Un milagro disfrazado de accidente le cambió la vida a una científica

Historias
hace 1 año

Los científicos trabajan día y noche para encontrar las soluciones a incógnitas que aún no tienen respuesta. Por ejemplo, muchos indagan sobre cómo funciona nuestro cerebro. Eso es exactamente lo que Jill Bolte Taylor estaba haciendo cuando sufrió un derrame cerebral. Afortunadamente, eso le brindó la oportunidad de explorar este fenómeno desde una perspectiva a la que nunca habría tenido acceso si no hubiera experimentado eso, y en este artículo te contaremos su historia.

Jill Bolte Taylor se convirtió en una neuroanatomista en la Universidad de Harvard gracias a su hermano. Él sufrió esquizofrenia desde que ella era una niña, lo que hizo que creciera preguntándose por qué ella podía conectar sus sueños con su realidad y por qué el cerebro de su hermano era incapaz de hacer lo mismo y, en su lugar, los convertía en alucinaciones. ¿Qué es lo que le hace la esquizofrenia a la mente para llevar a las personas a desconectarse así de una realidad común?

Fue por eso por lo que Jill decidió dedicar su vida a estudiar enfermedades mentales y participar en voluntariados para contribuir con fundaciones de ayuda a personas con estas enfermedades y trastornos. Después de todo, vivir con un padecimiento cerebral no significa el fin del mundo. Por ejemplo, existen muchas personas que han logrado triunfar en la vida a pesar de su condición.

A sus 37 años, su vida, dijo Taylor, estaba llena de significado gracias a su investigación y su labor comunitaria. En esa época se estaba estudiando los hemisferios del cerebro y mapeando sus circuitos para descubrir el mecanismo de comunicación mediante el cual estos se conectaban.

Coincidentemente, la mañana del 10 de diciembre de 1996, la científica descubrió “que tenía un desorden cerebral yo misma”. Ese día, despertó con un fuerte dolor palpitante en la parte trasera de su ojo izquierdo.

Sin darle demasiada importancia, ella continuó con su rutina diaria. Comenzó a hacer ejercicio, pero tuvo que parar poco tiempo después, puesto que notó que el dolor se estaba haciendo más fuerte y que su conciencia se estaba desconectando de su mente. Sus manos se sentían como garras primitivas y su cuerpo parecía estar disolviéndose en el entorno, como si su “alma” estuviera saliendo de él.

En cuanto a la composición del cerebro, Taylor explicó que los hemisferios son dos mundos distintos y que tienen su propia función específica. Por ejemplo, la parte derecha registra los estímulos sensoriales dados en el presente, pero se limita únicamente a eso, al procesamiento de la información sensorial.

La parte izquierda, en cambio, es la que se encarga de ordenar las experiencias en una línea de tiempo, lo que nos da un sentido de pasado, presente y futuro. Esto nos ancla en nuestra propia realidad y nos indica que somos seres separados del ambiente en el que estamos.

Teniendo esto en cuenta, en el momento en que Jill notó que estaba teniendo un derrame cerebral, sintió cómo su hemisferio izquierdo se estaba desconectando lentamente, dejándola cada vez más incapacitada. Con el paso de los minutos, iba perdiendo habilidades como ser capaz de identificar su propio cuerpo del resto del entorno, de caminar, de leer y hasta de hablar.

En resumen, fue un verdadero milagro que pudiera llamar a su trabajo para pedir ayuda.

“10 de diciembre de 1996.
Mi hemorragia”.

Al derrame le tomó muy poco tiempo llevarse toda la vida, los recuerdos y las habilidades motrices y cognitivas de Jill. “Un vaso sanguíneo estalló en la mitad izquierda de mi cerebro y, en el transcurso de cuatro horas, vi cómo este se deterioraba por completo y perdía su capacidad para procesar información”, recordó la científica. “En la mañana de la hemorragia, no podía caminar, hablar, leer, escribir o recordar nada de mi vida. Esencialmente, me convertí en un bebé en el cuerpo de una mujer”, finalizó.

Dos semanas y media después del accidente, Taylor salió del quirófano, donde le removieron un coágulo de sangre del tamaño de una pelota de golf que estaba presionando su centro del lenguaje. La recuperación no fue tan rápida. De hecho, volver a la normalidad le tomó ocho largos años, a pesar de que los doctores afirmen que la mayor parte de la recuperación se da en un máximo de seis meses.

Por suerte, Taylor nunca se rindió y luchó por recuperar su vida. De la misma manera, en el mundo existen muchas personas tan inspiradoras perseverantes como ella.

Tras la operación, Jill sintió como si fuera una entidad incorpórea gigante. “No hay manera de que logre meter la inmensidad de mi ser en este pequeñísimo cuerpo. Pero luego me di cuenta: aún estoy viva y he logrado encontrar el nirvana (un estado trascendente en el que no hay sufrimiento, deseo o sentido del ’yo’). Eso significa que si yo pude encontrar este estado estando viva, entonces todos podemos, y pensé: ’Qué gran regalo sería vivir así y qué tremendo conocimiento sería saber cómo podríamos vivir nuestras vidas’, y eso me motivó a recuperarme”, comentó la científica.

Por ello, contrario a lo que dijeron los doctores, Taylor continuó su recuperación por casi una década, y comentó que si pudiera volver el tiempo, no cambiaría nada en absoluto. De hecho, ella agradece lo que le pasó, porque después de ello, pudo apreciar su vida de una forma más optimista, tanto así que su derrame la hizo descubrir el significado de la existencia.

Taylor comentó que el accidente la dejó con un renovado sentido de paz, que ahora es una mujer menos agresiva y más relajada. Sin mencionar que eso no obstaculizó que después de tanto tiempo, pudiera retomar su carrera profesional, tal como esta joven, quien también logró recuperar su vida.

Aun después de su accidente, Jill Taylor pudo publicar dos libros sobre su experiencia como sobreviviente de un derrame cerebral. Además, es profesora en la Escuela de Medicina de la Universidad de Indiana, ha impartido charlas en TED Talks, ha sido entrevistada por Oprah Winfrey en el programa Soul Series Webcast, tiene un contrato para hacer una película e incluso se encuentra trabajando en un dispositivo de rehabilitación neurológica que incorpora realidad virtual y “gamificación”.

Imagen de portada TEDArchive / YouTube

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