándome entre ellas. Ni siquiera tuve tiempo de darme cuenta de lo que había pasado, cuando un automóvil pasó frente a mí a gran velocidad. Si no hubiera sido por el atento conductor y su reacción increíblemente rápida, tal vez ya no estaría con vida.
  • Mi mamá tuvo una vida difícil. Cuando yo tenía 5 años, mi padre se fue y armó una nueva familia. Y, aunque teníamos nuestra propia vivienda, el salario de mi madre era bajo. Con el fin de garantizarme una buena vida, tuvo dos trabajos y se limitaba en muchas cosas. Llegó a tal punto, que yo comía comida normal, y ella, fideos instantáneos. Ahora estoy estudiando en otra ciudad y trabajo en secreto, porque ella está en contra de que lo haga, ya que tengo que invertir todos mis esfuerzos en mis estudios. La convencí de que pidiera dos semanas libres para las vacaciones de invierno. Ya he ahorrado la cantidad necesaria, y en estas vacaciones mi mamá hará un viaje por Europa. Y yo cuidaré su casa.
  • Últimamente, me peleaba muy seguido con mi novia sobre cosas que, en mi opinión, eran una tontería. Se lo conté a una amiga, pero ella me aconsejó que escuchara los argumentos que mi novia me daba cuando peleaba conmigo. Los escuché: se quejaba de que solo ella cocinaba y limpiaba, de la colección permanente de tazas sucias amontonadas en mi mesa, de que no le había hecho ningún cumplido en mucho tiempo. Para mí, era suficiente con estar con ella, ¿para qué hablar? Pero decidí hacer la prueba, y cumplir sus peticiones. Dejé de acumular tazas sucias, comencé a hacerle cumplidos y a ayudar con la limpieza. No hubo más peleas.

¿Qué historia te atrapó más? ¡Comparte tu opinión en los comentarios!

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