16 Relatos son la prueba clara de que a ciertas personas es mejor tenerlas lejos

Pareja
hace 1 año

Algunas personas tienen la suerte de conocer a sus amigos durante la infancia o la adolescencia e, independientemente de los obstáculos que se presenten, logran mantener el compañerismo y la lealtad para toda la vida. Otras, sin embargo, en algún momento pasaron por grandes decepciones y descubrieron, en la práctica, que el dicho popular “mejor solo que mal acompañado” tiene verdadero sentido.

En Genial.guru, apreciamos el valor de las amistades duraderas, pero también sabemos que las relaciones necesitan ser saludables y equilibradas. Por eso, fuimos detrás de algunos relatos de nuestros seguidores, quienes se dieron cuenta a tiempo de que sus “amigos” estaban pasando por encima de ellos.

  • Perdí a mi padre un mes antes de Navidad. Una amiga insistió mucho para que fuera a pasar las fiestas a su casa. Le pregunté qué podía llevar y me dijo que nada, pues ya había comprado todo. Llegué, toda arreglada. Esperándome, tenía más de 100 bocadillos para freír. Mientras ella acomodaba la mesa y cortaba fruta, yo iba friendo todo en una cocina minúscula, con una ventana todavía más pequeña, que no alcanzaba para dejar salir la humareda. Al final, olía peor que un patio de comidas en el centro comercial. Se me cayó el alma al piso cuando la escuché decirle a su esposo: “Ahora voy a tomar una buena ducha para refrescarme un poco, ¡ya vuelvo!”. © Iracema Bernacci Sánchez / Facebook
  • En mis tiempos de escuela, tenía muchas compañeras, pero amiga amiga, solo una. Fueron unos 15 años de sintonía. Ella era más lenta para aprender y yo siempre la ayudaba. Ella siempre estaba en casa, era pensativa, colaboraba en todo. Un buen día, conseguí un novio. Nada mal, lindo y pobre como nosotras. Salíamos los tres a pasear en ómnibus. Empecé a notar que mi amiga siempre se sentaba muy cerca de mi novio, se inclinaba sobre él, lo rozaba. Él, incómodo, me miraba con aprensión. Entonces, estuve enferma unos días y falté a la escuela. Él iba a mi casa todos los días después del trabajo, la relación se estaba poniendo seria. Recuerdo bien el día en que mi amiga apareció en mi casa con él. Mi mamá ya me había alertado que estaba interesada en él. Ella se sentó en la cama y nos quedamos conversando sobre las clases que me estaba perdiendo. Se ofreció a pasarme todo, siempre que mi novio fuera a su casa a buscar la tarea. No sé por qué, pero en ese momento me dio un escalofrío. Él se fue con ella, volvió rapidísimo y me aconsejó que cortara con esa amistad. Resumiendo: mientras iban a buscar la tarea, escuchó cosas horribles sobre mí. ¡Mi amiga le mintió y le dijo que yo tenía a otro en la escuela! Cuando mejoré y volví a clases, terminé con nuestra amistad y, tiempo después, me casé con ese novio, con quien estoy hasta hoy. ¿Ella? No la volví a ver. Supe que se había metido con un tipo casado y la mujer la confrontó. ¡Es la vida que continúa! © Maria Alice Granja Freire / Facebook
  • Una amiga tuvo el coraje de llevar a la fiesta de mi casamiento a algunas personas que yo no conocía. Lo peor fue que los intrusos hicieron un escándalo porque una de las mujeres no se había dado cuenta de que se le había caído el bolso al suelo y comenzó a decir que le habían robado en medio de la fiesta. ¡Hasta ese día, nunca había visto a aquellas personas! Y pienso, ¿cómo es que alguien va a la boda de otro que nunca vio en la vida? © Vivian Monteiro Lupiano / Facebook
  • Tenía un amigo muy querido que vivía en el campo y siempre me regalaba mantequilla, queso y miel. Cierto día, nuestro carro se descompuso y lo dejamos en el taller, por eso estuvimos un tiempo sin ir a visitarlo. En ese período, otra amiga vino a mi casa y dijo que quería miel. Me preguntó cuándo iba a ir a la casa de mi amigo. Le expliqué la situación y le dije que me dejara el dinero, pues, no bien fuera posible, iría a comprarle la miel. Ella respondió: “¿Para qué quieres dinero? Si él siempre te la regala”. Le contesté: “¡Para mí! Tú no eres su amiga. Pero, ya que necesitas tanto la miel, ¿por qué no subes a uno de tus carros y vas a comprársela personalmente?”. Ella respondió: “¿Estás loca? ¿Crees que voy a conducir mis carros por esas callejuelas llenas de baches y lodo?”. Mi amistad con ella se acabó en ese mismo momento. © Maria Aparecida Prestes / Facebook
  • Viajamos a otro estado y me puse en contacto con una “amiga”. Le dije que estábamos pasando por la ciudad y nos gustaría visitarla. Le pregunté si quería que llevásemos algo para la merienda. Nos llevó al mercado y llenó el carrito de mercadería. A la hora de pagar: “¡Oh, olvidé la cartera en casa!”. Mi marido pagó todo. Ella dijo que después me devolvería el valor. Claro que no lo hizo. Nunca una visita nos salió tan cara, y nunca más la volvimos a ver. © Maria Aparecida Prestes / Facebook
  • Hace muchos años, tenía un mejor amigo que estaba en un momento financiero muy delicado. En esa época yo estaba bien económicamente, entonces siempre lo invitaba a salir y pagaba todo. Él me agradecía y decía que un día me lo retribuiría. En unas de esas salidas, conocimos a una muchacha que me gustó. Sin embargo, ella terminó enamorándose de él y no de mí. Le propuse prestarle un poco de dinero para que pudiera salir con ella, al final si yo no le gustaba, ¡que fuera feliz con él! Después de varias salidas, se hicieron novios. Pasado un tiempo, se casaron, se mudaron a otra ciudad y tuvieron hijos. Perdí el contacto con ellos. Diez años después, quien estuvo en una situación económica precaria fui yo. Había perdido mi empleo y ya había enviado mi currículum a diversos lugares, sin ninguna respuesta. Un día, estaba en la calle, triste y pensativo, tratando de saber qué haría con mi vida, cuando me topé con él. Comenzamos a conversar, me preguntó por qué estaba tan abatido. Le hice un resumen de mi vida y le pregunté sobre la suya. Me contó que estaba trabajando en una multinacional, que le iba muy bien y que una gran empresa de mi ciudad le había ofrecido un puesto en el directorio. Era la mejor empresa que tenía la ciudad, para la cual él había enviado un currículum. Le dije que yo también había solicitado empleo allí, pero que no me habían respondido, y él dijo: “¡Qué se le va a hacer! Adiós”. Desde entonces, nunca más lo volví a ver. © Alexandre Flott / Facebook
  • Mi hermana siempre fue muy extraña, raramente visitaba a nuestra madre, que vivía conmigo. Un día, mi mamá necesitó una cirugía, pero no la resistió. El día de la operación, mi hermana no se apartó de su lado, pero después, ni ella ni sus hijos o su marido aparecieron en el entierro. Después de un tiempo, descubrí que se había quedado el día de la cirugía para recibir el certificado de defunción, pues había contratado un seguro a nombre de nuestra madre. © Solange Acardoso / Facebook
  • En tiempos de escuela, dos amigas y yo formábamos un trío inseparable. Como de costumbre, teníamos que prepararnos para los exámenes de fin de año. Estudiábamos, pero también nos divertíamos juntas. Cierto día, tuvimos un examen de Física, una materia muy difícil para mí y para una de ellas, y saqué una nota mucho más alta que la de mi amiga. Ella le envió un mensaje a la profesora, exigiendo que le explicara por qué yo había obtenido una nota mejor si “nunca estudiaba”. Tengo buena memoria, cuando logro entender las cosas, aprendo rápido. Para ella, eso fue demasiado. Todavía me llevó al baño y me mostró el mensaje que le había enviado a la profesora, quien le había contestado de forma severa. Luego de ese día, no hablé más con ella y me simpatizaron mucho más la profesora y la otra chica de nuestro trío. © Roselaine Gatti / Facebook
  • Tuve algunas amigas de las cuales me alejé para siempre. Me demoré un poco en darme cuenta de que solo les importaba cuando les era útil. Cuando les prestaba cosas, ropa, cheques, tarjetas de crédito o cuando les hacía costuras o pasteles sin cobrar. Hoy vivo muy bien y lejos de personas aprovechadas. © Maria Aparecida Prestes / Facebook
  • Llevé a mi hijo recién nacido a la casa de mi suegra para que lo conociera. Cuando estábamos atravesando la puerta, ella dijo “¡pero qué mamita tan linda!”, y yo, con el mayor entusiasmo, le dije “¡qué abuelita tan linda!”. Lo que nadie esperaba fue que, en ese momento, ella entrara a la casa llorando a mares, gritando que no le gustaba que le dijeran abuela. ¡Ni siquiera miró al bebé! Mi esposo trató de conversar con ella y terminamos por irnos. Lloré mucho y solo volví cuando mi hijo tenía 1 año y 4 meses, porque ella se descompensó y fue a parar al hospital. Siempre que podía y veía un resquicio me ofendía, hasta que empecé a decirle lo que pensaba. Hoy, mi hijo tiene 10 años y hace 10 meses que ella falleció, pero nunca hizo nada para acercarse a él y tampoco me pidió disculpas por lo ocurrido. © Marcia Valverde / Facebook
  • Tenía una amiga de toda la vida. Siempre gané más que ella, pero de mi parte no había diferencias entre las dos. Todo el mundo me decía que me tenía envidia, pero yo no veía el motivo de esa envidia, ya que era muy bonita y siempre llamó la atención... mucho más que yo, principalmente en la adolescencia. Conforme crecíamos, perdí peso, aprendí a arreglarme y a cuidarme mejor y compré una linda casa en un buen barrio. Fue muy bizarro percibir cómo ella se mordía de la envidia por cada triunfo mío. Con el tiempo, ella ya no lograba disfrazarla. Un día, cuando yo ya estaba en pareja, salimos juntas. Ella se puso a coquetear con mi novio, quien no le correspondió y me lo contó. No dije nada, pero no bien volvimos, me llamó para decirme que no la llamara nunca más. Y nunca más lo hice. © Eliana EliEli / Facebook
  • Mi familia y yo vivíamos en los Estados Unidos. Una de las sobrinas de mi marido le pidió venirse a vivir con nosotros por seis meses, mientras hacía un curso de inglés. Nosotros le pagamos los pasajes aéreos y el resto de los gastos debían ser responsabilidad de su padre. Le pedimos que viajara con un buen seguro de salud, ya que aquí era más caro. Cuando llegó, descubrimos que la escuela donde haría el curso estaba muy lejos de nuestra casa. En la ciudad donde vivíamos, el transporte público era malo, entonces mi esposo tendría que llevarla hasta allí todos los días. Sin contar que, tres días después de que llegó, su padre avisó que no le mandaría ningún dinero. Quince días después, la chica tuvo una crisis renal y descubrimos que su seguro de salud no cubría los gastos. Teníamos un plan financiero riguroso porque habíamos acabado de comprar la casa, pero terminamos gastando 5 veces más de lo planeado con su estadía. El padre nunca habló con nosotros y, cierta vez, ella dijo que solo había viajado a Estados Unidos para aprender a viajar en ómnibus, ya que nunca la llevábamos a conocer el país. Detalle: mi marido trabajaba y mi hijo estudiaba y no teníamos con qué salir de viaje a ningún lugar. Hoy, ella vive en Dubái con su esposo e hijos y no nos habla hace más de tres años. © Rosana M. Oliveira / Facebook
  • Mi hija se iba a casar y sus suegros dijeron que no tenían dinero para ayudar con la fiesta. No me importó pagar todo para que mi hija tuviese una boda perfecta, linda, tal como ella soñaba y merecía. Ellos ni siquiera le dieron un regalo. Al día siguiente de la boda, la suegra y la cuñada de mi hija se fueron de viaje a Europa. Mi yerno se quedó muy avergonzado y dolido. Me pidió disculpas y dijo que no sabía que ellas prefirieron pagar el viaje antes que ayudar con la boda. Menos mal que no se parece a sus padres, es un tesoro. © Sueli Faria / Facebook
  • Mi entonces “mejor amigo” quería ir a un gran festival de música en Alemania. Yo no quise ir porque mi padre estaba enfermo. Papá falleció un 8 de agosto de 2006, algunos días después de que ese amigo volvió del festival. Lo llamé porque necesitaba a alguien con quien hablar. Él afirmó, sin rodeos, que no tenía ningún interés en hablar sobre mi padre, pero quería contarme lo increíble que había sido el festival. Nadie puede imaginar cómo me quedé de desolado. Durante años, siempre estuve ahí para él cuando me necesitó y la única vez que yo necesité de un amigo, él no estuvo para mí. Le dije que se olvidara para siempre de mi número de teléfono. © SorilkadMalur / Reddit
  • Mi amiga dijo que me ayudaría con el baby shower que estaba organizando. Le encargué que fuera a comprar los bocadillos y otras comidas, pero, por supuesto, pagué todo. Después, bromeando, le pregunté cuánto le debía, ¡y me cobró un valor exorbitante! Casi me desmayo de la rabia. © Lili Piedade / Facebook
  • El dinero realmente puede cambiar a las personas, a veces para peor. Mi mejor amigo de la infancia se volvió contra mí cuando su padre se enriqueció inesperadamente. Se convirtió en una persona caprichosa. A mis espaldas, les habló mal de mí a nuestros amigos en común. Eso duró de 6.° a 8.° año, hasta que su padre lo matriculó en un caro colegio privado. No lo veo desde entonces, pero escuché decir que fue expulsado de la facultad de Derecho. © Illerios1 / Reddit

¿Cómo fue el momento en que descubriste que quien estaba a tu lado “no era amigo, sino enemigo”? ¿Cuál es la historia más memorable que has vivido con tus verdaderos amigos?

Imagen de portada Marcia Valverde / Facebook

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