20 Veces en que los adultos se olvidaron de los niños al mejor estilo de “Mi pobre angelito”

Historias
hace 1 año

Con las prisas y el estrés, no es de extrañar que a veces los adultos perdamos un poquito la cabeza. Eso, sumado a la poca capacidad que tienen algunos niños de estar quietos, puede acabar en extravíos y confusiones. Hoy vamos a conocer algunas historias protagonizadas por padres e hijos; aunque tuvieron un final feliz, el pánico reinó por unos momentos. Nunca quedará claro si quienes se pierden son los hijos o los padres, pero no hay dudas de que el reencuentro siempre es una gran satisfacción.

¿En qué situación de este tipo te has visto envuelta/o?

  • Un día, llegué al jardín de mi hija muy sobre la hora. También tenía que ir a recoger a su hermana, así que apurada, tomé a la niña de la mano y empecé a caminar hacia el auto. Ya me había alejado unos metros cuando me paró otra mamá y me dijo: “Esa no es tu nena”. Volteé a ver y tenía razón. Mi hija seguía en la puerta esperándome. En mi defensa he de decir que con el uniforme y el cubrebocas eran muy parecidas. © VF MBelen / Facebook
  • Mi primo llegó a su trabajo y envió a uno de sus trabajadores a buscar la caja de herramientas al auto. Al abrir la cajuela, el empleado se encontró a un niño acostado. El niño le dijo que cerrara la cajuela, porque estaba jugando a las escondidas y no quería ser descubierto. Cuando mi primo se enteró, le dio miedo que pudieran acusarlo de secuestro, así que rápidamente llevó al niño de vuelta a su casa. Su mamá ni se enteró. © Naru Vamn / Facebook
  • Cuando vamos a subir al coche, tengo por costumbre decirle a mi hijo: “Espera que aún no me subo”. Cuando él tenía unos 10 u 11 años, su tía y yo lo dejamos accidentalmente y nos fuimos a casa de una amiga. Él llevaba una caja que le íbamos a entregar a esta señora. Subió la caja en uno de los asientos traseros del carro y cerró la puerta, nosotras pensamos que ya se había subido y nos fuimos, pero él estaba dando la vuelta para subir por la otra puerta. Cuando llegamos le dijimos: “¿Qué esperas para bajar?”, y ahí nos dimos cuenta de que no estaba. Llegó solo, corriendo detrás de nosotras. © Sosa Liliana / Facebook
  • Yo estaba participando en una maratón. Al finalizar, una persona se acercó a abrazarme mientras decía: “Felicidades por este ansiado logro”. Me dio un refresco y me dijo que mi mamá lo había enviado a recogerme. Así que nos subimos a un taxi y nos fuimos. Vaya sorpresa, al llegar a la casa, estaba toda una familia reunida y lista para darme la bienvenida. Cuando llegamos, uno de ellos le dijo al hombre: “Papá, este no es tu nieto”, lo decía por mí. Todos se rieron y me fui. Tuve que regresarme a casa solo. ¿Qué cosas, no? © Alin Javier / Facebook
  • En una feria, mi padre abrazó a una niña de 10 años pensando que era yo. Cuando la niña reaccionó, a la vez que mi padre, se quedaron como estatuas sin saber qué hacer. Ya a lo último mi padre le pidió disculpas, estaba muy avergonzado. Yo, viendo la situación desde afuera, me moría de la risa© Edith Bonaga / Facebook
  • Mi esposo llamó un taxi para llevar a dos de nuestros tres hijos a una fiesta. Iban mi esposo y los tres niños. El más pequeño se durmió en el camino. Cuando llegaron, mi esposo bajó a dejar en la fiesta a los dos mayores y le dijo al chofer que lo esperara para llevarlo de regreso. El chofer no lo escuchó y se fue con el pequeño dormido en el asiento de atrás. Afortunadamente, unos kilómetros más adelante se dio cuenta y regresó a devolverlo. Yo me enteré de esta historia varios años después, mi esposo guardó muy bien el secreto© Gaby Alva / Facebook
  • Tengo tres hijos, uno de ellos es muy tranquilo. Una noche fuimos a buscar a unos primos que vendrían a pasar la noche con ellos. Todos se montaron en la parte de atrás del coche jugando y gritando. Yo arranqué y fui primero a hacer algunas compras. En ese momento, me llamó mi suegra preguntándome si había olvidado algo. Yo le aseguré que no, y ella me dijo: “¿No te falta un hijo?”. Les pregunté a mi esposo y a los niños, pero entre tanta emoción por la velada que se aproximaba, nadie se había dado cuenta de que faltaba uno. Siempre que me acuerdo, me da penita. Desde ese entonces, al salir o al regresar, hago conteo de niños y no ha vuelto a suceder. © Mariam Tirsa Barroso Toribio / Facebook
  • Cuando tuve a mi primer hijo, fue por cesárea. Solo me dejaron verlo unos segundos porque se lo llevaron a cuidados intensivos. No fue hasta el día siguiente cuando me dieron permiso para ir a los cuneros a verlo. Me fui derechito a la cuna del bebé más pequeñito, pensé que era ese, pero mi esposo, que iba delante, me dijo: “Ese no es”. Me llevó con el que sí era, y era bien grandote el chamaco. © Maleshh Ve / Facebook
  • Hace unos años, una maestra rural tuvo un problema de salud y no pudo acudir a clase. En su lugar, mandó a una suplente y le explicó que en el camino encontraría a dos niños que debía recoger y llevar con ella a clase. Así fue, cuando encontró a los niños, les dijo: “Suban, yo voy a reemplazar a su seño”. Al llegar, los demás niños pensaron que eran alumnos nuevos. Cuando llegó la hora de darse el “hasta mañana”, los dos niños le dijeron a la maestra: “Seño, nosotros mañana vamos a ir a nuestra escuela”. Resultó que a ellos dos también los recogía una maestra para llevarlos a la escuela, pero a otra; en toda la mañana, ninguno se había animado a decir nada. © Maria Arevalo / Facebook
  • Cuando tenía 6 años, me perdí en una tienda de ropa. Como sabía que mi mamá me iba a regañar, me fui al área de atención al cliente. Mis papás se fueron de la tienda y ni cuenta se dieron de que yo no estaba. Cerraron la tienda y yo me fui con una familia que me compró la cena y un helado. De repente vi a mi mamá llegando hecha una fiera. Me regañó tan fuerte que le dije que no quería volver a casa con ella. Al día de hoy, sigo arrepentida de haber vuelto, es broma. © Deisy Luna / Facebook
  • Un día, la vecina de mi amiga le encargó como favor que recogiera su hijo de la escuela. Ella aceptó, pero llegada la hora, como de costumbre, fue y recogió a los de ella. Nos vimos y nos pusimos a comer. Como dos horas después, se acordó del hijo de su vecina y salió corriendo. Gritaba: “¡El niño! ¡El niño!”, y yo no podía parar de reírme, porque lo único que decía era: “¡El niño! ¡El niño!”, una y otra vez. © Gonzalez Elvia / Facebook
  • Cuando tenía unos 5 años, fui con mis papás a una boda. Los novios también tenían una niña de mi edad y los invitados me confundieron con ella. Me llevaban y traían de arriba para abajo, hasta me llevaron a partir el pastel con los novios. No sé si por la emoción o qué, pero ni ellos se percataron de que yo no era su hija hasta que mis papás me llamaron. Que conste que todo el tiempo yo le decía a la gente que los novios no eran mis papás, pero nadie me hacía caso. Eso sí, disfruté mucho de la atención de todos y del gran trozo de pastel que me tocó. © Vicky Corona / Facebook
  • En una feria, mi sobrina y su esposo se distrajeron un momento y ya no vieron a su hijo de 3 años. El esposo fue el que dijo: “¿Y el niño? ¿Dónde está?”. Inmediatamente, asustados, empezaron a buscarlo entre la gente, cuando de repente el niño gritó: “¡Estoy aquí!”. Lo traía su papá cargado en la espalda. © Griselda Guzman Aguilar / Facebook
  • Estaba en una plaza comercial. Había muchísima gente y yo estaba viendo unas cosas en un kiosco. Entonces, sin pensarlo, un niño de unos 4 o 5 años me tomó de la mano. Ese día yo no iba con mi hija, pero de la costumbre, en ningún momento se me ocurrió que esa manita no era la de ella. Así que lo llevé conmigo por el kiosco. Cuando escuchó que su mamá lo llamaba por su nombre, me soltó la mano. Yo, pensando “¿a dónde va mi hija?”, volteé y vi al niño entre asustado y nervioso porque me había confundido con su mamá. La señora me vio y se dio cuenta de que nada había sido intencional. Intercambiamos sonrisas y luego le expliqué que además de ir distraída, tenía una hija de 7 años. Cuando su niño me tomó la mano, lo hizo con tanta naturalidad y confianza que ni me extrañó. Casualmente, las dos llevábamos chamarras largas de color rosa pastel y teníamos el cabello oscuro. © Adriana McNutt / Facebook
  • Mi hija y su exesposo siempre se decían al bajar del carro: “¡El niño! ¿Lo bajas tú o lo bajo yo?”. Una vez se bajaron los dos sin preguntarse nada. Mi nieto, aún desde su asiento, gritó: “¡El niño!¡El niño!”. © Margarita Villegas / Facebook
Imagen de portada Deisy Luna / Facebook

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