15+ Pruebas de que cualquiera que haya ido al kínder tiene un montón de historias divertidas que contar

Historias
hace 1 año

Los niños suelen traer del kínder no solo manualidades hechas con plastilina y cartulina de colores, sino también historias muy divertidas. Cada madre tiene una docena de estas que han pasado de generación en generación. Con las siguientes anécdotas no solo queremos elevar tu estado de ánimo, sino también hacerte recordar aquella época en la que el pasto era más verde y el cielo más azul.

¿Qué historias curiosas has vivido tú o tus hijos en el jardín de niños?

  • Había vías de tren cerca de mi kínder. Conseguí convencer a toda la clase para que se escaparan del jardín de niños, subieran a un tren y se fueran “de viaje por el país”. Juntos reunimos algo de dinero y una manzana para el viaje. Nuestra aventura se vio interrumpida por una chica rellenita que fue la última en correr y se quedó atascada en la valla... Y una maestra del kínder me vio tratando de arrastrarla. Al final, todos se metieron en líos, pero el espíritu aventurero se quedó en nosotros para siempre. © Oídoporahí / Ideer
  • Recuerdo que hacíamos collages de peces de colores juntando trozos recortados de revistas. Uno de mis compañeros de clase encontró un anuncio de un brasier de mujer, recortó la prenda y la utilizó como lentes de sol para sus peces. La maestra lo regañó, pero él nunca entendió qué había hecho mal. © rkgk13 / Reddit

“Estas bolas de huellas dactilares las hicieron mis alumnos de kínder”

  • Mi hija tiene 4 años, llegué a recogerla del kínder.
    Me preguntó:
    —¿Está papá Juan en casa?
    —Sí.
    —¿Y papá Luis?
    Recuerdo las miradas de reojo de otras madres en mi dirección y no poder explicarles que papá Luis es un adolescente de unos 15 años que vive en nuestro bloque y al que los niños adoran. Siempre juega con ellos, por eso lo llaman así. © Elena Yurina / Facebook
  • A mi hijo no le gustaba andar cuando era pequeño. Tardábamos entre 20 y 25 minutos en volver andando a casa desde el kínder. Y a los cinco minutos empezaba a lloriquear pidiéndome que le llevara en brazos. Un día, nos topamos con un anciano que al parecer tenía una enfermedad en la cara: estaba mutilado. El hombre dijo: “Te llevaré conmigo”. Y tendió las manos hacia mi hijo. Debió de pensar que el niño se asustaría. Pero resultó que el que acabó asustado fue él mismo: mi hijo pequeño se metió en sus brazos y fue imposible sacarlo, se agarró y gritó: “¡Quiero que me lleves! ¡En brazos!”. Me costó hacerlo volver conmigo. © Elena Arslanova / Facebook
  • Había un niño en el kínder, hijo de padres ricos. No quería comer nada en el almuerzo, apartando su plato: “Eso no lo comemos”. “Los caprichos de los ricos”, pensaban los profesores, suspirando. Un día, cuando sus padres tardaban en recoger al niño, la maestra se lo llevó a su casa. Se hacía tarde y el chico tenía hambre. Como no esperaba tener éxito, le preguntó qué quería para cenar, y él le contestó:
    —Nada, no cocinan estas cosas.
    —Bueno, ¿qué es?
    —Huevos fritos. © Oídoporahí / Ideer

“Yo, en mi primer día en el kínder (2004)”

  • Recuerdo que en el jardín de niños nos daban comida asquerosa y nos obligaban a comérnosla toda. Si no nos la comíamos, teníamos que quedarnos delante del plato hasta muy tarde. También nos intimidaba el hecho de que nos echaran el contenido del plato por la garganta. Y llegó el día en que me harté: agarré un plato con sopa, me levanté y se la eché encima a la maestra. Luego ella me regañó mucho, pero yo era una heroína para los demás niños. Y mis padres ni siquiera me reprendieron. © Oídoporahí / Ideer
  • Era el primer día de mi hija. en el kínder. Tenía mucho miedo de que empezara a llorar. Entró en la clase y apenas pude contener las lágrimas detrás de la puerta de cristal. De repente, se dio la vuelta y dijo tranquilamente: “¿Sigues aquí? ¡Vete y no te preocupes por mí!”. Pensé que me sentiría libre, ¡pero qué va! Todo el día estuve preocupada por ella. Fui a recogerla y mi hija me dijo: "¿Qué, ya es hora de volver a casa? © Ecaterina Climentovschi / Facebook
  • En el kínder, me enamoré de un chico. Un día toda la clase fuimos al zoo acompañados por nuestros padres. Junto a este chico, me acerqué a mi madre. Íbamos de la mano y todo iba bien hasta que llegamos al zoo de contacto. Allí una de las cabras se comió la placa de papel con su nombre que llevaba fijada a la camisa. Se asustó, lloró e intentó esconderse detrás de mi madre gritando que la cabra quería comérselo. Distraje al animal dándole un trozo de papel con mi nombre y mi madre sacó al niño del corral. Aunque me decepcionó que tuviera miedo de una cabra, seguimos siendo amigos durante muchos años. © ditch_lily / Reddit
  • Vestía a mi hija de cuatro años para llevarla al jardín de niños y me dijo: “No quiero ir. Quiero dormir”. La tranquilicé diciéndole que habría siesta en el kínder. Se puso a llorar pidiéndome que la recogiera antes de la siesta. Estuvo lloriqueando todo el camino. Allí, una madre con su hijo se sentaron a nuestro lado en el vestuario. El chico acercó su mano a la de mi niña, la tocó con el dedo meñique y le dijo:
    —Mariam, eres una chica muy linda.
    Mi hija se sonrojó y sus ojos brillaron juguetones. No le dijo nada, pero al entrar en clase, me dijo en voz baja: “Mami, déjame dormir la siesta aquí”. © AtatoraMatushka / Pikabu
  • Fue en el año 82 o el 83, yo tenía entonces dos o tres años. Cuando mi madre vino a recogerme al kínder, vio que me quedé quieto mirando el acuario que teníamos en el aula. Mi madre me preguntó qué había pasado. Y le dije que me habían castigado por hablar demasiado en clase y que me habían dicho que hablara con los peces. © Nadzir Jamal / Quora
  • Teníamos triciclos en el jardín de niños. Pero solo había unos pocos, así que teníamos que estar atentos. Un día estaba sentado en el arenero cuando vi a un niño dejar su triciclo. Rápidamente salí del arenero y, todavía agarrando el juguete con el que estaba jugando antes, empecé a dar vueltas por el patio. Pero la maestra me dijo que dejara el juguete en su lugar. Para no perder el triciclo, lo tiré al arenero, pero, sin querer, acabé dándole a una niña en la cabeza. La maestra exigió que me disculpara. Me acerqué a ella con el triciclo, murmuré apresuradamente “lo siento” y quise seguir, pero la maestra me hizo bajar de mi medio de transporte y mostrar algo de sinceridad. Gruñendo de fastidio, corrí hacia la chica, me disculpé, volví corriendo... Pero ya era demasiado tarde. Otro niño se apoderó de “mi” triciclo. Me pasé el resto del paseo enfadado con la “maestra malvada”. © Michael Noell / Quora

“Ayer estaba cenando en casa de mis padres y vi que habían sacado el Santa Claus que hice en el kínder cuando tenía 6 años. Fue muy lindo que mis padres lo volvieran a sacar 40 años después”

  • Recuerdo que nuestra maestra salía de la sala cuando teníamos que dormir la siesta y todos empezábamos a charlar. Cuando volvía a entrar, nos poníamos a roncar muy fuerte. En aquel entonces nos creíamos muy listos, y la maestra nos seguía el juego, diciendo: “Ah, creo que están durmiendo”. Y se iba. Resultó que anotaba los nombres de los que roncaban y escribía notas a nuestros padres. © Unknown author / Reddit
  • Ayer fui a recoger a mi nieto justo después de que la peluquera me hubiera cortado mucho el cabello. Cuando entré y lo llamé, al principio se alegró de verme y vino corriendo, pero luego paró en seco. Me miró con recelo, me tendió la mano sin ganas y se dirigió lentamente a los vestuarios. Tratando de espabilarlo y esperando que me hiciera un cumplido sobre mi nuevo peinado, le pregunté: “¿No me has reconocido al principio?”. Mi nieto soltó un gran suspiro, me recorrió con la mirada una vez más y me dijo con firmeza: “No, no te había reconocido, ¡la última vez llevabas otros zapatos!”. © XXLitov / Pikabu

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