14 Lectores de Genial hablaron sobre sus peores clientes, que les dieron ganas de cambiar a un trabajo remoto para siempre

Historias
hace 1 año

Trabajar atendiendo gente no es una tarea sencilla. Hay clientes amables, hay otros que actúan como si no vieran a la persona que los atiende y también están aquellos que parecen pensar que su misión es arruinarles el día a todos los cajeros, vendedores, asistentes, camareros y cualquier otro miembro del personal de servicio que se crucen.

Muchas veces, esta clase de trabajo requiere verdaderos nervios de acero, y las historias que los lectores de Genial.guru compartieron con nosotros son la viva prueba de ello.

  • Nunca me han gustado las ventas, precisamente por tener que lidiar con gente tan desesperante. Sin embargo, por necesidad, decidí entrar a trabajar a una pollería. Me esfuerzo por tratar bien a los clientes, pero la verdad es que me desesperan. Algunos quieren que les adivine el pensamiento, otros cuando quieren una pieza de pollo, por ejemplo, una pechuga, me dicen “una chica”, les doy una chica y dicen: “Nooo, esa es muy chica, una más grande”, y terminan llevándose una de 1 kg. O piden una grande, se la doy: “Nooo, esa es muy grande”, y se llevan una chica. © Jat Trinity / Facebook
  • Trabajé en una agencia de viajes mucho tiempo, y cada dos por tres alguien entraba preguntando si le podíamos hacer fotocopias... y había una papelería unos 6 o 7 locales más abajo. © Priscila Villanova / Facebook
  • Trabajo en una casa de fotografías. Cada día entran clientes a preguntar si tomamos fotos (sí, tenemos un gran cartel que dice “ven y tómate una foto”) o si vendemos cosas de papelería (no, no tenemos), pero un día llegó una señora y pidió que le vendiéramos no sé cuántos metros de papel de colores. Le explicamos que tomamos fotografías, entonces, superindignada, nos dijo: “Bueno, pagaré su estúpida foto, pero necesito el papel, es para una tarea de mi hija”. Volvimos a explicarle que estaba en el lugar incorrecto. Al día siguiente, nuestro gerente llamó riéndose para decirnos que la clienta había enviado un correo muy pasivo-agresivo indicando que: 1. La tratamos como idiota. 2. No le vendimos el papel de colores y su hija reprobó la tarea (aunque tenía todo el día para comprarlo en otra parte). 3. Sentía que no le habíamos prestado un buen servicio. © Dandan Pérez / Facebook
  • Trabajaba en Tarragona. Le pregunté a un cliente si quería pechuga o pata, el caballero me dijo que quería pata y agregó que no quería Fanta, sino Coca-Cola, así que se la cambié. A los 15 minutos vino su esposa con el plato, con 2 o 3 papas fritas y menos de la mitad de la presa de pollo, con menos de la mitad del vaso de Coca-Cola, diciendo que a él no le gustaba ese refresco, ni la pata de pollo, que solo comía pechuga y bebía Fanta. Le dije a la señora que él había pedido que se lo cambiara, y ella dijo que yo se lo había cambiado sin permiso. Mi compañera, que estaba al lado mío cuando el caballero pidió el cambio, se me quedó mirando y yo con cara de “?”. Tuve que llamar a mi jefa y, además de ser regañada, tuve que cambiarle el plato al caballero, con la porción de pechuga de pollo y una papa grande (por las molestias), ya que en la boleta figuraba su pedido original, y encima me descontaron a mí el plato del señor. Después, cuando el caballero se estaba yendo, pasó a reírse a mi puesto diciendo “el cliente siempre tiene la razón”, con mi jefa al lado mío. © Camila / Facebook
  • Trabajaba en un KFC, y un cliente reclamó porque el pollo no se parecía al de la foto, y en lugar de pata tenía pechuga. Mi compañera, la cajera, le recordó que se le había dicho que no nos quedaban patas hasta dentro de unos 10 minutos, y él había aceptado llevar la pechuga. Yo le mostré que la imagen decía claramente “referencia”, pero siguió reclamando, y al final de mucho ajetreo aceptó lo servido. Volvió una semana después y yo estaba de cajera, apenas lo vi le dije: “Tengo pata, pero no se verá igual a la de la foto”. Se terminó riendo y pidiendo la pata. © Nara Núñez / Facebook
  • Trabajaba en una tienda de verduras, me encargaba de pesarlas y de calcular el precio de la compra, y mi compañera les cobraba a los clientes. En horas pico siempre había mucha gente y era normal que se hiciese fila por muy rápido que trabajáramos. Un día, llegó un hombre, tomó una calabaza enorme, se saltó la fila y me la arrojó encima del mostrador, diciendo que lo atendiera lo más rápido posible porque lo estaban esperando y era “un cliente privilegiado por comprar al mayor”. Era empleada, así que me tragué mi rabia y lo atendí, por lo que me gané las quejas del resto de los clientes. Luego fue un grosero con mi compañera, alegando que le estábamos cobrando de más. Una semana después, volvió con la misma actitud, pero como la jefa estaba allí, hizo la fila ordenadamente y sin problemas. Cuando llegó hasta la caja, le dijo a mi jefa que tuviese cuidado de a quién contrataba, que la cortesía era vital en los empleados... Menos mal que era el mejor trabajo en el que había estado, y que mis jefes eran personas tan buenas. Afortunadamente, ese incidente no volvió a ocurrir gracias a ellos. © Dili Ale / Facebook
  • Trabajo en una heladería. Una señora mayor primero se quejó porque le cobró mi compañera y luego la atendí yo. Dijo: “No se ponen de acuerdo para atenderme”. Después dijo que yo había tocado con mis manos (obviamente limpias, estaba colocando una servilleta) el cono comestible. Luego, que el helado era pequeño. Se lo pasé y le expliqué que incluso estaba dándole un poco más. Después dijo que uno de los sabores no tenía suficientes almendras. Le pregunté a mi compañera qué debía hacer y me dijo que le pusiera un poco más en un nuevo pote. Lo hice (me fijé que tuviera muchas almendras para que la señora me dejara en paz), y ella vino de nuevo y me dijo que el helado tenía una sola almendra y pequeña (después de habérselo terminado, obviamente). Dios, ¡qué señora del mal! © Sofia Marini / Facebook
  • La configuración de nuestro punto de venta es distinta a la de la mayoría. Cuando le pedí al cliente el primer dato (que en otros puntos es el último), se empeñaba en darme otros datos. Yo insistía en que necesitaba que me lo dijera correctamente, de lo contrario no podría efectuar la compra. Empezó a decir que yo era una abusadora por pedir antes lo que debía pedir después, que no podía creer que en nuestro local todo fuese distinto de otros locales, y muchísimas cosas más. Yo solo le extendí su tarjeta con una sonrisa, y se fue diciendo que no descansaría hasta que me despidieran. © Scarlet Yanilleth Motaban Betancourt / Facebook
  • En mi trabajo hay una clienta que llega siempre a la hora del almuerzo, quiere que la atienda enseguida, mira las muestras de cuero, revisa dos o tres paquetes del mismo artículo, siendo cada uno de diez, y al final termina tomando uno o dos y sigue revisando los demás artículos, haciéndome mover unos ocho paquetes. Los revisa todos y me dice que me apure, porque tiene prisa. Yo, sin almorzar, lo hago lo más rápido que puedo, y al final se lleva unas 8 de un total de 80 que ya me hizo mover, me deja todo hecho un desastre, y cuando va a pagar me dice que no le alcanza, y deja 2 o 3 artículos. Yo la miro y me río, pero por dentro deseo estrangularla. © Fernando Medina / Facebook
  • Qué me dicen de los clientes que se prueban un montón de ropa por más de una hora, y llegan a la caja exigiendo que se los atienda en menos de 5 minutos porque tienen prisa. © Omaira Rodriguez / Facebook
  • En España, la marca de dulces Ferrero Rocher no hace bombones en verano. Bueno, una señora mayor me dijo de todo porque no había bombones de esa marca en el súper donde yo trabajaba. Le expliqué que no era por culpa de la tienda, sino de la empresa. Dijo que jamás volvería a ese supermercado. © Patricia Cañavate Escolar / Facebook

¿Alguna vez fuiste protagonista o testigo de una interacción inusual del personal de servicio con un cliente?

Imagen de portada Camila / Facebook

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