La vez que fingí hablar otro idioma para no pasar un ridículo

Historias
hace 1 año

Hablar otro idioma ayuda a la gente a comunicarse con personas de distintas partes del mundo. Eso hace que muchos puedan entablar conversaciones con alguien más en otros países, ya sea para hacer negocios, estudiar algo nuevo o simplemente conversar. Aunque es importante decir que no a todos les resulta tan sencillo aprender nuevas lenguas o entenderlas.

En Genial.guru escribimos una historia en la que Huskina, la protagonista, hará hasta lo imposible con tal de evitar pasar una vergüenza por no entender un idioma.

¡Hola, crayola! Ya llegué a contarles algo para alegrarles el día con mis bellas anécdotas. Les voy a platicar de la vez que pasé una gran vergüenza por andar jugándole al internacionaloide. En ese momento no sabía ni qué hacer de la pena, pero ahora me siento emocionalmente preparada para que todos nos podamos reír un rato de mis ridiculeces.

Pues bueno, como soy alguien a quien le gusta hacer de manera recurrente el acto de la vacación, decidí que me iría a pasar un fin de semana a la ciudad de Las Vegas con el fin de ir a ver algunos shows y disfrutar de buenos restaurantes.

Nunca había ido a otro país, pero como acababa de tomar un curso de “inglés sin barrotes”, decidí que era un buen momento para aplicar mis amplios conocimientos en el idioma y por fin conocer el lugar en donde se dice y se comenta que imitadores de grandes estrellas de la música te pueden casar con tu alma gemela.

Ya tenía todas mis cosas listas para emprender mi grandiosa aventura en busca de diversión y una foto con la torre Eiffel que hay ahí, para que la gente creyera que había ido a Francia. Como yo ya era una experta en el idioma, no tuve ningún problema en entrar al hotel y registrarme en mi habitación. Sabía que era poco el tiempo que iba a estar ahí, así que aproveché lo más que pude para hacer todas las actividades recreativas que había visto en el Facebook.

No cabe duda de que soy toda una profesional a la hora de la vacación; me tomé muchas fotos en todos lados para presumir en el grupo de las amigas, y en cada esquina iba encontrando cosas bien suculentas para comer, así que básicamente me la pasé come y come todo el día, hasta creí que ya no me iba a dar hambre a la hora de la cena, pero contra todo pronóstico, sí me quedó un huequito.

Al final, aproveché al máximo mi tiempo en aquellas tierras lejanas, y cuando estaba lista para regresar a casa, decidí que tomaría un taxi hacia el aeropuerto para poder cargar todas las maletas que llevaba gracias a todo el “chopin” que había hecho en las tiendas bien padrísimas de por allá. Para mi buena suerte, fuera del hotel había taxis esperando clientes, así que me subí en el primero que me encontré.

Una vez que ya estaba arriba y el señorito del taxi subió todas las maletas al auto, le dije que iba al aeropuerto, y simplemente respondió que sí con la cabeza. Mientras veía pasar las calles hermosas de aquel lugar por la ventana, como si estuviera en una película, escuché que el señorito me preguntó algo:

—¿Pherny buloratin teslipontiar guanabin?

Por un momento me quedé pasmada, porque no le entendía absolutamente nada, y hasta me hizo dudar de mi curso avanzado de inglés sin barrotes. Como mi amigo, el señorito taxista, vio que de plano no le había entendido nada de nada, me repitió la pregunta:

—¿Pherny buloratin teslipontiar guanabin?

Y, por supuesto, mis oídos perfectamente entrenados después de un fin de semana hablando puro inglés, no pudieron identificar qué rayos me quería comunicar. Llegó un momento en el que pensé que por fin se rendiría, cuando, de pronto...

—¿Philarli dhaliuc nehrthfilu, español?

Cuando escuché “español”, me brillaron los ojitos, y justo cuando le iba a contestar y disculparme por mi precario inglés, me dijo:

—¡Qhu bhone onuntrersa ona oirxno también hable español!

Ahí fue cuando me di cuenta de que mi precario inglés en realidad no tuvo la culpa de la interacción humana más incómoda de toda mi vida. No podía entenderle absolutamente nada, y como vio que me emocioné cuando dijo algo de “español”, continuó tratando de hablarme en “español”, ¡pero yo seguía sin comprender absolutamente nada!

Mientras él seguía hablando y hablando, en mi cabeza yo solo podía pensar: “Se ve que este señor en verdad quiere platicar y yo no sé cómo decirle que no le entiendo nada de nada en ninguno de los múltiples idiomas que conozco, además sigue hable y hable”.

Hasta que me armé de valor para detener aquella locura y dije en un perfecto inglés, digno de una políglota experimentada como yo: “Sorri, ay onli espic wanzanian”. El señorito me miró todo extrañado, y proseguimos a vivir los 15 minutos de viaje más incómodos y silenciosos de la historia de los viajes en taxi.

Y pues sí, amigos, fui esa persona que tuvo que inventar un idioma, que ni siquiera sabía de qué país podría llegar a ser, por puritita vergüenza. ¿Qué les puedo decir? Mi yo interno entró en pánico y tomó la decisión de recurrir al engaño y a la imaginación para no lucir como una completa tonta.

Pero contra todo pronóstico, ¡se logró! Llegamos al aeropuerto y, en medio de un terrible y sumamente incómodo silencio, me ayudó a bajar las maletas sin quitarme de encima una mirada juzgona, casi como si supiera que había inventado un idioma para no platicar con él.

Finalmente le agradecí al señorito taxista con el universal y bien conocido gesto de asentir con la cabeza y, acto seguido, hui del lugar lo más rápido que me dejaron correr mis patitas de molcajete.

Al llegar al mostrador para registrar mis maletas, la señorita comenzó a hablarme en inglés y le pude entender perfectamente, fue ahí cuando mi alma descansó. Yo creí que de tanto andar paseando para allá y para acá, se me había acabado el inglés, y por eso no le había entendido al señorito taxista. Pero no se preocupen, aquí seguimos, bellas y bilingües. Ahorita ya doy gracias, porque estoy de regreso en donde le entiendo a todo mundo y ellos me entienden. Eso de jugarle al bilingüe no es lo mío, queridos.
Hasta aquí mi reporte, amiguitos. Ahí nos vemos, babai.

¿Cuál ha sido la cosa más loca que has hecho para evitar hablar con una persona?

Imagen de portada Bella y Genial / Facebook

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