20+ Lectores de Genial contaron cómo lograron renunciar a un mal empleo y salir ganando

Historias
hace 1 año

La mayoría de nosotros pasa más tiempo en el trabajo que en casa, por eso, es normal que tratemos tener una buena relación con nuestros compañeros y jefes. Sin embargo, no todos tienen un empleador que sea un ejemplo de profesionalismo. Esto hace que el trabajo sea aún más pesado y el empleado termina desmotivado. En esos casos, la solución es tener el coraje de buscar algo mejor para ganar calidad en la vida.

En Genial.guru amamos traerte historias de superación. Por eso, seleccionamos relatos contados por nuestros lectores que tuvieron que convivir con jefes insoportables, pero que, al final, les dieron a probar de su propia medicina.

  • Siempre tuve el don de hacer cuentas en mi cabeza, pero de tanta presión que me metía el jefe, no lograba hacerlas ni con la calculadora. En ese empleo me quedé solamente tres días, no aguanté y renuncié. Una muchacha que era amiga de mi familia, y conocida de mi exjefe, le comentó que estaba perdiendo a una buena empleada. Él me pidió que volviera, pero no acepté y fue lo mejor que hice. Me iba a enfermar en ese lugar porque no logro hacer nada si me presionan. ©Rita Di Cácia/Facebook
  • Cuando mi hijo se enfermó, avisé a RR. HH. de la empresa que iba a llevarlo al médico; hasta ahí todo bien. Estuve ausente por cinco días y en ese tiempo recibía mensajes de mi encargado, diciendo: “¿Tu hijo está mejor? ¡No olvides el justificativo!”. Cuando mi pequeño recibió el alta, volví al trabajo y entregue el justificativo. De todas maneras, me contaron cuatro días de ausencia, alegando que un padre solo tiene derecho a llevar a su hijo al médico una vez al año. Perdí algunos beneficios por culpa de eso, incluso la paga quincenal. Me fui de allí y ahora únicamente me quedo en un empleo si el jefe es una persona de carácter y sensible con los problemas personales de los empleados. ©Anderson Adriana Moura Santos/Facebook
  • Trabajé media jornada en una empresa hasta que descubrí que el almuerzo de los empleados era de un bar sucio y poco frecuentado de los alrededores. Renuncié al puesto cuando vi el estado del “restaurante” y me fui sin siquiera avisar. ©Andreia Bandeira/Facebook
  • Mi primer empleo fue en una inmobiliaria pequeña y familiar. Mi jefe estaba muy estresado y amaba hacer escándalo. Hasta que un día, él decidió gritarme. Yo le grité de vuelta, fue liberador. Nunca más le gritó a nadie y yo continué trabajando allí por cinco años. Hice que mi jefe aprendiera a respetarme a mí y a los otros empleados. ©Flávia da Vitória/Facebook
  • Me formé como auxiliar de enfermería y comencé a trabajar en un hospital. Siempre me dediqué al trabajo, siendo un profesional activo y productivo. Un bello día, tuve que acompañar a mi esposa al médico porque le iban a hacer una cirugía. El jefe de enfermeros me dijo que era un irresponsable, le respondí que estaba equivocado y que era tan responsable que no iba a dejar de cuidar de mi familia cuando fuera necesario. Presenté la renuncia en ese mismo momento y una semana después ya estaba trabajando en otra empresa, ganado todavía mejor. ©André Marques/Facebook
  • Trabajé en un hotel, donde era recepcionista y cajera, pero había mucha acumulación de trabajo. Lavaba los platos, barría el restaurante, fui hasta gerente por una semana. Un día, necesité salir temprano, el patrón me dejó y me fui. Después de 30 minutos, me mandó un mensaje diciendo que estaba despedida porque había salido sin avisar. En fin, me dejó salir y después me despidió por mensaje. Me fui de allí y hoy estoy esperando la indemnización para abrir mi propio negocio. ©Kaliny Barros/Facebook
  • Cierta vez, trabajé de conserje en una empresa, era la primera vez que trabajaba de noche porque lo necesitaba mucho. Una noche, cuando ya estaba finalizando mi turno, me quedé dormido. Desperté con el conserje de día parado frente a mí, mirándome sin decir nada. Enseguida, recibí una llamada solicitándome que cambiara de puesto y de horario, pero yo necesitaba el puesto nocturno, entonces no pude hacer otra cosa que renunciar. Descubrí que el antiguo conserje me había denunciado porque tenía miedo de que tomase su lugar. Él fue despedido posteriormente y yo conseguí aprobar en un concurso público. ©André Marques/Facebook
  • En una casa en la que trabajé como empleada doméstica, la patrona quería que lavara la ropa a mano, pero yo no fui contratada para eso. Ella tenía una lavandera que iba una vez por semana, pero la despidió porque no podía pagarle más. Llegué a hacer eso una vez porque la patrona estaba enferma, pero ella quería que continuara y no me daba ni un centavo más por ello. Entonces, me dije que esa vida difícil sería algo temporario, pues mis planes eran otros. Trabajé mucho, pagué un curso preparatorio, aprobé el ingreso a la facultad en el primer intento y hoy tengo tres títulos y una maestría. Soy profesora universitaria, de verdad, ¡la educación me salvó! ©Simone Oliweira/Facebook
  • Trabajé en una lavandería y allí vi muchas cosas malas: el gerente que maltrataba a los empleados y otras mil cosas más. Entonces, comencé a grabar todo lo que veía, y en ese tiempo, el gerente empezó a despedir a la gente sin pagarle nada. Cuando llegó mi turno para que me echaran, le pregunté si me pagaría la indemnización y en mi cara me dijo que no. Me fui de la empresa, me senté en un bar que quedaba en frente y lo llamé. Le dije que si no me pagaba, llamaría a la prensa y le mostraría todas las cosas que había grabado allí dentro. Rápidamente, me citó para conversar y me sugirió pagarme en cuotas. Ahora estoy en casa descansando y recibiendo mi dinero. ©Aline Linda/Facebook
  • Era recepcionista y telefonista en una pequeña empresa. Una vez, el dueño me pidió que hiciera una llamada, pero no contestaban. Me habló por el interfono, preguntando por la llamada, y le expliqué que todavía no la había conseguido, pero que estaba intentando. Él fue muy grosero conmigo, entonces me levanté, tomé mi bolso, pasé por RR. HH. y dije: “¡Me voy!”. Y me fui. Cuando volví para cobrar mi dinero, me ofrecieron un cargo de auxiliar administrativa, pero ¡lo rechacé! ©Hebe Maria Lima/Facebook
  • Trabajé en la calle bajo el sol y la lluvia como aparcador de coches. Era un trabajo registrado, pero recibía un salario muy bajo. Un día, un conductor se enojó conmigo cuando le pedí que pagara el estacionamiento y la empresa no hizo nada para defenderme. Renuncié; una semana después, estaba en otra empresa ganando más y con una carga horaria mucho mejor. ©André Marques/Facebook
  • Daba clases de mantenimiento de computadoras en un curso profesional y siempre llegaba temprano porque iba en auto con un amigo. Cierto día, perdí el aventón y llegué por primera vez retrasado. El dueño de la empresa me llamó la atención en frente de las personas que estaban allí, donde daba las clases. Me quedé decepcionado y le comenté a un colega que me iba a ir. Al día siguiente, el jefe trató de convencerme de que me quedara y me pidió disculpas. Lo disculpé, pero le dije que ese iba a ser mi último día de trabajo. Un año después, la escuela cerró. ©Vitor Hugo/Facebook
  • Tuve un jefe que cada vez que se enojaba golpeaba la mesa, tiraba objetos al piso y a las paredes. Un día, mi paciencia se acabó. En el momento que él golpeó la mesa y comenzó a gritar, me levanté, golpeé mi mesa también y dije que no me pagaban para soportar toda esa grosería. Tomé mi bolso y me fui; al día siguiente, él estaba más calmado, y nunca más hizo lo mismo. Trabajamos juntos por más de seis años. ©Lilia Mary/Facebook
  • Trabajaba en una empresa que fabricaba semijoyas, y un día me dieron cuero para cortar con un alicate. Pasé el día entero cortando y al final de la tarde mi mano estaba llena de callos. Pensé en quedarme en casa al día siguiente, pues tenía justificativo, pero fui a trabajar y me di cuenta de que podía hacer otro trabajo ese día. Llegando allí, la dueña me dio más cuero para cortar, le mostré mis manos y le pedí hacer otra cosa. Ella me dijo que no podía estar eligiendo el trabajo y, después de unos días, me despidió. Conseguí otro empleo en el sector administrativo, mucho mejor que el anterior y con más paga. ©Susy Sazana/Facebook
  • Trabajé en un restaurante donde los patrones eran extremadamente mezquinos, los empleados no podían comer ni lo que sobraba. Yo servía las mesas, pero un día me pidieron que limpiara la despensa, que estaba muy sucia. Estaba limpiando cuando la dueña llegó diciendo que yo había difundido un chisme sobre ella, cuando, en realidad, no sabía nada del asunto. Discutimos, dejé lo que estaba haciendo, me cambié de ropa y le dije que me iba. Encima, la obligaron a pagarme indemnización. ©Juliana Ribeiro/Facebook
  • En el hospital en el que trabajé, hacía mi turno y cubría las ausencias de mis colegas, inclusive los fines de semana, pero, de todas maneras, todos reclamaban y faltaban a propósito. Fui a quejarme con mi jefe y él dijo que yo tenía que cambiar. En ese tiempo, me llamaron de otro empleo donde pagaban mucho mejor. Me fui de la entrevista resuelta a presentar la renuncia y lo hice. Me preguntaron quién iba a cubrir los turnos y yo dije feliz: “Eso no es más mi problema”. Fue excelente haber renunciado a ese lugar. ©Heliana Marcia Cabral Tavares de Lima/Facebook
  • Yo vendía esos almuerzos baratos y rápidos en una pequeña tienda, tipo “promoción de sándwich con refresco”. Estaba cerca de una estación y, cuando un tren llegaba, era un alboroto con tanta gente para atender al mismo tiempo. Una vez, llegó el supervisor, era de esos que hacen sus rondas por todas las tiendas, me enojé por su mala actitud y discutimos. Terminé yéndome de allí, justo a la hora pico. Conclusión: al día siguiente, el dueño dijo que daría cualquier cosa por verme salir de allí a la hora de mayor trabajo, pero que tenía que despedirme. Un tiempo después, me enteré de que el supervisor había sido despedido por justa causa. ©Nina/Facebook
  • Me enfermé de paperas tardías, fueron trece días de un lado y más de diez del otro, ¡y tuve que ir al trabajo con todo el rostro hinchado para que creyeran que era verdad! Mi sorpresa fue cuando volví y mis vacaciones, que estaban agendadas, habían sido canceladas. Además, yo iba a usar el dinero extra como entrada para un departamento y no pude hacerlo. Esa época fue bastante complicada y me sentí muy decepcionada. Me fui de allí años después a un trabajo mejor, donde gano dos veces más. ©Janaina Fernandes Alvarez/Facebook
  • Trabajé como supervisor de tienda y, a fin de año, el encargado me llamó para qué firmara una advertencia por no haber hecho el trabajo que le correspondía a otra persona. No firmé el documento porque no tenía por qué asumir la culpa de otro empleado. Fui a RR. HH. ese mismo día y renuncié, pues no era la primera vez que el encargado quería cargarme las responsabilidades de los demás. Me fui de allí y, desde entonces, soy mucho más feliz en mi nuevo empleo. ©Will Reis/Facebook
  • Trabajé en una empresa donde mi compañera de sector no me hablaba y tenía que hacer todo sola. Era un almacén de diversas piezas y a diario tenía que contabilizar todo y atender otros sectores, mientras que mi bonita compañera se iba y me dejaba sola haciendo mi trabajo y el suyo. Me estaba enfermando en ese sitio, estaba sobrecargada. Nunca había faltado y siempre me tenía que quedar fuera de horario mientras ella nunca podía quedarse para ayudar. El fin de todo fue cuando esa mujer presentó un justificativo por enfermedad y yo, una vez más, trabajé sola. El pago encima llegó con un descuento absurdo, que hasta hoy no sé de qué se trataba. En ese tiempo yo estaba buscando otro empleo y conseguí uno mucho mejor que este. Pedí las cuentas sin siquiera dar una explicación. ©Angelady Olli/Facebook
  • Trabajaba en una empresa en donde, al final del día, teníamos que descargar las herramientas de los móviles. Un día, yo tenía fiebre y mucho dolor de cabeza, entonces informé que me sentía mal y que no estaba en condiciones de ayudar en la descarga. El gerente me dijo que las herramientas eran mi responsabilidad, que costaban un total de 5 mil dólares. Me di la vuelta y me fui al hospital, donde me atendieron y me dieron tres días de reposo. Cuando volví al trabajo, recibí un preaviso de despido y festejé saltando: “¡Recibí mi libertad!”. Al final del aviso, ellos cancelaron el despido y me pidieron que me quedara. Me quedé por un tiempo más y después renuncié. Hoy soy autónomo, pero sé que las puertas de ese empleo siempre estarán abiertas para mí, pues no tiene sentido guardar rencor. ©Guínete Rocha/Facebook
  • Una vez, fui a una entrevista para una tienda departamental famosa y el gerente me dijo que la vacante era para RR. HH. y que yo era candidata al puesto. Como estaba desempleada, acepté. El primer día, me pusieron a atender la caja y pensé: “Ok, debe ser para cubrir a alguien que faltó”. Cuando, al segundo día, me pusieron en el mismo lugar, pregunté sobre la vacante prometida. Me informaron que tenía que estar por lo menos seis meses en otros puestos de la tienda solo para postularme a RR. HH. Presenté la renuncia en ese mismo momento y conseguí un empleo de gerente en la tienda de al lado. ©Thaísa Linara/Facebook

¿Te gustó leer cómo los protagonistas de estas historias consiguieron salir victoriosos de esos trabajos? ¿Has vivido o conoces a alguien que haya tenido una experiencia similar?

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