9 Principios del castigo a un niño que no dañarán su autoestima

Psicología
hace 5 años

Según las estadísticas, casi todos los padres están convencidos de que están criando bien a su hijo. En la práctica, no todo es tan idílico. Por regla general, los errores se ven reducidos a la incapacidad de controlar sus propias emociones y de aplicar un castigo similar al mal comportamiento. Esto, a su vez, conduce a consecuencias desagradables para la vida futura del niño: aparecen complejos, temores y actitudes inadecuadas.

En Genial.guru estamos seguros de que a nadie le gusta regañar a sus hijos, pero a veces no queda otra que hacerlo. A la hora de profundizar en esta cuestión, se antoja básica la ayuda de los especialistas que saben qué tipo de castigo y en qué situaciones este puede ser necesario.

1. No castigar por los actos sin intenciones maliciosas

En la mayoría de los casos, el niño no fue impulsado por un deseo de hacer algo malo, sino por su instinto de investigador. Si el pequeño lo hizo por motivos de este tipo, vale la pena apoyarlo, incluso si a su acto le siguió un disgusto. Lo mismo puede aplicarse a esas situaciones causadas por un accidente. El niño necesita que empaticen con él y se le sugiera cómo es mejor corregir las consecuencias derivadas del hecho.

Castigando por mala conducta una acción involuntaria, los padres se arriesgan a crear a una persona indecisa. Hará lo que le digan a la perfección, ya que se acostumbrará a comportarse de manera impecable en presencia de una persona autorizada. Al llegar a ser adulto, tendrá problemas para tomar sus propias decisiones, siéndole difícil asumir responsabilidades.

2. Prohibir y pedir son cosas diferentes

Este tipo de situaciones se denominan “acciones estereotipadas”. Por norma, los partidarios de una educación tradicional suelen caer en esto. La motivación de un adulto en este caso es sencilla: “porque es necesario” o “porque así lo hicieron mis padres”. Por ejemplo, entre las frases “es mejor que no juegues a la consola” y “no juegues a la consola” encontramos una gran diferencia: en el primer caso, es una petición, mientras que en el segundo, una orden. Regañar por este incumplimiento tiene sentido solo en el último caso.

Para un niño emocionalmente fuerte, esto no supondrá trauma alguno, mientras que a uno sensible le puede causar dolor. Al llegar a la edad adulta, se creará un sentimiento de culpabilidad. Cumplirá con las peticiones de absolutamente todas las personas a las que respeta, ya que temerá las consecuencias negativas de negarse a ellas o fracasar.

3. El castigo debe imponerse con la mente fría, sin emociones

Si un niño no quiere obedecer, algunos padres experimentan por ello una ira incontrolable, aunque generalmente lo amen con locura. Con frecuencia, esto viene asociado al hecho de que los adultos albergan expectativas demasiado altas con respecto al niño. Y cuando estas expectativas se enfrentan con la realidad, los padres acaban experimentando insatisfacción. Estas emociones, simplemente, deben eliminarse.

Un niño con una mente sana, a menudo, no se verá afectado por gritos frecuentes y el mal genio de sus progenitores, pero si el pequeño es demasiado susceptible, puede acabar teniendo problemas en el futuro. Entre ellos, los psicólogos hablan de la aceptación del papel de víctima, así como una dependencia a las personas con un estatus social más elevado.

4. El castigo en público es inaceptable

El castigo en público provoca en el niño un sentimiento de vergüenza frente a la sociedad que le rodea y, a menudo, solo desemboca en ira contra los padres. Los psicólogos no recomiendan utilizar incluso frases tan comunes del tipo “¿y qué dirán los demás?” Aproximadamente lo mismo, por cierto, ocurre con estimularlo en público, pero lo que se fomenta en este caso no es la vergüenza, sino las tendencias narcisistas.

El niño, resignado a ser “flagelado” delante de todos, se siente constantemente humillado y espera a que pronto vuelva a pasarle lo mismo. En la edad adulta, se convertirá en una persona que depende totalmente de la opinión de la mayoría, por lo que es poco probable que pueda tomar decisiones basadas en sus ideas personales sobre el mundo.

5. Si lo amenazaste con un castigo es necesario llevarlo a cabo

Si el adulto prometió un castigo, este debe cumplirlo. La amenaza no llevada a su fin, según los psicólogos infantiles, resulta ser peor que la ausencia de un castigo en absoluto. El niño se da cuenta de que las palabras de los padres se las lleva el viento y deja de tomarlas en serio. El sistema de valores en el niño se convierte en no apto para su uso: no puede entender la diferencia entre una acción mala y otra buena porque carece de un sistema de control definido.

Sin embargo, puedes olvidarte del castigo si la amenaza del mismo tuvo su efecto. Pero en este caso es necesario informar al niño que esta no es la norma habitual, sino una rara excepción a la regla.

6. ¿Se desconoce quién es el culpable? ¡Todos castigados!

Si un adulto no está seguro de quién es el culpable, castigar a un solo niño no es la mejor solución. En el caso de que haya amigos con él, es mejor abstenerse de realizar críticas en general, ya que no se debe regañar a los hijos de otras personas. Si son hermanos y el hecho es grave, obligando a un castigo, lo mejor será castigarlos a todos por igual.

De lo contrario, el “culpable” obtendrá el complejo de víctima y en el futuro puede convertirse fácilmente en alguien que siempre tiene la culpa de todo. Mientras que los no castigados desarrollarán una autoestima excesiva y un sentido de inmunidad, lo que tampoco, probablemente, tenga un efecto positivo al alcanzar su vida adulta. Por supuesto, estas consecuencias se manifestarán solo si los padres castigan regularmente a uno sobre el resto.

7. El niño es responsable solo por la acción actual y no por los errores cometidos en el pasado

Una de las reglas básicas de la educación: “castigado, perdonado, olvidado”. Un niño al que se le recuerda constantemente sus errores del pasado se convierte en un adulto sin iniciativa. Tiene miedo de innovar y por eso opta por la rutina. También le será muy difícil para una persona así aprender de sus errores: en vez de analizar cada situación en particular, simplemente entrará en bucle basándose en ellas.

En el caso de que los padres descubran un “delito” menor, al pasar mucho tiempo, después de que este se cometió, los psicólogos también recomiendan rechazar el castigo. Basta con explicarle al niño en qué consiste su culpa.

8. El castigo debe ser proporcional a la edad y sus predilecciones

El sistema que se sigue a la hora de castigar debe ser claro y equilibrado. No tiene sentido regañar de la misma manera unas malas calificaciones en la escuela que una ventana rota en la casa del vecino. A daños menores, castigos pequeños, mientras que por una mala conducta, de carácter grave, un castigo severo.

También hay que tener en cuenta la edad y sus aficiones. Si un adolescente adora las redes sociales, su ausencia obviamente se percibirá como un castigo severo, pero para un pequeño que utiliza los servicios de mensajería instantánea, no de una manera tan activa, este castigo puede carecer incluso de sentido.

Un niño a quien se le regaña del mismo modo por todas las travesuras y malos comportamientos no podrá construir un sistema adecuado de valores morales. Le será difícil distinguir las cosas según su significado. En términos generales, no verá la diferencia entre una ventana rota y suspender un examen.

9. Regañar sin recurrir a palabras obscenas ni a insultos

Esto sucede espontáneamente y bajo la influencia de emociones fuertes. Muchos padres ni siquiera se dan cuenta de qué es lo que llaman a sus hijos. Mientras tanto, los psicólogos recomiendan emplear solo un vocabulario neutral, no evaluativo.

En un niño que se aprecia sensible, los insultos bajan su autoestima. La palabra, soltada por su mamá o papá fruto del calor de la ira, puede quedar grabada a fuego en la memoria de incluso una persona adulta. Por cierto, a las niñas, estas cosas les afectan con mayor fuerza porque son más propensas a la reflexión que los representantes del sexo masculino.

¿Tal vez, tú personalmente te topaste con métodos erróneos de castigo que tuvo sus consecuencias? ¿Castigas o no a tus hijos? Cuéntanos más sobre ello.

Ilustradora Alice Perkmini para Genial.guru

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