La vez en que me invitaron a una fiesta y terminé vendiendo tuppers por catálogo

Historias
hace 1 año

Dentro de casi todas las oficinas hay alguien que siempre busca tener un ingreso extra. Para lograrlo, algunas personas venden dulces o postres, y muchos son aún más profesionales y se deciden por comercializar algunas cosas por catálogo. No cabe duda de que un dinerito extra no le cae mal a nadie.

En Genial.guru hicimos una breve historia de cómo fue que Lupita y su amiga, Ana Sofi, cayeron en las garras de los vendedores por catálogo.

¡Hola, hola, amigos! Ya estoy de vuelta con ustedes, totalmente lista para la acción. Hoy los vengo a aconsejar y a brindarles mi humilde y amplio conocimiento en el mundo de pasar vergüenzas.

Fíjense, pudiera parecer como que una siempre anda buscando la manera de hacer el ridículo de forma diferente, pero en realidad, hay veces en las que las cosas simplemente te pasan porque al destino le encanta ponerte en situaciones difíciles cada dos segundos.

Déjenme comenzar preguntándoles algo: ¿alguna vez han ido a algún lugar pensando que iban a divertirse y terminaron saliendo de ahí con todo, menos con la diversión que esperaban? ¿No? Bueno, pues de eso va a tratar esta superaventura.

Un día, estábamos mi siempre confiable comadre y yo platicando acerca de los misterios de la vida durante nuestro bien merecido descanso de la trabajación cuando, de repente, una amiga, que ni era tan amiga en realidad, se acercó a nosotras para invitarnos a una reunión que haría en su casa. Nos dijo que éramos bienvenidas y que podíamos llevar a quien nosotras quisiéramos sin problema alguno.

La verdad es que nos pareció algo raro, ya que sí nos hablábamos, pero tampoco éramos las grandes amigas de toda la vida. A pesar de que nuestro instinto arácnido nos alertó de algo extraño en aquella invitación, decidimos decirle que sí iríamos a su reunión.

Como ahora éramos dos amigas que tenían una invitación a una fantabulosa fiesta a mitad de semana, nos sentíamos como las chicas populares de la preparatoria, solo que ya no íbamos en la preparatoria ni tampoco éramos populares de verdad. Aun así, fue divertido fantasear por un momento.

Al salir de la oficina, mi amiga y yo nos fuimos a arreglar a mi casa, porque, aunque iban a estar las mismas personas del trabajo, una nunca sabe cuándo se le puede cruzar algún guapetón por el camino, por lo que era mejor ir bien guapas y entaconadas.

Cuando estábamos listas, pedimos un taxi y nos fuimos rumbo a la famosa fiesta. Al llegar a nuestro destino, nos pareció extraño que la casa, donde se suponía que sería la fiesta, parecía no tener música ni nada que indicara que ahí estaba ocurriendo algo superdivertido, pero como éramos dos novatas en eso de las fiestas, no íbamos a estar juzgando, ¿verdad?

Tocamos la puerta y nos abrió nuestra nueva mejor amiga, la anfitriona. En ese instante, a mi comadre y a mí nos cambió la cara por completo, porque nosotras íbamos muy guapas, vestidas como para una fiesta, y esta señora estaba vestida como si fuéramos a ir a un día de campo con la familia. Pero cada quien... no juzgues o serás juzgado, dicen por ahí.

Nos invitó a pasar a su humilde morada y, al entrar, nos llevó a un espacio en donde se suponía que debería haber una sala, pero en lugar de eso había un montón de sillas viendo hacia una enorme pantalla de proyección, y a los lados había mesas con botanas y refresco.

Al parecer, esa era toda la fiesta, y pues sí, fuimos las primeras en llegar. Conforme fueron pasando los minutos, comenzó a llegar más gente, pero todos iban vestidos de forma muy casual, y eso solo logró que nosotras pareciéramos las locas del lugar.

Llegó un momento en el que nos sentimos tan incómodas que ya estábamos por huir de aquel lugar tan extraño, cuando de repente la anfitriona se paró enfrente de todos y comenzó a hablar.

—¡Buenas tardes! Gracias a todos por tomarse el tiempo de venir y regalarme un cachito de su día para platicarles de esta nueva aventura que estoy empezando y de la cual me encantaría pudieran formar parte.

En ese momento, nos dimos cuenta de que lo que estaba pasando en ese lugar no era más que un robo pasivo agresivo en forma de tupper.

Conforme más avanzaba la plática de la anfitriona, más nos fuimos dando cuenta de que no había escapatoria ni pretexto que pudiera salvarnos de unirnos al clan de los vendedores por catálogo. Y luego que la comadre y yo somos malas, en verdad malas, para actuar bajo presión, así que ya se imaginarán cómo terminó el asunto.

Así es, justo como lo sospechan, salimos de esa casa con un gran kit de tuppers y un hermoso catálogo para poder promocionar todos los productos nuevos que fueran saliendo con todas nuestras amistades.

No sé ni qué decirles, amigos, caí en el viejo truco de “Te invito a una reunión en mi casa, aunque sea la primera vez que te hablo en 10 años, solo para venderte algo”. Ni modo, a veces se gana y a veces se pierde, y en esta ocasión, a mi comadre y a mí nos tocó perder.

Y bueno, ya para terminar y no dejarlos con un mal sabor de boca, hablemos de otro tema nada relacionado con lo que les acabo de contar. ¿No quieren venir a una reunión que estamos organizando mi comadre y yo, el jueves que entra, en mi casa? Están todos invitados. Pueden traer a sus amigos, familiares, vecinos y hasta a la comadre. Entre más vengan, mejor. ¡Los esperamos!

¿Cuál fue la fiesta a la que fuiste y no fue para nada como esperabas?

Imagen de portada akfotos / depositphotos

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